viernes, 9 de julio de 2010

Artículos y ponencias


¿SE PUEDE HACER PSICOANÁLISIS EN UN DEPARTAMENTO DE BIENESTAR UNIVERSITARIO?

Tropiezo, falla, fisura. En una frase pronunciada o escrita algo viene a tropezar […] se presenta como el hallazgo […] hallazgo que es a un tiempo solución, no necesariamente acabada pero que por incompleta que sea, tiene ese no se qué, ese acento tan particular […] la sorpresa: aquello que rebasa al sujeto, aquello por lo que encuentra, a la par, más y menos de lo que esperaba, en todo caso respecto de lo que esperaba lo que encuentra es invalorable”

Se me ocurrió comenzar con estos retazos de frases, como siempre enigmáticas de Lacan, para iniciar un escrito que da cuenta de las inquietudes y sorpresas que surgen, cuando uno se atreve a incursionar como psicoanalista en campos tan desprovistos de teoría como son los institucionales.

Es por eso que también agradezco a Lacan que, con algunas de sus frases irónicas, perdidas en algún seminario, le permiten a uno agarrarse de algo mientras avanza, sin saber a dónde va. En el seminario El Sinthom dice:

"Sucede que yo me doy el lujo de controlar, como se llama a eso, a un cierto número de personas que se han autorizado a ellas mismas, según mi fórmula, a ser analistas. Hay dos etapas. Hay una etapa en que son como el rinoceronte ellos hacen más o menos cualquier cosa y yo los apruebo siempre. En efecto, siempre tienen razón. La segunda etapa consiste en jugar con este equívoco que podría liberar del sínthoma, pues es únicamente por el equívoco que la interpretación opera. Es preciso que haya algo en el significante que resuene”.

Sucede que en ese tiempo, hablo de los años en que en los inicios de mi práctica en un departamento de orientación y consejería de una universidad, con el acercamiento al psicoanálisis lacaniano, con todo lo que en el campo de la experiencia clínica implica, podría decir que me sentía, exactamente como el rinoceronte. Ahora, un tiempo después, podría pensar que no sólo se dio este paso, también jugó el equívoco y su forma de liberar el síntoma, en medio de las demandas institucionales.

La historia comienza con un problema. Existía por ese tiempo en la institución un gran número de estudiantes con un alto índice de mortalidad académica. Las filas en la rectoría y en muchas de sus dependencias para solucionar casos de consejo académico eran interminables. Ante esto, la rectoría decidió enviar estos estudiantes al departamento de Orientación y Consejería para ser evaluados y con este informe tratar de dar una solución. Eran casos de estudiantes que llevaban  años en la universidad, que por su política de admitir repitentes para darles otra oportunidad, comenzó a mostrar un síntoma que ya afectaba a la institución.

La mayoría de los casos eran graves, estudiantes que repetían materias por cuarta, quinta y más veces. Repitentes de semestres, algunos con muchos años en la universidad y apenas cursaban tercero. Comenzaron a llegar  y a invadir la oficina, angustiados, deseosos de que se les diera una solución. El primer año se trabajó con entrevistas, test, evaluaciones que eran enviadas a rectoría, con la sugerencia de que asistieran a seguimiento en la oficina.

Al año siguiente la universidad tomó la decisión de declarar los casos más graves, un grupo no muy numeroso, en receso académico con la condición de que si querían ingresar nuevamente, deberían asistir a un curso que diera Orientación y Consejería. Dos años después, el número varió y nos encontramos cada semestre, con  un promedio de ciento treinta estudiantes para una labor de “retoque”, algo así como una “sincronizada”, por la forma como se escuchaba el pedido desde la institución. Una demanda que dio inicio al trabajo, en un principio como psicoterapia de grupo, que di más tarde en llamar psicoterapia de “masas”.

Se dividían al azar, se conformaban los grupos en promedio de treinta y  se hacía una sesión semanal para cada uno. Al mismo tiempo se  daba una entrevista individual por semestre a cada uno de los participantes. En los dos primeros años se contó con la colaboración de psicólogos del programa de psicología de la misma universidad, quienes cumplían con esta función.

El trabajo cada semestre se fue sistematizando y creándose lo que luego se llamó Curso de Clínica educativa, que consistió al final sólo en el taller de crecimiento, nombre dado a las sesiones semanales con los grupos divididos de treinta y un taller de habilidades de estudio a cargo de estudiantes en práctica del programa de psicología. Las citas individuales con los psicólogos  y los otros mecanismos desaparecieron conformándose, sin darnos cuenta, en un proceso donde lo vital era el trabajo clínico.

Sesiones con estudiantes donde con la escucha analítica se podía hacer algo diferente. La palabra pérdida y repetición era la constante, giraban a su alrededor, era el síntoma por excelencia. Todos perdían, todos repetían. En el grupo, especialmente en las primeras sesiones se aliaban, no podía estar un grupo tan grande equivocado, ellos tenían la razón: la universidad los perseguía, los profesores los odiaban, la familia no los entendía. La gran mayoría repetía sin que sus padres se enteraran, algunos ya esperaban prontamente el grado de sus hijos y, a muchos, ya en el pueblo los llamaban doctores. Era el drama, y no sólo de los estudiantes, también de aquel, en este caso yo, que ante la gravedad, de los inicios, no alcanzaba a escuchar lo imaginario. Poder hacerlo hizo el trabajo más posible. Antes, ante un síntoma en masa, sin escuchar el discurso era un callejón sin salida, cada uno tenía sus razones y realmente eran válidas. Pero el trabajo fue dando un vuelco, poder escuchar con oído analítico, aunque con las dudas de que el psicoanálisis sólo es individual y en el diván. Igual nunca se llegó a lo que es un análisis, sería imposible, pero esto no impidió que algunas de sus técnicas se pudieran aplicar de acuerdo a la situación.

Era una reunión de personas sin las exigencias de la llamada psicoterapia de grupo. No había selección ni entrevista, los grupos eran bastante numerosos. No tenían una pregunta personal, se inscribían al curso porque era una exigencia de la universidad, su objetivo era poder entrar a estudiar el semestre siguiente. La gran mayoría, por no decir todos, venían llenos de rabia y resentimiento y muy pocos eran conscientes de que tenían que ver con el problema. Con la terapeuta no había transferencia, no la habían elegido, así como tampoco habían elegido estar allí, para ellos era una jugada más de la universidad.

El curso abría su inscripción al principio de cada semestre, la oficina de admisiones mandaba una lista de los que debían ser recibidos. Debían llenar una ficha y traer una foto. Se fue sistematizando de tal manera que cada semestre se esperaba ese gran número, el cual se mantenía debido a que la universidad extendió este requisito a todos los estudiantes de reintegro con bajo rendimiento y a los estudiantes de primeros semestres que comenzaban a perder materias.

Después de un mes de plazo para la inscripción, la mayoría asistía a la primera reunión. Era el primer contacto, venían ansiosos y confusos, ese día se reunían todos, más de cien. Se les explicaba claramente de qué se trataba: era una nueva oportunidad que la universidad les brindaba, si querían ingresar al semestre siguiente debían asistir con puntualidad a todas las sesiones. El informe final que se enviaba a rectoría definía su futuro en la universidad, este informe sólo daba cuenta de la asistencia, no de la problemática de cada uno. El que tuviera determinado número de fallas, así fuera por enfermedad, lo perdía. Era el único requisito, no se cobraba, hacía parte de Bienestar Universitario. Los que quisieran quedarse lo tomaban, los que no quisieran podían irse, era una decisión que debían tomar ellos. Se asignaban en el grupo que les correspondía, se les daba la hora, día y lugar, se les esperaba.

El día de la cita llegaban casi todos, muy pocos desertaban. En ocasiones llegaban nuevos, rezagados porque estaban buscando todavía ingresar por otros medios sin hacer el curso, igual se les recibía.

En la primera sesión se explicaban las condiciones: lo primero era tratar de escuchar  atentamente y respetar lo que el otro decía, se podía intervenir para preguntar o para aclarar y tratar de mantener en secreto lo que allí se decía, afuera no servía para nada. Durante todas las sesiones en los cinco años trabajados no se encontró dificultad para mantener este encuadre, nunca se supo de infidencias o dificultades dentro o fuera del grupo. Como se establecía, debían también asistir al taller de habilidades de estudio. Esto también lo cumplían. Se fue organizando de tal manera que al final de todos los semestre, para despedirse, ellos mismos organizaban una fiesta o un paseo al que invariablemente invitaban a la terapeuta, nunca fui pero sí supe que lo pasaban muy bien.

Después del encuadre comenzaba la sesión. Las dos primeras eran las más difíciles, una orquesta de quejas, los mismos profesores para muchos, los mismos problemas para todos. Aliados en la impotencia se apoyaban unos a otros para demostrarse a sí mismos que no tenían responsabilidad sobre lo que les pasaba. Era el momento de comenzar a escuchar, las siguientes son algunas frases pronunciadas por  ellos, que cada semestre me encargaba de recoger: “Es que yo le estudio y le estudio y no le paso”, “Me dejaron viendo la materia cuatro veces”, “A mí también”, “Yo me confié y él no me ayudó”, “Yo a ese viejo le tengo que sacar una buena nota”, ”Esa vaina no me la voy a aprender yo”, “A uno no lo motivan”, “El gusto de rogarle a ese viejo no se lo doy”, “Le estudio y le entro a clase a esa vieja y no me pasa”, “Los que pasan son los que están en la rosca”. Así muchas.

En una ocasión se aliaron varios para quejarse de un profesor, era tan malo, decían, que llevaban cuatro semestres en esa materia y siempre decía lo mismo, hasta repetía los mismos chistes y no variaba. Les sugerí que se reunieran y le enviaran una carta al rector para que cambiara al profesor porque no innovaba, ni siquiera los chistes, y ellos ya estaban cansados de escucharlos. Callaron, rieron y volvieron a callar, hasta ese momento empezaron a darse cuenta que los que no variaban eran ellos.

Poco a poco la rabia disminuía para dar paso a la depresión y a hablar de ellos. En el grupo no era obligatoria hablar, sólo lo era el primer día para presentarse y el último, doce sesiones después. En ocasiones los silencios grupales eran interminables, especialmente cuando ya se daban cuenta que lo que decían podía ser tomado a la letra. Algunos aprendían a escuchar rápidamente de esta manera y a escucharse.

Debido a los silencios, comprensibles por el temor a hablar en grupo, era necesario inventar mecanismos que ayudaran. Entonces se jugaba a los refranes, las canciones. Hubo sesiones de vallenato muy interesantes, especialmente con una canción muy popular en la época llamada El Mártir. Todo dependía del tipo de grupo, los había muy activos, también muy pasivos.

Y empezaban a hablar de ellos: “No hay quien me saque una palabra, no la doy,”, Yo necesitaba dos”, “Quiero aprenderme todo enseguida”, “Yo creo que soy incapaz de tener fallas”, “Yo estudio apurada y no doy”, “Yo dejo las cosas así”, “Yo pensé que iba a salir como era mi papá”, “Yo creo que lo que yo diga no es lo que el profesor piensa”, “Yo me imaginaba”, “Uno entra a esta carrera y no encuentra como salir”, “Estoy obligada a terminarla”, “Yo repetía todo”, “Uno carga con el nombre de repitente”, “Uno nunca sabe lo que ellos piensan o uno significa”,  “Yo no le pongo atención porque me da rabia”, “Esperar a ver si Dios quiere”, “No se me han dado las cosas”, “Si uno ya se metió en este lío”, “Me da miedo y no entro”, “Odio esa materia”, “Las esperanzas de ellos están puestas en mí”, “Para qué voy a preguntar, mejor espero”, “Hay que aprender a vivir con los problemas y sobrellevarlos”. Y así muchas.

En una ocasión, y como ésta muchas de diferente significante, alguien comentó que llevaba cuatro semestres repitiendo genética. Se dio cuenta que la genética tenía que ver con los genes, con la herencia y, según la que hablaba era heredera de las características de uno de sus padres, para todos, el menos inteligente. Tiempo después en un encuentro fortuito, comentó que había disfrutado mucho aprender esa materia. Otro encuentro fortuito le permitió a otro decir con gracia: “Me está yendo muy bien, ya no ando defendiendo virginidades ajenas”. Se refería a una sesión donde se dio cuenta que, sin saberlo, se había convertido en el guardián de sus hermanas.

En ocasiones había relatos dramáticos, llanto y dolor. No era frecuente, pero cuando sucedía escuchaban con respeto. El efecto de las preguntas no afectaba sólo a uno, el que escuchaba se identificaba y algo entendía, esto se hacía evidente en la última sesión cuando hablaban los que nunca lo habían hecho, comentaban que escuchar a los demás y lo que habían dicho los habían hecho cambiar.

Uno de los momentos más difíciles y más dolorosos era una sesión dónde les entregaba el kardex, su hoja de vida en la universidad. Un momento que se preparaba con la consigna que sólo era para que lo mirara su dueño, sin hacer preguntas sobre el del otro. Allí, semestre tras semestre, se sumaban las pérdidas de tiempo, dinero y esfuerzo. En ocasiones, hasta ese día, algunos se habían sostenido en que sus pérdidas no eran muchas, pero en ese momento debían sumar el tiempo y el dinero perdido, era bastante difícil para todos, invariablemente comentaban que después habían llorado, se deprimían.

El curso se brindaba semestre tras semestre, más tarde supe que ellos mismos lo llamaban Hogares Crea. El resultado sólo lo saben ellos y algunas reflexiones lanzadas el último día nos pueden dar una pista: “”Me ha hecho reflexionar, me ha hecho pensar”, “Esto es una cosa seria”, “Antes yo sabía de mis errores pero no quería hacerles frente”, “Yo estaba enfrascado en un cuarto oscuro y no sabía nada de la realidad”, “Una cosa buena fue atreverme a hablar”, “Tuve que venir acá para entender los errores que estaba cometiendo”, “De mis actos le echaba la culpa a mi mamá”, “Uno repite, se golpea e insiste en darse”, “Antes vivía encubriendo la mentira”, “Cuando uno cree tener las cosas y no las tiene”, “Aprendí a escuchar a los demás y a decir lo que yo pienso”, “Esto debía ser obligatorio para toda la universidad porque sino uno no viene”.

Es importante anotar que la repetición a la universidad era tan presente para algunos que terminaban repitiendo el curso. Eran admitidos, volvían a perder y eran enviados nuevamente, se convertían en habituales en Consejería. Se creó la necesidad de un grupo diferente, el de los repitentes del curso. Algunos lograron terminar la carrera, otros entraron en análisis, otros se perdieron.

Creo que este es el tipo de trabajo que tiene más efectos sobre el psicoanalista y su disciplina, que logros psicoanalíticos en la institución como reconocimiento. Lo que sí es cierto es que se dan resultados, aunque no sean  registrables. Me encuentro con muchos con buenas noticias, otros ya salieron, algunos me esquivan, otros todavía van de vez en cuando por un consejo, creo que a muchos no los recuerdo, pero sí sé que algo pasó, que algo sucedió. Este trabajo es un agradecimiento a ellos, yo también aprendí, y lo que aprendí es invalorable.

[1] Trabajo realizado por I. P M.en la Universidad Metroplitana en los años 1991 a 1997. Barranquilla. Colombia. escrito en 1998
[1] Jacques, Lacan, El seminario de Jacques Lacan. Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psiconálisis (Argentina: Paidós, 1989), 32-33
[1] Jacques, Lacan. El seminario de Jacques lacan, Libro 23. El Sinthom.

viernes, 2 de julio de 2010

El diván virtual


¿Qué es lo desilusionante de la ilusión?

Freud escribió un artículo que tituló El Porvenir de una Ilusión, un bello nombre para hablar de algo verdaderamente serio, y aunque aquí no vamos a hablar de él, si se tratará de ella, de la ilusión. No podemos vivir sin ilusiones, es lo que nos impulsa a seguir, a trabajar para conseguir lo que queremos, a visualizar un futuro acorde a nuestros deseos y, en la medida en que los alcanzamos, sentir que la vida vale, no la pena, sino la alegría de vivirla.

Pero hay algo que también se puede decir de la ilusión, y es que a veces puede engañarnos. Es la razón por la que hay que estar muy atentos y, especialmente, saber cómo nos relacionamos con ella. A veces escuchamos frases como: “Es que él me ilusionó”, “¡Estaba tan ilusionado!”, “Yo creía que todo iba muy bien”. Es de humanos embarcarnos en el tren equivocado pensando que vamos a estación segura, y esto sucede cuando lo que nos guía únicamente obedece a la ilusión, que nos hace ver sólo lo que queremos ver. 

La anterior propuesta parece desilusionante, y esta es otra característica muy humana, nos gusta que nos hablen de lo que queremos oír, por lo cual es de valientes escuchar lo que no es grato a nuestros oídos. Y ¿la razón? Puede ser que escuchar eso que no queremos, nos permita cambiar. Para empezar a entender la desilusionante propuesta, sólo hay que pensar que la vida no nos ofrece nada gratis, todo tiene un costo, y no precisamente porque sea capitalista. Enamorarse tiene un costo, ser padre o madre también, fundar una empresa u ofrecerse para un trabajo, hasta ser bello lo tiene. Lo que pasa es que a veces no queremos pagarlo, o lo pagamos a medias.

Si pensamos un poco en cómo está articulado el mundo, podremos darnos cuenta de que cada cosa que en él se realiza, requiere de un gran esfuerzo. Es la razón por la que empezamos a apreciar más a nuestros padres cuando también llegamos a serlo, es ahí cuando entendemos la cantidad de energía y voluntad con que contaron para criarnos con todas las dificultades que esto implica. Es donde algunos entienden que no es sólo con la ilusión que se mueve el mundo, ya que si no hay alguien allí que haga que se mueva, nada sucederá. Entenderlo lo hace a uno más agradecido. Cuando no se concibe esta complejidad y se cree que las cosas son más fáciles de lo que son, es cuando el ilusionado empieza a sufrir porque cree que le están cobrando más de lo que la cosa vale.

Es la razón por la que la frase: “De eso tan bueno no dan tanto”, no es mezquina, es sabia. O la otra: “Cuando la limosna es mucha, hasta el santo sospecha”. Pero a veces no sospechamos porque vamos embarcados en la ilusión y luego, al caer, decimos que el otro nos engañó. Claro que esto puede ser cierto, pero también es cierto que le dimos una ayudita.

Una ayuda, que por ser inconsciente no sabemos que la ofrecemos, solo que al final nos sentimos esquilmados, para algunos, en muchas ocasiones. Y aquí habría que pensar que si siempre pasa lo mismo, lo más probable es que se está haciendo algo para que suceda de la misma manera. Como dar por cierto que nuestro equipo va a ganar cuando todavía no ha jugado, por lo cual la pérdida se hace doble, no sólo se perdió el partido sino también la certeza de lo que supuestamente, ya estaba ganado.

A veces la ilusión no nos deja ver la realidad, empaña la vista, cierra los oídos a todo aquello que de la situación hace señas para poner los pies en la tierra, y cuando ya hay que ponerlos, esa realidad nos parece muy dura, y no es que lo sea tanto, es sólo que habíamos adornado tanto el escenario, que cuando se cae la utilería, a veces nos puede arrastrar con ella.

Publicado por I.P.M. en el periódico El Heraldo de Barranquilla. Junio 12 de 2010  

viernes, 25 de junio de 2010

Seminario. Clase trece


El fantasma, trama en la que se enredan el amor y el cuerpo.


No sé si Lacan alguna vez dijo que el significante es el destino, pero pareciera, porque como el destino, se desconoce pero comanda. Lo que sí dijo en su seminario El Yo en la Teoría de Freud y uno podría estar de acuerdo después de pasar por la experiencia analítica, es lo siguiente: La parte esencial de la experiencia humana, aquella que es, hablando con propiedad, experiencia del sujeto, aquella que hace que el sujeto exista, se sitúa a nivel del surgimiento del símbolo {…] Lo que me desvivo por decirle es que […] El juego ya está Jugado, la suerte ya está echada. Ya está echada, sin perjuicio de que podemos volver a tomar los dados y tirarlos de nuevo. La partida empezó hace mucho tiempo.

Una partida que se juega en el fantasma, para el cual no podemos dejar de lado lo que tiene que ver con la angustia, y es que abordar lo referente al objeto a, lo hace imprescindible. Y lo es, por algo que Lacan remarca en su seminario del mismo nombre, donde podemos entender que en la constitución del sujeto hay varios tiempos que se juegan en relación al objeto. En lo inicial lo oral determinado por la necesidad en el Otro, donde el seno forma parte del mundo interior del sujeto. Las heces, como resto se instituyen por la demanda en el Otro. El nivel fálico, así llamado, se define por la falta, falta de un objeto que dará cuenta de la predominancia de goce en el Otro, donde se constituirá la angustia de castración.

Además hay otros dos pisos, el escópico, propiamente el del fantasma, donde el enfrentamiento es con la potencia en el Otro, espejismo del deseo humano, y por último: el del deseo en el Otro. Este nos dará algunas luces, si le creemos a Lacan cuando dice: La angustia se manifiesta sensiblemente como relacionada de forma compleja con el deseo del Otro y que está vinculada a lo siguiente: no sé qué objeto a soy yo para dicho deseo. Si el objeto a es ese objeto irreductible a la simbolización en el lugar del Otro, se entiende la fábula de la Mantis religiosa a la que acude para poder entender que en eso que queda como resto, es resto del deseo voraz, donde en el Otro radicalmente Otro, no hay vínculo ni ningún factor común como cualidad de semejante, un desconocimiento que hace explicable que haga emerger la angustia.

Si en los primeros planos hay un objeto cesible y en el fálico lo que se presentifica está a nivel de la falta, lo que quedará a este nivel será una falta hecha al goce que se sitúa en el Otro. Es la razón por la que al goce no le esté, por su naturaleza, destinado al deseo. El deseo no puede más que ir a su encuentro y, para encontrarlo, debe no sólo comprender, sino franquear el fantasma mismo que lo sostiene y lo construye.

Propuesta harto difícil, que da cuenta de lo enmascarado del deseo, que en el neurótico, su estatuto se da como insatisfecho o imposible ya que siendo el deseo voluntad de goce, estará en relación a la ley, que se ejemplifica bien en la duda obsesiva: ¿lo hago? ¿no lo hago? Una ley que el perverso supone transgredir cuando lo único que hace es mostrar el límite que el mismo deseo impone al goce. Algo así como que el neurótico no avanza por suponer lo inconmensurable del goce mientras que el perverso avanza, y lo que muestra es sólo su fracaso, ya que el deseo mismo es soporte de una ley. Es lo que no hace al perverso en ventaja, aunque el neurótico lo crea, porque aunque ejerciendo su voluntad de goce y aun sufriendo su fracaso, nunca alcanza a captar que ese goce no está a su servicio.

Es también en el deseo y su relación con el fantasma que se encuentran esas formas tan particulares de evitación de la angustia que observamos en el acting out y el pasaje al acto. Un fragmento que en la vida de un sujeto exige a todas luces una explicación y que para todos, y especialmente para él mismo, es difícil encontrarla. Actuaciones en las que se muestra lo que quiere decir Lacan cuando habla de la causa y lo que nombra como su Ética trascendental. Una ética en relación a que el a es la causa del deseo.

Hay un suceso que un joven cuenta: Ha perdido una gran suma de dinero en un cheque que hoy no recuerda si lo recibió, pero que aparece firmado por él como recibido. Se ha enterado porque corrido el plazo en el que debería hacer la transacción, recurre al lugar donde debe reclamarlo, es cuando se encuentra con la información de que ya le había sido entregado en determinada fecha. Recuerda haber estado allí en esa ocasión, pero el resto se le ha borrado por lo cual no puede hacer un reclamo coherente y todo lo que siente es angustia, más por darse cuenta que en él hay ese vacío que no puede llenar con palabras que por la pérdida del dinero.

Sin embargo habla y desprevenidamente suelta frases, ya no relacionadas con el suceso, pero que tienen todo que ver con él, dice: “La plata es un enemigo que uno lleva en el bolsillo”, “cuando la persona tiene plata, cambia”. Dice sin saber, sin saber que lo está diciendo, primer tiempo para él y quien lo escucha, todavía pasará otro, para que pueda escucharse, para que ese objeto que resplandece iluminando la escena, se torne opaco y de pronto pueda escucharse “la plata es una mierda”, total desplazamiento del objeto eses sobre el dinero, de ahí la angustia y la imposibilidad de franquear el goce para condescender al deseo. Un deseo que le permitirá una relación algo distinta que le pueda permitir un cambio.

Obras: La primera de Francis Bacon. La segunda de Cristina Vidal

jueves, 24 de junio de 2010

El diván virtual

¿Por qué vivimos tan preocupados?

Vivir preocupado puede ser una constante. Hay tantas cosas que nos alteran que a veces no es fácil sustraerse a la expectativa de lo que puede pasar. La preocupación, en ocasiones, no nos deja dormir, tampoco disfrutar el momento que se vive, como si en el fondo apareciera una vocecita que nos está martillando lo que falta por hacer, o lo que puede suceder. Aún en ciertas personas que parecen relajadas, es algo que no deja de estar presente.
Y ¿por qué tanta preocupación? A veces lo que martilla tiene toda la razón porque dejamos algo inconcluso, lo que hace cierta la frase que si se está preocupado es porque uno no se ha ocupado. No se ha ocupado de hacer lo que hay que hacer, a veces por olvido, otras por desidia o por incapacidad.

Otra forma de verlo es lo que nos dice la palabra al descomponerla: pre-ocuparse, es decir ocuparse antes. Ocuparse antes significa que, por efecto de nuestro imaginario, tendemos a completar lo que no ha sucedido y esto se refleja en que creemos saber lo que va a pasar, entonces nos comportamos como adivinos haciendo suposiciones que, además, damos por ciertas. A veces también suponemos saber lo que el otro piensa, sin darnos cuenta que esa capacidad telepática a nosotros los humanos no nos fue dada, sin embargo, ponemos pensamientos en el otro sin saber si los ha tenido, de acuerdo a la consabida frase: piensa mal y acertarás. Un vidente que llevamos dentro que, al parecer, no nos hace la vida muy grata.

Si nos detenemos un poco en este último punto, ¿acaso no es un poco injusto poner en la mente de otro pensamientos que son propios? Y ¿acaso no es también injusto con uno mismo suponer que el otro siempre está pensando mal de uno? En ocasiones hay preocupaciones que son válidas, las cuales se eliminan cuando uno se ocupa, aquellas que siguen rondando, lo más probable es que tengan todo que ver con lo que se imagina.

Aquí cabe la historia de alguien que observando ciertos comportamientos que por estar tan arraigados, no los podemos ver, comentaba:- Nosotros sufrimos de esquezofrenia- la persona que escuchaba, erudita en temas de la mente, le corrigió: -Se dice esquizofrenia-. No -contestó el otro, -esquezofrenia. Y ante el pedido de explicación respondió: -Porque cada vez que hay algo por hacer aparecen frases como: es que va a llover, es que seguramente no está, es que me va a decir que no, es que le va a pasar algo, es que siempre me pasa, y la más poderosa: es que no se puede-.

Una historia y un es-que, que sirve para entender lo fuerte que es nuestra imaginación, ella nos mantiene muy ocupados, además nos evita el esfuerzo, porque si imaginamos ya sabemos, y si ya sabemos para qué vamos a averiguar. Una forma cómoda de vivir, pero al mismo tiempo una buena forma de vivir amargado, o mejor preocupado.

Vivimos en el presente acompañados por lo pasado y del futuro no tenemos garantías, sabemos siempre a posteriori, es la razón por la que la imaginación vuela para llenar los vacios. Y es ahí donde más aparece la preocupación, si el hijo no ha llegado, si alguien no llamó, si otro por despistado no saludó, si esperamos una noticia, en estos y muchos otros casos, nos entra el vértigo asociativo. Cantidad de suposiciones que en su mayoría son falsas, pero muy eficientes en ese ocuparse antes, de lo que no sabemos.

El ser humano imagina, lo hacemos y lo seguiremos haciendo, ese no es el problema, el problema es creer que todo lo que uno imagina es cierto, un gran motivo de pre-ocupación.

Publicado por I.P:M. en el periódico El Heraldo de Barranquilla, sábado 5 de junio de 2010

De escritores…


Rainer María Rilke
La gloria no es sino el compendio de todos los malentendidos que se forjan en torno a un nombre.

Nietzsche
Si no encuentro la piedra filosofal para transformar toda esta mierda en oro estoy perdido.

Lou Andreas Salomé
De todos modos, nada podía haber más desolador que la doctrina del retorno que propugnaba Nietzche, y, sin embargo, él le infundía la fascinación del glaciar: callada, blanca, amenazadora.

Rousseau
Tal fue enterrado a los cien años que ya era cadáver desde su nacimiento.

Brassai. De Picasso.
Hay que tener el valor de la propia vocación y el valor también de vivir de esa vocación.

El Monje Sagyo
Si yo no creo que lo real es real, ¿Cómo creer que son sueños los sueños?


Rilke en Auguste, Leipzig, 1930. Nietzsche y Lou Andreas Salomé en Lou Andreas Salomé H.F. Peteus. Paidos. B. Aires. Picasso en Conversaciones con Brassai. Aguilar. México 1996. Del Monje Saygo sólo las fechas 1118 a 1190

jueves, 17 de junio de 2010

Seminario. Clase once


El Fantasma. Trama en la que se enredan el amor y el cuerpo

El goce, un concepto sin el cual sería imposible seguir la lógica del fantasma. En uno de los casos de Freud, bastante renombrado para acudir a lo que de la teoría y la clínica es imprescindible, el famoso Hombre de las Ratas, encontramos ese aparte que describe muy bien de lo que se trata.

Un joven militar que con una gran dificultad para ponerle palabras, le confiesa a Freud un relato. Lo más curioso, como todo lo que tiene que ver con el inconsciente, es que es una historia que nada tiene que ver con el sujeto en cuestión, algo que cuenta un capitán de su compañía estando él presente y  que muestra la eficacia de lo simbólico, de cómo la presencia de un significante para otro significante hace efecto. Evidente en la forma como lo afecta y que Freud describe así: En todos los momentos más importantes del relato se nota en él una expresión del rostro de muy rara composición, y que sólo puedo resolver como horror ante su placer, ignorado por él mismo.

Esto le sucede al repetir el relato donde al condenado le era atado a su trasero una lata con ratas que penetraban por el ano. Una historia bastante cruel, pero al fin y al cabo sólo una historia para el que la escucha. Sin embargo sabemos por el historial, cómo este suceso desencadenará toda la angustia que lo llevará a consulta.

Un placer ignorado por él mismo. Un horror y un placer que dan cuenta de lo llamado goce. Eso que aparece en el cuerpo, ese Otro que habla, que el que dice desconoce, pero que el otro interpreta. En este caso Freud que ante el gesto busca palabras para resolver, para decir lo que vio con sus palabras de ese Otro, el cuerpo que acusa lo que allí está escrito.

Es la eficacia de la lectura del inconsciente que sólo aparece, aunque siempre esté, cuando se le puede leer. Como en el ejemplo de un grito en la selva, si no hay quien lo escuche, sucederá como si nadie lo hubiera emitido. Y es la posibilidad, pero también lo fortuito del análisis ya que, aunque el que escucha pueda oír el grito, sólo si aquel que lo emite se lo alcanza a escuchar, es posible que pueda reconocer que hay algo en él que grita.

El goce y el significante. El fantasma, que en el caso de la lectura de Freud y su Hombre de las Ratas llegaron bastante lejos con sus Tantas ratas tantos florines. Una frase donde estos  significantes llevan a una historia antigua relacionada con el dinero y una deuda no pagada por el padre, además de la significación de los hijos. Un historial, bastante trajinado en el mundo psicoanalítico que nos permite acercarnos a lo que del fantasma hace efecto.

El joven en cuestión  llega a donde Freud a raíz de unas ideas obsesivas que han malogrado su tranquilidad, que se originan en la pérdida de unos quevedos, unos anteojos que en una de las actividades militares pierde y para obtener otros, escribe a su óptico para que le sean enviadas nuevamente. Es el origen de sus ideas ya que al recibirlas, devolver el dinero se le vuelve un calvario pues se le empiezan a imponer una serie de mandatos sobre a quién debe entregarlo, lo que le impide pagar la deuda aún sabiendo que fue la empleada del correo quien la canceló. Se impone que debe devolverlo a través de un teniente, del que en un principio el capitán cruel, como lo llamaba, le había dicho que había pagado. Y la historia de la devolución se articula con el relato de las ratas pues considera que si no paga a dicho teniente, la tortura le sucederá a su amada o a su padre, y aquí lo más paradójico, ya fallecido.

En el trasegar de la imposibilidad para pagar, es ayudado por un amigo quien le aconseja visitar a un médico y, como casualmente a sus manos cae un escrito de Freud, decide acudir a él. Momento del nacimiento de un historial que leído a la luz de los aportes de Lacan, tienen toda su pertinencia porque nos muestra ese camino lleno de trampas, pues es de ella que se parte, de lo simbólico que se repite en forma incesante, de lo Real que no puede ser asido y de lo imaginario que, en su sentido, hace resplandecer de una manera lo que en el fondo es otra cosa.

Un goce, que se enreda en un discurso incongruente e incoherente en el que los significantes ratas y florines darán la clave. Sujetado a lo que no sabe pero que hace efecto, por lo que se puede entender que Freud, en el aparte del texto sobre El Complejo Paterno y la Solución del Problema de las Ratas avance en la siguiente afirmación: Real y efectivamente podía hallar en la rata «la viva imagen de sí mismo». Acaso aquí podríamos recordar a Gregorio, este sí convertido en lo que un significante designa, producto de una historia literaria pero que no se aleja mucho de la aquí tratada, pues nuestro teniente en medio de tantas cavilaciones, no estaba menos aprisionado que Samsa.

En esta ocasión acudimos al caso de Freud para señalar su definición del goce: un horror ante su placer, ignorado por él mismo. También a lo que del significante hace su efecto, esas ratas, que aparecen por contingencia en un relato, que conmocionarán su historia porque tenían todo que ver con ella, pero que al mismo tiempo le permitirán abrirse a interrogantes que antes no habría podido hacerse.

lunes, 14 de junio de 2010

El diván virtual


¿A qué le llamamos sacrificio?

Hay palabras que usamos a diario que creyendo saber su sentido o, más bien por no saberlo, no cuestionamos su significado. Sacrificio es una de ellas, usada de muchas maneras en frases como: “Yo que me he sacrificado por ti”, “Después de tantos sacrificios que hice” o, “Tengo que responder por los sacrificios que ellos han hecho por mí”. En general, es una palabra usada para hacer homenajes a la madre, al maestro y, en general, a figuras que realizan labores que van en beneficio de otro.

Si nos detenemos un poco frente a estas expresiones, notamos que en ellas hay un dejo de culpa, una especie de reclamo al destinatario del bien recibido y, por qué no, una deuda. Los padres muchas veces las usamos con los hijos, tácita o abiertamente, olvidando que cada acción que se hace en beneficio de otro, si se da por una elección personal y con generosidad, ya de por sí trae implícita la recompensa, pero a veces creemos que vivir recordando al otro lo que hacemos por él, lo hará mejor persona.

El sacrificio en su acepción conocida significa hacer algo que está más allá de nuestras fuerzas, por lo cual se espera algo de ello y, es aquí, donde puede estar la incongruencia. Porque en cada acción humana siempre hay una pérdida cuando algo se gana y una ganancia cuando algo se pierde, así sea en sabiduría. Entonces, cobrarle a otro lo que se le ha dado por una elección propia, implica un desconocimiento de lo que significa dar.

A veces no hay siquiera a quien cobrarle como en aquel que dice: “Yo me sacrifiqué estudiando”, como si el beneficio lo recibiera el vecino. Por efecto del lenguaje tendemos a repetir lo que hemos oído sin cuestionarlo, sobre todo, si hace parte del discurso familiar, de lo conocido. Pero si lo pensamos bien, ¿habrá tantos sacrificados? Acaso cuando una madre decide tener un hijo, ¿no es su obligación darle los cuidados y el amor que se merece?  Y si es el padre, ¿no es su obligación velar por él y brindarle lo que necesite? Y si es un maestro, ¿no es su trabajo dar a los alumnos las enseñanzas para las cuales se ha formado? Y si es la mujer o el marido, ¿no se unieron para recíprocamente complacerse?

Vivir la vida creyéndose sacrificado es un mal mayor, porque quiere decir que no se disfruta cuando se da, que es el mejor premio que se puede recibir. A veces sentimos que la vida nos exige mucho, entre las demandas de la pareja, de los padres, si todavía viven, y de los hijos, si ya se tienen, pero sólo hay que pensar en cómo sería  esa vida sin ellos. Un desierto, sin quien reciba lo mejor de uno. Es la razón por la que dar, a veces hasta lo que no se tiene, tiene un sentido, da valor a la vida y eso es impagable, mal haríamos cobrándolo.

Y si aceptamos esto como verdad, ¿cómo esperar que aquel que recibe, no se crea merecedor a recibir sin dar?, lo que pasa muchas veces cuando se crean esos monstricos exigentes. Al parecer ellos aparecen cuando de verdad hay allí, alguien sacrificado, lo que permite entrever que el sacrificio frente al otro, más que una virtud, es un defecto. Es la esposa o el esposo, es el hijo o el alumno de esos seres ab-negados, y como la palabra lo dice, negados. Negados para todo, salvo para lo que el otro quiera, una negación que no deja ver que el que da también  necesita, que también le falta. Que le gustaría recibir, y no por culpa o como pago a su sacrificio, sino por la posibilidad que le ha brindado porque se lo merece y se le ama, y porque también cuenta con sus propias fuerzas, para esforzarse más allá de ellas.

Hay deudas impagables: el amor y los cuidados de una madre, la presencia de un padre, la sonrisa de un hijo, la lealtad del amigo, la pasión de una mujer y la seguridad que un hombre ofrece. Nada de esto es sacrificio, y si creemos que lo es, debemos preguntarnos por qué.

Publicado por IPM en el periódico El Heraldo de Barranquilla, Colombia. Mayo 29 de 2010

Artículos y ponencias


Jacques Lacan desmantelando su propia clínica
Por Jean  Allouch

He aquí tres sainetes contemporáneos, elegidos entre centenas de ellos. En avión clase Business. Cerca de mí, una dama de cierta edad, gruesa, frik, devora con algo de glotonería una banana. Detengo el guiso y le digo: “¡Mire una felatio!”. Estupefacción del guiso, seguido de una franca aunque silenciosa condena de mis palabras.
Otra escena, los talones de Sarkozizi, como yo lo llamo. Que él los use o mejor aún se suba en puntas de pie para una foto al lado del gigante Obama, es un signo de que él se juzga pequeño, demasiado pequeño. Interpreto: no es de la talla de su cuerpo sino de la de su pene que se trata. Eso se llama desplazamiento, una astucia conocida desde Freud ¿Puedo no obstante escribir un artículo sobre el tema y proponerlo al diario Liberación? La respuesta es “No”. Pero en cambio, en el momento de las últimas elecciones presidenciales, hice llegar a Le Monde un papel explicando que Ségoléne Royal es una mamá y que es necesario por ese hecho no votar por ella, entonces allí sí, mi papel aparecerá sin ningún problema. He aquí cómo los medios discriminan al psicoanálisis, lo aceptable y lo otro……
http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=1292

Culpa y sacrificio. Un hombre serio
Por Esther  Díaz

1. La culpa, esa astucia del poder. Es de noche. Un hombre avanza penosamente hacía su cabaña. La furia del viento entorpece sus pasos. La nieve se arremolina alrededor del cuerpo, se amontona en el suelo, golpea el rostro. La puerta al abrirse arroja un chorro de luz granizado por la ventisca. En el interior se encuentran su esposa y el abrigo del corazón de hogar. Está contento. Regresaba a casa luego de vender las aves en el mercado e imprevisiblemente se rompió una rueda del carro. No atinaba a hacer nada en medio de semejante tormenta, pero milagrosamente apareció un anciano que lo ayudó y pudo seguir su camino. El hombre se regocija no solo por el milagro del salvataje nocturno, sino por la coincidencia. “Es un viejo conocido tuyo”, le dice a su sorprendida mujer que lo mira interrogante. El marido, entre risas y restregones de manos, pronuncia el nombre del peregrino. Ella da un respingo. Su cara se demuda mientras exclama que Dios les ha mandado una maldición. Escupe al suelo. Ese hombre ha muerto hace años. Se trata de un fantasma, un espíritu impostor, un augurio de malos tiempos…..

Analizarse con Freud
Por Pablo Peusne
Cuenta Anna Koellreuter, psicoanalista de origen suizo, que “como los otros miembros de mi familia, yo sabía que mi abuela había hecho un análisis con Freud, aunque las informaciones que ella nos había dado acerca del asunto fueron extremadamente escasas”1. Esa abuela era Anna Guggenbühl (1896-1982), psiquiatra formada con Eugene Bleuler en el Burghölzli donde se desempeñó muchos años –aunque también, parte de su carrera profesional transcurrió en un hospital en las afueras de París–[…]En 1988, mientras vaciaban la mansión donde había vivido “la abuela”, apareció el original de la carta que Freud le había dirigido informándole sus condiciones para recibirla en análisis –fechada el 23 de marzo de 1921–. Tales condiciones le imponían a la candidata permanecer en Viena durante cuatro meses para encontrarse con Freud seis veces por semana, con un costo de cuarenta francos (suizos) la hora. A su vez, la carta proponía que si las condiciones eran aceptadas, podían comenzar a trabajar el 1º de abril de 1921.
[…]Considero que el libro es un documento apasionante y prefiero no entrar en los detalles acerca de su específico contenido teórico-clínico, con el afán de entusiasmar a los lectores con un posible acercamiento a la obra….
Artículos tomados de la revista Imago Agenda, Número 139 de mayo del 2010

jueves, 27 de mayo de 2010

Seminario. Clase décima



El fantasma, trama en la que se enredan el amor y el cuerpo.

Si El lazo de quien habla con la verdad, varía según el punto donde sostiene su goce, y el goce es esa forma de vínculo entre los hombres, para oponerse o para encontrarse, poco se puede esperar de la verdad, razón por la cual, y no es necesario que el psicoanálisis lo diga, la verdad sólo puede ser dicha a medias. Más aún, si nos acogemos a la tesis de que la realidad humana no es más que un montaje de lo simbólico y de lo imaginario dónde, en la mitad el deseo, es lo Real que nunca es más que entrevisto.

Una tesis que para sostenerla sólo basta ver la forma en que nosotros los parlantes sufrimos y gozamos. Gregorio o la joven antes nombrada, son los extremos de una realidad que nos toca a todos, y es que cada uno tiene un marco donde ella se juega. De ahí la dificultad del diálogo, podríamos pensar que el diálogo es de goces en esa forma de vínculo entre los hombres, para encontrarse. También en ese en que no se puede dejar de encontrar, para oponerse.

Y es que se puede dar cualquiera por bien servido si acaso algo alcanza a balbucear, pues si un sujeto es lo que significa un significante para otro significante, lo que implica de por sí lo reprimido, un sujeto bajo una metáfora,  un sentido, un primer significado que desconoce, podemos acordar con Borges en su poema De que nada se sabe, donde en algunos apartes dice: No habrá una cosa que sepa que su forma es rara/ Qué arco habrá arrojado esa saeta, ¿qué soy?/ Qué cumbre puede ser la meta?  

Si el deseo es la esencia de la realidad y es de lo que nunca es más que entrevisto, se puede entender que en lo que se relaciona al objeto a, lo imaginario se acumule allí, se enganche, haga sentido a ese sujeto tachado, representado en un significante para otro significante.

Como en la representación del que enuncia sin saber el enunciado, quien tratando de explicarse, dice: Digo cosas, hago cosas, y después siguen pasando cosas como consecuencia de las cosas que se hicieron. Una sola cosa de la que parece no puede salir, como aquella jovencita que se lanzó de un tercer piso, afortunadamente sin grandes consecuencias, y recuerda que las palabras con que su padre la reprochó antes del hecho fueron: Yo no aguanto más una caída. Y como si supiera, sin saberlo, más adelante cuenta: quería ser artista pero me angustié porque se me perdió el material de apoyo. O, la insistencia de otro que va consultar porque no ha podido dejar de repetir una materia en la universidad y dice, como explicación de sus pérdidas: es que no es lo que yo creía, para más adelante repetirse hablando con amargura del padre: es que él no es lo que yo creía.

Ante esto podemos recordar a Lacan en La instancia de la Letra en el Inconsciente o la Razón desde Freud, aquí él también, dice: los significantes que se repiten en la transferencia son los de un “deseo muerto”, y es la verdad de lo que ese deseo fue en su historia, lo que el sujeto grita por medio del síntoma.

Un deseo muerto que puede llevar al intento de morir lanzándose de un tercer piso, o perder y seguir perdiendo porque no puede dejar de sostener lo que nunca fue, pero que su imaginario no puede dejar caer. Deseo muerto que se manifiesta en la insistencia de una cosa que lo tiene cosificado hasta el punto que en su frase sólo puede dar vueltas, las vueltas del síntoma en que está atrapado.

Una verdad, un deseo, un goce y una dificultad que se manifiesta en el no cesa de escribirse, o sea, lo que siempre se ha escrito. Escrito que hablará si sucede la transferencia para que allí, aparezca lo inconsciente. Y no encontrará la cumbre de la meta, tampoco sabrá quién es, pero seguramente si confirmará que su forma es rara, ya esto será un avance.

Las cursivas del primer párrafo son de frases de J.Lacan en el seminario La lógica del fantasma. 
La primera imagen es un obra de Picasso. Retrato de Dora Mar 
Clase del 18 de mayo de 2010

miércoles, 26 de mayo de 2010

El diván virtual

¿Qué esperar de los padres hoy?

Con tantos cambios y adelantos, es evidente que la vida de generaciones anteriores era muy diferente a la que vivimos hoy, esto se manifiesta, entre muchas otras cosas, en la forma como son criados los hijos. Ahora existe una concepción muy diferente acerca de cómo esos pequeños habitantes de nuestra casa y del mundo deben ser tratados. Por la historia sabemos que hubo tiempos, hablando de lo más trivial, que no lo es tanto, que en la moda ellos eran vestidos como pequeños adultos, y en otros más recientes, sólo tenían derecho a emitir palabra cuando el adulto en su condescendencia lo permitía. Una sola mirada bastaba para fulminar como un rayo cualquier asomo de libertad a que creyeran tener derecho, donde la voz del padre estaba blindada y asegurada por las palabras de la madre y los castigos corporales eran usados sin ninguna culpa
.
Un período que se podría definir como el de la inexistencia del niño, quien estaba ahí para ser recibido con amor, pero también con toda la autoridad para enderezar lo que, en ocasiones, todavía no estaba torcido. Dónde la pregunta antes de que naciera versaba sobre cómo se iba a hacer para corregirlo, como si ya de entrada viniera defectuoso. Unas formas de ser con los hijos que ahora vemos en forma crítica, pero que hay que comprender a la luz de que aún con todos sus defectos, se criaban y se constituían como personas con cualidades y defectos, felices o infelices como las de ahora.

Si hubo una época de inexistencia del niño como alguien a quien no se le daba un lugar, la pregunta es, si ahora se le está dando ese lugar. Probablemente contestaremos que sí, hoy  hay toda la moda para que él escoja, además se le permite hacerlo, ya la mirada fulminante perdió su brillo, sus argumentos hablan más que los de los padres y, la culpa por la travesura o desobediencia cometida, no la carga el que transgrede sino aquel que la sanciona.  

Pareciera más bien que estamos en la época en que los padres perdieron su lugar, y esto es paradójico, porque siendo así, entonces no hay quien le dé el lugar al hijo, porque para dar un lugar primero hay que tenerlo, de lo que podemos concluir que ambos lo perdieron. Y esto es evidente en esa fragilidad de la ley que no se sostiene, donde el hijo nada en un mar de confusiones, asistido por toda clase de terapeutas, además de la Ritalina, droga muy usada en los colegios para calmarlos, que hacen de muletas para sostener lo que, debido a que hoy no  sabemos cómo actuar, cojea en casa.

Hay que reconocer que no es fácil, sabemos que todo ha cambiado, antes la familia era una sola y el teléfono se podía contestar con el apellido del padre, hoy si se hace así, habrá alguno, y a veces algunos, que quedarían excluidos. Claro que esto ya no es un problema pues existen los celulares, adelantos que van acorde a lo que se necesita. Pero también lo que se necesita es, como padres, preguntarnos ¿qué pasa con la ley? Y para respondernos podemos pensar que a un hijo no sólo se le reconoce cuando se le premia, también cuando se le sanciona. Una sanción es un reconocimiento, es decirle: “tú existes y lo que haces es importante”.  La sanción otorga un lugar, ubica, le da unas coordenadas a  ese pequeño que no sabe para donde va y que ahora, al aparecer, carece de “ese”, que representando la ley se debe mantener erguido para evitarle situaciones que lo ponen en riesgo, en el riesgo de no saber qué hacer. Y es que cuando esto sucede, lo que le queda es la angustia que se refleja en muchos síntomas y diagnósticos infantiles que insisten, donde el niño pleno de una autonomía que todavía no tiene, no sabe ni dónde poner su pequeño cuerpo.

¿Una posible razón entre muchas otras? A los padres que aman a su hijo les duele sancionarlo, pero el verdadero amor, ¿acaso no debe ir más allá de ese dolor del padre? Debe ser por todo lo anterior que ser padres hoy, parece menos fácil.

Publicado por IPM en el periódico el Heraldo de Barranquilla, Colombia. Mayo 22 del 2010

lunes, 24 de mayo de 2010

Entrevistas

A Jacques Lacan 
Sepa usted que Francia es el único de los grandes países civilizados que no posee una traducción completa y se­ria de la obra de Freud. La responsable de este estado de hecho es en primer lugar la Princesa Marie Bonaparte, quien había instituido una especie de privilegio para las traducciones de Freud al francés. ¿Esta situación va a cambiar? La misma tuvo consecuencias graves. Obturó los efectos que el descubrimiento de Freud debía obtener por medio del campo de las Letras, que sin embargo se mostró en varios niveles tan abierto a su resonancia: los surrealistas sin duda, pero el propio Mauriac no quedó intacto al respecto[…}Cuando leemos bajo la pluma de un hombre como Gide, quien estaba suficientemente advertido de estos problemas, que Freud es un imbécil de genio, estamos forzados a decir que Gide no conoció de Freud más que a unos intérpretes que eran, ellos, unos imbéciles sin genio. Ahora, las Letras saben a qué atenerse. Y quizá está ahí todo el sentido — en todo caso el sentido más seguro — donde adquiere su derecho el uso del término estructuralismo.
 A Michel Foucault
El poder es algo que no existe. Esto es lo que quiero decir: la idea de que hay en un sitio determinado, o emanando de un punto determinado, algo que sea un poder, me parece que reposa sobre un análisis trucado, y que, en todo caso, no da cuenta de un número considerable de fenómenos. El poder, en realidad, son unas relaciones, un conjunto más o menos coordinado de relaciones. Así pues, el problema no consiste en constituir una teoría del poder que tendría como función rehacer lo que un Boulainvilliers por un lado, un Rousseau por otro, quisieron hacer. Los dos parten de un estado originario en el que todos los hombres son iguales, y luego, ¿qué ocurre? Invasión histórica para uno, acontecimiento mítico-jurídico para el otro; siempre, a partir de un momento, las personas no tuvieron ya derechos y apareció el poder. Si tratamos de edificar una teoría del poder, nos veremos siempre obligados a considerarlo como surgiendo de un punto y en un momento dado, del que deberá hacer la génesis y luego la deducción. Pero si el poder es en realidad un conjunto abierto, más o menos coordinado (y sin duda tirando a mal coordinado) de relaciones, en ese caso, el único problema consiste en procurarse una red de análisis, que permita una analítica de las relaciones de poder.
A Jacques- Alain Miller
Juan-Pablo II tampoco era un progresista, pero tenía una personalidad radiante, la experiencia del mundo, y también dicen, mujeres. Era un gran astuto que les dio una lección a los comunistas, una bestia de escena también, un hombre del Verbo, sabiendo hablar a la multitud y seducirla, un inspirado. Benedicto es un hombre de la Letra, un erudito, un profesor, hábil para hacer hablar a los textos, y al que le gusta tocar el piano en soledad. Es, además, franco como el oro: dice siempre en voz alta lo que piensa. Ese es su error. Un papa no habla solo a Dios, sino a todos los pueblos de la tierra. Desde que este Otro inmenso del que nada conoce aúlla a la muerte, lo vemos sobresaltarse, recular, arrepentirse.

jueves, 20 de mayo de 2010

Seminario. Clase novena



El fantasma, trama en la que se enredan el amor y el cuerpo

La más indiscutible virtud de Kafka es la invención de situaciones intolerables. Para el grabado perdurable le bastan pocos renglones. Es lo que dice Borges acerca del autor que venimos siguiendo. Ese grabado en pocos renglones nos ha permitido decir algunas cosas, en muchos renglones. Pero aún hay algo más que podríamos pensar, tratando de hilar más fino en esas líneas.

Lacan en el seminario de La lógica del fantasma, en la lección diecinueve hace énfasis en tres términos. El “a”, el Uno y el Otro, que lo esquematiza de la siguiente manera: a….Uno….Otro. Empieza con el Uno del que dice que es el más litigioso, donde hay algo que no cuadra, que no va de suyo y que es de ahí de donde habla toda la verdad, una verdad que no tiene otra forma que el síntoma. Lo que está en relación al acto sexual que se anuda en ese Uno agujereado y que estará por tanto en relación a la satisfacción.

Del Otro aclara, como lo ha dicho ya muchas veces, es donde toma lugar el significante y, como este sólo existe como repetición, es de ahí que va a llegar la cosa en cuestión como verdadera, un rasgo, un corte, a partir del cual puede nacer la verdad. Reservorio de material para el acto, que se acumula porque probablemente el acto es imposible. Y si es de lo imposible es de lo Real puro.

Y empieza a preguntarse, seguramente en la búsqueda del interés del que escucha, ¿qué es ese Otro, ¿cuál es su sustancia? Para responder o, responderse, dice: el Otro con A mayúscula, tal como ahí está escrito es el Cuerpo. Y aconseja no romperse la cabeza, porque el cuerpo está hecho para inscribir algo que se llama la marca, el cuerpo está hecho para ser marcado.

Y se sigue preguntando, ¿por qué hay este Otro? Dice que el Otro por su parte no es dos, sin embargo hay eso curioso Uno que se trata en el abrazo de dos cuerpos. Concluye que en ese Uno y el Otro no hay ningún vínculo, es por lo que el segundo es el inconsciente y lo aclara diciendo que es el lugar del síntoma sin su sentido, privado de su verdad pero cargado con el saber que contiene. Lo que parte al Uno del Otro es precisamente lo que constituye al sujeto.

Y aquí volvemos a Descartes, el sujeto no sabe nada de él, sino que duda. No hay sujeto de la verdad sino sujeto del acto en general. No hay íntima unión del sujeto con el cuerpo. Sólo hay soporte del cuerpo en el filo que preside a su recorte. El sujeto siempre está a un grado estructural por debajo de lo que constituye su cuerpo. El Otro sólo es el Otro por el a. Inconmensurable..


En La Metamorfosis tenemos un cuerpo, un cuerpo que se ha convertido en otro cuerpo que es lo primero que hace pregunta al que lee, pero paradójicamente y, ahí estaría lo intolerable de lo que nos habla Borges, el sujeto convertido no se pregunta, sólo duda. Acosado por demandas que supone ajenas, se debate entre salir o no salir, entre hablar o no hablar, entre bajarse o no de la cama. Ajeno a su cuerpo, excluido más allá de una conversión, no es una parte que le es ajena, es todo. Es todo objeto, objeto a. Inconmensurable, barrido, privado de su verdad pero cargado con el saber que contiene, el Uno agujereado sin partición del Otro, de lo Real puro.

¿Acaso un acting out? O, ¿un pasaje al acto? Sabemos que es literario, pero nada nos impide pensarlo.

En lo que no sería literario, el pequeño esquema del a…Uno…Otro que Lacan nos propone, permite pensar los casos, en aquel cuya repetición no entiende y que está ligado a la espera de la pérdida. Sólo sabe que sufre y que su vida se mueve en unas coordenadas que no puede cambiar. Como el que juega a la ruleta, no sólo en un casino, sino en las circunstancias importantes de su vida: en el trabajo como empleado, en los exámenes como estudiante, en las cuentas que nunca puede saldar. O de aquel que queriendo desprenderse, cada vez se siente más sujeto a lo que más se queja. Un cuerpo que goza, sin saber nada de este goce pero que repite hasta el cansancio, ese Uno agujereado, litigioso, donde algo no cuadra, pero lugar de su verdad. Verdad de un rasgo, de un corte que le viene del Otro, inconsciente, que siendo el cuerpo marcado lejos puede estar de reconocerlo ahí.

Como en el ejemplo de la clase anterior, donde el cuerpo fue signado por una satisfacción que ella no sabía, ni pedía, pero que le fue dada, donde el significante “ayudar”, enmascaraba una acción olvidada. Un ayudar que en el momento en que la palabra salta, abre a la posibilidad de una pregunta. Recorte de un goce, caída del Otro que ese cuerpo marcado por un significante sostiene. Un dolor profundo, no era ayudar, era otra cosa. La cosa en cuestión como verdadera, un rasgo, un corte a partir del cual puede nacer la verdad. O, por lo menos algo que ya no puede volver a entrar en la duda.

Clase del 4 de mayo de 2010
Las imágenes son obras de Lucien Freud

El diván virtual

¿Qué es la mayoría de edad?

Parece ser algo que cuesta bastante y que poco abunda. Y es entendible debido a que por constitución, en la carencia en que el ser humano nace, su posición es recibir del otro, no sólo sus cuidados sino también sus mandatos. Lo primero nos permite sobrevivir, lo segundo nos permite entrar en la cultura y hacer lazo social. Unos beneficios que contienen una dificultad, y es que en un primer tiempo hacemos Uno con el otro en esa indiferenciación del niño que, a cada paso pregunta a la mamá qué debe hacer, luego en el intento de separación, muy evidente en la adolescencia, seguirá preguntando, pero para hacer lo contrario. Es que es difícil distinguir que, haciendo lo que quiere el otro o haciendo lo que no quiere, igual se está sujeto  a lo que el otro quiere.

Pero en algún momento se espera que distinga lo que él quiere. Situación deseable, pero por lo que se observa, lograrlo no es tan sencillo. Razón por la cual asumir una posición frente a los demás, a veces, está plagada de muchas contradicciones, entre ellas, la más importante, perder el afecto y el apoyo como cuando se era niño. Contradicciones  que se manifiestan en temores como “qué tal que lo que yo diga no es lo que el otro quiere o  está pensando”, y como nunca se sabe lo que el otro está pensando, lo que queda es la mudez. O, en la inmediata respuesta a oponerse a lo que el otro dijo, sin alcanzar a escuchar, en un afán de convencer, lo que deja ver que no se está muy convencido y que sólo lo estará, si el opositor aprueba con su convencimiento.

Es lo que se refleja en lo que llaman baja estima, timidez o inseguridad, para aquel que no se ha podido despegar. O, para aquel que cree que se ha despegado, en la poca tolerancia que se tiene ante las diferencias, algo de lo que sabemos bastante en un medio donde se carece de posiciones pero abundan las oposiciones.

Tenemos uso de razón, lo que no implica que la sepamos usar muy bien. Y tener la razón es algo que también nos lleva a muchas contradicciones y por lo cual los seres humanos nos debatimos, a veces, hasta la muerte. También motivo de separaciones porque en esa incapacidad para diferenciarse del otro, se espera que su razón sea la nuestra, es decir, que piense como yo pienso, modelo de la madre, sin advertir que con ella era así, no porque pensaran igual, sino que por sus carencias, él sólo podía pensar como ella.

La mayoría de edad es un término jurídico que se adjudica a aquel que se supone está en capacidad de, por su voluntad, llevar a cabo actos que antes por su indefensión no le eran posibles. Por eso casarse, votar, adoptar un niño, sólo le son permitidos a aquellos que la portan.  La pregunta es, ¿Qué tan mayores de edad somos? ¿Qué tanto nuestras decisiones son nuestras?

La libertad es algo que todos anhelamos, lo que no sabemos es que inconscientemente le damos al otro un poder de amo, por temor a fracasar, por temor a perder, por comodidad. Por seguir creyendo, como cuando niños, que hay alguien que nos va a decir qué hacer, que nos va a salvar. Y esto es de lo más común, por eso son tan exitosos los superhéroes, pero también por eso existe el Chapulín Colorado, la verdadera cara del amo que responde a ese llamado de: ¿Ahora quién podrá defendernos? Es que en el fondo seguimos siendo niños, temerosos, angustiados, queriendo complacer y que nos complazcan, porque aunque tengamos uso de razón, su uso a veces, nos es bastante esquivo. Y no es culpa de la madre, ella hizo lo que pudo, sólo queda agradecerlo y averiguar las razones de cada uno.

scrito de I.P.M. Publicado en El Heraldo de Barranquilla. Sábado 8 de mayo de 2010

lunes, 17 de mayo de 2010

RETAZOS FREUDIANOS


¿Siempre pasa?

Ahora estoy preparado para que me digan de nuevo que he entendido mal el contenido y el propósito de la nueva doctrina de Zurich. Pero de antemano protesto contra cualquier intento de cargar en mi cuenta, y no en la de ellos, las contradicciones a mi concepción que resultan de las publicaciones de esa escuela. De ningún otro modo puedo hacer que me resulte comprensible y concebir como algo coherente el conjunto de las innovaciones de Jung. Todas las modificaciones que Jung ha emprendido en el psicoanálisis emanan del propósito de eliminar lo chocante en los complejos familiares a fin de no reencontrarlo en la religión y en la ética. La libido sexual fue sustituida por un concepto abstracto que, hay derecho a aseverarlo, permaneció como algo misterioso e inasible para sabios y para necios por igual.[...] De tal modo se creó un nuevo sistema ético-religioso que, lo mismo que el de Adler, se vio forzado a reinterpretar, desfigurar o dejar de lado los resultados del análisis. En realidad no fue sino esto: de la sinfonía del acaecer universal se alcanzaron a escuchar sólo un par de acordes culturales y se desoyó de nuevo la potente, primordial melodía de las pulsiones.

En Contribución a la historia del Movimiento Psicoanalítico

RETAZOS LACANIANOS

¿Premonitorio?

El efecto del lenguaje está incesantemente mezclado con algo que constituye el telón de fondo de la experiencia analítica -el sujeto sólo es sujeto por su sujeción al campo del Otro, el sujeto proviene de su sujeción sincrónica en ese campo del Otro. Por ello el sujeto tiene que salir de él airoso, y en ese salir airoso, a la postre, sabrá que el Otro real, al igual que él, tiene que salir airoso también, tiene que arreglárselas. Precisamente en esto se impone la necesidad de la buena fe, fundada en la certeza de que también en el Otro está implícita la misma dificultad respecto de las vías del deseo.

La verdad, en este sentido, es lo que corre tras la verdad -y hacia allá corro yo, hacia allá los llevo yo, como los perros de Acteón, a mi zaga. Cuando haya encontrado la guarida de la diosa, seguramente me convertiré en ciervo, y ustedes podrán devorarme, pero todavía queda algún trecho que recorrer.

Los Cuatro Conceptos Fundamentales.

viernes, 7 de mayo de 2010

Seminario. Clase Octava


La lectura de lo que le sucede al personaje de La Metamorfósis, impone preguntas y ciertas cavilaciones. La primera, la evidencia de la dificultad de poner los pensamientos en palabras para ser escuchadas. La palabra, la principal forma de relacionarse consigo mismo y con el mundo, es también en lo que aparece la mayor torpeza. Y menos por lo que pueda ser mal dicho, principalmente por lo que calla, por lo que no se atreve a decir y, sobre todo lo que no sabe que tiene para decir. En lo primero estaría el secreto, en el segundo lo tan secreto que ni el mismo que habla lo sabe.

Por el propio Gregorio sabemos muchas cosas, su vida queda expuesta, pero no para él, aunque lo piense, su final lo demuestra. Como un desecho, en su cuarto que se convierte en el basurero de la casa, muere sin consideración, ni siquiera la de él mismo. Y vuelve a surgir la pregunta de si el autor exagera, lo mejor sería tratar de responderla.

Hay una joven, ella no se ha convertido en monstruoso insecto, sólo que ha entrado en un mutismo, se halla muy triste, se queda acostada y no quiere salir del cuarto. Siempre había sido muy ocupada en su trabajo que realiza muy bien para beneplácito de sus jefes. Es llevada a consultar porque no entienden qué le pasa, ella tampoco. En lo poco que alcanza a decir, pues le cuesta cada palabra, relata que desde muy niña ha sido silenciosa, no le gusta salir de su casa, y se ocupa muy bien de sus hermanos, por los que siente que debe ser la cuidadora.

Medicada debido a su alto grado de fragilidad, habla. Y lo primero que se le ocurre es que desde que le dijeron que debía haber algo que motivaba su estado, solo piensa en una escena: cuando era una niña, estando en la casa de unos amigos, recuerda que alguien le ofreció algo, luego muy mareada se ve a sí misma arreglándose la ropa y en ese momento dice: “y él me estaba ayudando”. Al terminar la frase, baja la voz, como preguntándose a sí misma: ¿ayudando? Se queda un largo rato en silencio, confundida, sorprendida. Se recupera un poco y dice que eso hasta ahora lo recuerda, nunca lo había contado y concluye: fue desde ese momento en que me encerré en la casa.

No es lo mismo saber algo y decírselo a sí mismo que decírselo a otro, porque al decirlo a otro, las palabras que se usan asaltan al que habla. Y todavía más, cuando al querer decir algo a otro, aparece lo que no se había dicho ni siquiera a sí mismo, como en el caso anterior. Algo brincó para ella misma, algo con relación a Otro que no era aquel que escuchaba. Su silencio y su sorpresa, mudos para el que está al frente, tienen toda la resonancia a un interior que estaba solidificado. De aquello del discurso que no es de la apariencia, de el discurso del inconsciente, de la emergencia de una cierta función del significante.

Emergencia que, volviendo a Samsa, no tiene lugar. O la tiene, convertido en algo indeseable que habla, pero no en palabras. Sujeto desaparecido que, en su lugar, todo- objeto, cae, se arrastra. En el caso de la joven, también caída, pero algo alcanza a balbucear. También lo que nos deja ver de lo que falta en la historia que Kafka nos ofrece y que nunca sabremos, lo que yace en Gregorio, nunca recordado, sexual, infantil, que en un momento de la vida adulta irrumpe, como esa mañana aciaga después de un sueño intranquilo, o como en nuestro caso, no literario, donde ella cualquier día y sin motivo aparente, decidió no salir de la habitación.

¿Y no es de lo que trata lo inconsciente? Que pareciera enseñar que en la vida que cada uno vive es más fácil padecer la acción que ponerla en palabras, lo que nos recuerda a Lacan en La Dirección de la Cura y los Principios de su Poder: Nada más temible que decir algo que podría ser verdad. Porque podría llegar a serlo del todo, si lo fuese, y Dios sabe lo que sucede cuando algo, por ser verdad, no puede ya volver a entrar en la duda. Paso del sujeto cartesiano al sujeto del inconsciente, caída de la ignorancia, que no es sin dolor.

Y para terminar con nuestro protagonista, con esa historia corta y escrita con una sencillez que abruma, no podemos dejar de lado la forma como se mueve la dinámica de la familia. El autor, que no sabemos si estaba al tanto de todo lo que ponía ante nuestros ojos, hace aparecer unos personajes en el escenario. Tres caballeros a los que les alquilan un cuarto y que terminan apoderándose de toda la casa. Dice el narrador: “Los padres, quienes nunca antes habían alquilado una habitación y que, por lo mismo, eran exageradamente corteses con los inquilinos, ni siquiera se atrevían a sentarse en sus propias sillas”.

Una forma de proceder que desesperaría a Bergler, que los consideraría coleccionadores de injusticias. Y no es que no lo sean, pero es lo que permite entender la injusticia del pobre Gregorio porque allí todos son injustos. En una servidumbre al Otro, no es sólo el hijo quien la padece, sólo es aquel que más la muestra. Como en un molde, sólo le queda repetir en acto lo que del fantasma allí, no ha podido ser dicho.

Clase del martes 20 de abril de 2010

lunes, 3 de mayo de 2010

El diván virtual

¿Cómo saber si se está en un estado de depresión?

“Estoy deprimido”, una frase muy común que da cuenta de que no se sabe realmente lo que es la depresión. Estar deprimido son palabras mayores, implica un desapego a lo que le da sentido a la vida. Querer vivir es apegarse a lo que la vida ofrece, tener un motivo. Esto es evidente cuando, después del refugio del dormir que es como una pequeña muerte, se vuelve a la vida, al encuentro con la realidad, y hay algo que incita a levantarse. La depresión es todo lo contrario, unas ganas de querer seguir sumergido en ese aliado oscuro y grato, por eso se caracteriza por encerramiento, mutismo, falta de ánimo, o mejor, de ganas.

Freud decía: la vida no es fácil, y seguramente no necesitamos que él lo haya dicho para darnos cuenta. Pero es citable para decir que siendo así, se necesita un gran monto de deseo para sostenerla, para hacer algo con ella. Cuando falla ese deseo, aparece ese arranque trágico  de querer perderla, que a veces se materializa en un acto que no tiene vuelta atrás.

La dificultad de la vida especialmente radica en que no sabemos lo que sucederá, en que cada vez que emprendemos una acción, aún con  el empeño de que sea exitosa, nada nos garantiza el resultado, algo que no todos logran soportar, y aún más, cuando se juntan situaciones en que el fracaso insiste. Y es que el error, la falta, nos muestran cuán frágiles somos, algo que nos cuesta admitir, razón por la cual tendemos a culpabilizarnos, a flagelarnos, sin poder asumir que equivocarse es lo más humano, es con lo que convivimos. Sólo habría que pensar que aquellos que no se equivocan y a los que no le pasa nada, están en el anfiteatro.

Si la dificultad de la vida radica en que no sabemos qué sucederá, paradójicamente, también es la razón que hace que sea excitante, es precisamente lo que la hace vida. Pero sucede que para algunos no es una posibilidad sino un gran motivo de miedos e inseguridades, como si no se estuviera advertido, aunque racionalmente se acepte, de que el error puede aparecer. O, como si estuviera en la incapacidad de aceptar que la vida no es como se la imagina, sino como es.

Podríamos decir, jugando con la palabra, que la depresión es una gran presión, una fuerza que no se ejerce hacia afuera para conseguir lo que se quiere, aunque parezca, como en la manía, sino una gran presión hacia adentro, representada en frases culpabilizantes, autoagresivas,  (no sirvo para nada, soy un fracaso) que la persona se repite como jaculatorias y, además, se las cree. Y es que queriendo ser mejor y alcanzar un ideal que se tiene sobre sí mismo, al no alcanzarlo, se termina desvalorizándose y colocándose como un desecho.

El mayor miedo del ser humano es perder. Perder a un ser amado, el dinero, la estima, la juventud y lo principal, la vida. Vivimos en el temor a la pérdida, y aquí volvemos a Freud, quien decía: si quieres soportar la vida prepárate para la muerte. O sea, prepárate para la pérdida, y no porque se sea pesimista, es que es la realidad, aquellos que lo pueden entender, seguramente podrán, en el vacío de la pérdida, crear algo.

La depresión es la pérdida del sentido de la vida y, el sentido de la vida se muestra en lo que ella ofrece, querer comprar el CD que me gusta, querer atender a los amigos, querer tener un hijo, querer conseguir un mejor trabajo o conseguir un trabajo. El sentido de la vida es querer, empezando por uno mismo. A veces esto falla, y las razones son del uno por uno, a cada uno le toca averiguarlo.

Escrito de I.P.M. Publicado en El Heraldo de Barranquilla. Sábado 1 de mayo de 2010