jueves, 17 de junio de 2010

Seminario. Clase once


El Fantasma. Trama en la que se enredan el amor y el cuerpo

El goce, un concepto sin el cual sería imposible seguir la lógica del fantasma. En uno de los casos de Freud, bastante renombrado para acudir a lo que de la teoría y la clínica es imprescindible, el famoso Hombre de las Ratas, encontramos ese aparte que describe muy bien de lo que se trata.

Un joven militar que con una gran dificultad para ponerle palabras, le confiesa a Freud un relato. Lo más curioso, como todo lo que tiene que ver con el inconsciente, es que es una historia que nada tiene que ver con el sujeto en cuestión, algo que cuenta un capitán de su compañía estando él presente y  que muestra la eficacia de lo simbólico, de cómo la presencia de un significante para otro significante hace efecto. Evidente en la forma como lo afecta y que Freud describe así: En todos los momentos más importantes del relato se nota en él una expresión del rostro de muy rara composición, y que sólo puedo resolver como horror ante su placer, ignorado por él mismo.

Esto le sucede al repetir el relato donde al condenado le era atado a su trasero una lata con ratas que penetraban por el ano. Una historia bastante cruel, pero al fin y al cabo sólo una historia para el que la escucha. Sin embargo sabemos por el historial, cómo este suceso desencadenará toda la angustia que lo llevará a consulta.

Un placer ignorado por él mismo. Un horror y un placer que dan cuenta de lo llamado goce. Eso que aparece en el cuerpo, ese Otro que habla, que el que dice desconoce, pero que el otro interpreta. En este caso Freud que ante el gesto busca palabras para resolver, para decir lo que vio con sus palabras de ese Otro, el cuerpo que acusa lo que allí está escrito.

Es la eficacia de la lectura del inconsciente que sólo aparece, aunque siempre esté, cuando se le puede leer. Como en el ejemplo de un grito en la selva, si no hay quien lo escuche, sucederá como si nadie lo hubiera emitido. Y es la posibilidad, pero también lo fortuito del análisis ya que, aunque el que escucha pueda oír el grito, sólo si aquel que lo emite se lo alcanza a escuchar, es posible que pueda reconocer que hay algo en él que grita.

El goce y el significante. El fantasma, que en el caso de la lectura de Freud y su Hombre de las Ratas llegaron bastante lejos con sus Tantas ratas tantos florines. Una frase donde estos  significantes llevan a una historia antigua relacionada con el dinero y una deuda no pagada por el padre, además de la significación de los hijos. Un historial, bastante trajinado en el mundo psicoanalítico que nos permite acercarnos a lo que del fantasma hace efecto.

El joven en cuestión  llega a donde Freud a raíz de unas ideas obsesivas que han malogrado su tranquilidad, que se originan en la pérdida de unos quevedos, unos anteojos que en una de las actividades militares pierde y para obtener otros, escribe a su óptico para que le sean enviadas nuevamente. Es el origen de sus ideas ya que al recibirlas, devolver el dinero se le vuelve un calvario pues se le empiezan a imponer una serie de mandatos sobre a quién debe entregarlo, lo que le impide pagar la deuda aún sabiendo que fue la empleada del correo quien la canceló. Se impone que debe devolverlo a través de un teniente, del que en un principio el capitán cruel, como lo llamaba, le había dicho que había pagado. Y la historia de la devolución se articula con el relato de las ratas pues considera que si no paga a dicho teniente, la tortura le sucederá a su amada o a su padre, y aquí lo más paradójico, ya fallecido.

En el trasegar de la imposibilidad para pagar, es ayudado por un amigo quien le aconseja visitar a un médico y, como casualmente a sus manos cae un escrito de Freud, decide acudir a él. Momento del nacimiento de un historial que leído a la luz de los aportes de Lacan, tienen toda su pertinencia porque nos muestra ese camino lleno de trampas, pues es de ella que se parte, de lo simbólico que se repite en forma incesante, de lo Real que no puede ser asido y de lo imaginario que, en su sentido, hace resplandecer de una manera lo que en el fondo es otra cosa.

Un goce, que se enreda en un discurso incongruente e incoherente en el que los significantes ratas y florines darán la clave. Sujetado a lo que no sabe pero que hace efecto, por lo que se puede entender que Freud, en el aparte del texto sobre El Complejo Paterno y la Solución del Problema de las Ratas avance en la siguiente afirmación: Real y efectivamente podía hallar en la rata «la viva imagen de sí mismo». Acaso aquí podríamos recordar a Gregorio, este sí convertido en lo que un significante designa, producto de una historia literaria pero que no se aleja mucho de la aquí tratada, pues nuestro teniente en medio de tantas cavilaciones, no estaba menos aprisionado que Samsa.

En esta ocasión acudimos al caso de Freud para señalar su definición del goce: un horror ante su placer, ignorado por él mismo. También a lo que del significante hace su efecto, esas ratas, que aparecen por contingencia en un relato, que conmocionarán su historia porque tenían todo que ver con ella, pero que al mismo tiempo le permitirán abrirse a interrogantes que antes no habría podido hacerse.

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