domingo, 29 de agosto de 2010

Seminario. Segunda clase.


Lo Inconsciente. La vida y sus malentendidos

Una historia insólita que causó revuelo y sonrisas maliciosas en Francia en 1964, fue el motivo para la realización de una excelente película dirigida por David Cronenberg. Madame Butterfly, exhibida en 1995, toma su nombre de otra historia de amor y abandono, especialmente porque la música de esta ópera de Puccini en la voz de la protagonista inicia el romance de un diplomático francés que, según la versión, en la vida real duró veinte años.

Bernard Bousicot el personaje original es encarnado por Jeremy Irons bajo el nombre de Rene Golimara quien, fascinado por el misterio y la femineidad de Song Liling, se aparta de su esposa y se entrega a vivir su apasionado amor. En el transcurso ocurrirán ciertos hechos, especialmente la insistencia de Song Liling de nunca dejarse ver desnuda de su amante, objeción que Rene acepta entendiendo que por sus tradiciones no le es posible. Ella siempre se muestra enigmática y atractiva, solícita y distante, pero un día ante su insistencia desbordada de ver su cuerpo, ella le confiesa que está embarazada, razón para que no la toque y por lo cual debe irse a esperar el hijo lejos ya que esas son sus costumbres. A partir de allí la pierde vista.

Tiempo después viviendo en Francia y siempre pensando en ella, una noche Liling aparece con el hijo diciéndole que la salve y, para hacerlo, le ruega entregarle información secreta que él maneja con el fin de que su hijo no sea enviado a otro lugar donde probablemente no lo vean más. Él, comedido acepta y, como consecuencia, un día es detenido por las autoridades francesas acusado de espionaje. El día del juicio y ante sus negativas de que en ningún momento ha tenido contacto con algún espía chino, hacen entrar al supuesto agente quien también está siendo enjuiciado. La sorpresa de Rene Bousicot es mayúscula pues el hombre que aparece cruzando la puerta del recinto es su amada Son Liling, que vistiendo un traje totalmente masculino lo mira desde ese lugar.

La escena siguiente los muestra en el carro policial donde un estupefacto Rene, con la mirada le pregunta, o más bien se pregunta con quién ha estado. Song Liling o el espía que en la vida real fue Si Pei-Pu, actor de ópera china interpretado magistralmente por Jhon Lone, se desnuda frente a sus ojos y vuelve a aparecer en su rostro y en su mirada esa belleza inquietante que arrobó al francés. A punto de caer nuevamente, Bousicot reacciona y le espeta su engaño, él otro sólo ríe, diciéndole que lo que él busca todavía está ahí. El desenlace se da en la cárcel, hay una función y el actor es nuestro protagonista quien, en la mitad del escenario y colocando primero como fondo la música de Madame Butterfly, con un pequeño espejo empieza a maquillarse y poco a poco se va convirtiendo en ella para, al final, con el mismo espejo en un movimiento, supuestamente parte del acto, atravesarse el cuello muriendo desangrado a la vista del público, los otros presos que miran asombrados.

Una historia real que antes de ser película también fue obra en Broadway con el mismo nombre, nos facilitará el camino teórico. El malentendido por excelencia podríamos llamar a este suceso, especialmente porque los comentarios noticiosos del juicio, que no son tan evidentes en la película, fueron suficientes para mostrar la confusión del engañado.

Un suceso que tiene que ver con la posición masculina, la femineidad, el semblante y la identificación. También para preguntarnos por el acting out y el pasaje al acto, y por qué no, por el amor. En el seminario 18, De un discurso que no fuera del semblante, encontraremos algunos elementos que nos servirán de guía. Para iniciar, el capítulo II titulado en la edición Paidós: El hombre y la mujer, será nuestro tema de lectura para la próxima clase.

Aquí se puede escuchar el fragmento de ópera usado en la película http://www.youtube.com/watch?v=mMHVncVMEzU

viernes, 27 de agosto de 2010

El diván virtual


¿QUÉ QUIERE UNA MUJER?


Esta es una pregunta que, al parecer la han hecho y siempre la harán los hombres, una interrogación que Freud dejó en el centro de su teoría que nos permite adentrarnos en un asunto bastante complejo: la femineidad. Una forma de ser que tiene cierta relación con el misterio y lo sorprendente. Obviamente, no para las que hacen parte del grupo sino para los que no pertenecen a él.

Tampoco se puede concluir que aquello concernido por la femineidad -hay que aclarar que algunos no mujeres se incluyen- sea manejable. Como todo, sólo se vive, se disfruta y también se padece. Un ejemplo sencillo nos puede ayudar para entender lo complejo de la forma como nos la arreglamos con el mundo los que están del lado de los hombres y las que están del lado de las mujeres. Para cualquier ocasión, sobre todo si es especial, ella siempre dudará cómo presentarse, cómo adornarse y, nada más molesto que su atuendo encuentre uno similar en el mismo recinto, algo difícil que pase con ellos que, al contrario, lo adverso sería no estar en la misma línea que los otros llevan, ejemplo: el esmoquin. Sólo que sobresalga un poco más el chaleco como hace poco lo vimos, ya es motivo de escándalo.

Es la diferencia lo que caracteriza lo femenino, lo que deja lugar a la creación y donde es posible aceptar la desmesura no sólo en los adornos, también en la risa, los movimientos, el llanto y los pedidos. Una condición femenina no censurable ya que por estructura es así, además lo que hace posible que la mirada de ese “todo igual” se pose en lo que allá le hace señas como el pavo real. Femineidad no sólo para atraer sino también para recrearse en la búsqueda del detalle, como si siempre estuviera en la necesidad de llenar un lugar vacío. También de donde parte el deseo por un hombre y por un hijo.

La femineidad, una posición que permite rendirse ante un hombre, pero no en términos de guerra sino de la condición de que su presencia, su mirada, la llame. Le muestre algo propio que sólo puede conocer a través de él, y no porque le atribuya un lugar de poder o, sólo el que podría atribuirle: despertar el erotismo que habita en ella. Siendo así, se puede concluir que estos caminos se alejan del saber, están comandados por el sentir, de ahí que las hipótesis fallen, las promesas se incumplan y siendo lo que puede dar placer, también produce dolor. Dolor en lo que confunde a las mismas mujeres, en los casos en que lo femenino se queda en la mascarada, únicamente en la posición de objeto para ser deseada como si ella no tuviera más para dar o, en la incapacidad para someterse a que el otro la desee porque, creyéndose mirada sólo como un objeto, en su condición de no poder gozar de serlo, se reivindica en una lucha de saber y poder, en la ignorancia de que la sensualidad no está relacionada a conocimientos, sabiduría o derechos.

Lo femenino ha atravesado la cultura y sus relatos muestran a la mujer como transgresora o motivo de conflictos. Desde Eva, pasando por Pandora y Helena de Troya. Y qué decir de las consideradas brujas que asustaban tanto a los inquisidores. ¿Será que para el hombre eso tan deseado también se siente amenazante? Una pregunta que puede llevar a respuestas que no se resuelvan sólo a través de asignar culpas sino de poder incluir lo complejo de lo propio.

Escrito de IPM publicado en El Heraldo, periódico de Barranquilla, Colombia en agosto 7 de 2010

martes, 24 de agosto de 2010

Seminario. Primera clase


LO INCONSCIENTE. LA VIDA Y SUS MALENTENDIDOS

La propuesta del presente seminario abre un abanico a tantos interrogantes, que si logramos concretar algunos nos daremos por bien servidos. La vida y sus malentendidos es una forma de tratar de abordar aquello que Freud, con paciencia, rigor y no sin malestar, -lo sabemos por sus cartas confidenciales- pero aún con humor, plasmó en su teoría. Una forma de abrir una ventana a un conocimiento nuevo, difícil de aceptar pero tan coherente con lo que día a día vivimos que acabó por imponerse. La forma como pudo teorizar esos actos cotidianos en textos en los que a través de ejemplos, en una generosidad necesaria para que el lector pudiera entender y preguntarse, dicen de la certeza que lo acompañaba en el conocimiento de lo inconsciente. Y especialmente cómo entendía su manifestación a través de las palabras. De tantos, sólo algunos ejemplos:

Un profesor, en su discurso de toma de posesión de una cátedra dijo: -No estoy inclinado a hacer el elogio de mi estimado predecesor- queriendo decir:-No soy el llamado.

Un joven recién casado cuya joven mujer, deseosa de no perder su aspecto juvenil, se resistía concederle con demasiada frecuencia el comercio sexual, me contó la siguiente historia que había divertido extraordinariamente al matrimonio: Después de una noche en la que él había quebrantado de nuevo la abstinencia deseada por su mujer, se puso por la mañana a afeitarse en la alcoba común, y, como ya lo había hecho otras veces por razones de comodidad, usó para empolvarse la cara una borla de polvos que su mujer tenía encima de la mesa de noche. La esposa muy cuidadosa de su cutis, le había dicho varias veces que no usara dicha borla, y enfadada por la nueva desobediencia, exclamó desde el lecho en que aún se hallaba reposando: -¡Ya estás otra vez echándome polvos con tu borla!- La risa de su marido la hizo darse cuenta de su equivocación. Había querido decir: -¡Ya estás otra vez echándote polvos con mi borla!- Y sus carcajadas acompañaron a las del marido.

Y aquí una de sus tantas explicaciones:

Tanto en unos casos como en otros, lo que en las perturbaciones del discurso se revela es la perturbación interior. No creo en verdad que haya nadie que se equivoque durante una audiencia con el rey, en una seria y sincera declaración de amor o en una defensa del propio honor ante los jurados, esto es en aquellos casos en que, según nuestra justa expresión corriente, pone uno toda su alma. Un estilo límpido e inequívoco nos demuestra que el autor está de acuerdo consigo mismo.

En la afirmación anterior hay algo que llama la atención y es la alusión al rey. Podemos decir que este ejemplo está dentro de una época, como son las razones de la resistencia de la recién casada, seguramente por la falta de anticonceptivos, pero en la alusión al rey hay algo que denota una cierta posición de Freud frente al Otro, como llamaría Lacan más tarde a ese lugar de poder investido y sostenido en lo imaginario del padre que no ha caído. Esto y muchos otros aspectos interesantes nos invitan a la lectura de estos textos que nos muestra cómo no somos dueños de lo que llamamos nosotros mismos.

Si Freud fue un maestro acucioso, Lacan también lo va a ser, la diferencia que, además es grande, es que esa acuciosidad no se reflejará en mostrarnos pasos a paso lo que deberíamos ver, más bien se caracterizará por la dificultad, una forma de poner en acto aquello en lo que Freud había sido tan explícito. Es la razón por la cual acercarse a su enseñanza exige más de nuestra parte. Sin ejemplos, sin definiciones, a cada uno le corresponderá, como en un análisis, hacerse cargo de lo captado, situación que lleva a que la teoría aprehendida sea el producto de una elaboración propia, de un trasegar una y otra vez sobre sus textos en los que en ocasiones, surgirá un destello de entendimiento, destello que estará signado por la necesidad de seguir indagando en la búsqueda de su confirmación.

En el seminario La Ética, hay una exhortación de Lacan a la lectura de La Etica a Nicómaco de Aristóteles, que bien podemos tomar para cualquier texto que se nos presente difícil, especialmente en nuestro caso para los del que hace la recomendación, Dice:

Sin duda, se encuentran algunas dificultades en el texto de su enunciado, en sus rodeos, en el orden de lo que discute. Pero superen los pasajes que les parezcan demasiado complicados, o bien tengan una edición con buenas notas que los remitan a lo que es necesario conocer de su lógica, dado el caso, para comprender los problemas que evoca. Sobre todo, no se entorpezcan tratando de captar todo, párrafo por párrafo, sino intenten primero leerlo de punta a punta y con seguridad obtendrán una recompensa.

También podemos tomar otro aparte, ahora del seminario La Angustia con relación a lo que puede suceder al enfrentarse a textos que muestran cierta erudición que, en la mayoría de las ocasiones, al lector que se acerca por su interés en el psicoanálisis, se puede tornar en obstáculo. Encontramos esta sugerencia:

Quienes saben algo al respecto pueden seguirme por dónde avanzo, pues lo importante es mi discurso y no mis referencias, que pueden no conocer.

Y para qué esta introducción, sino para decir de lo que trata lo que trabajaremos en estos meses y es cómo, a partir de esas formas en que el psicoanálisis aborda lo que del sufrimiento del síntoma hace a la vida, asir algunos conceptos para entender, no tanto, por qué su hija es muda, porque de lo que se trata es de hacerla hablar. Partiremos de una película de la que se dice se basa en un hecho real: Madame Butterfly, propuesta en la ejemplificación de lo que en relación al fantasma, su protagonista termina seducido por un semblante que, al caer, reducido a un lugar de desecho, sólo puede optar por la muerte.

Obra:Docteur Freud. Pedro Uhart

domingo, 22 de agosto de 2010

Retazos freudianos

Algo de su historia.

Me di cuenta de pertenecer en adelante a aquellos que "han turbado el sueño del mundo", según la expesión de Hebbel, no pudiendo ya esperar objetividad ni consideración algunas. Más como mi convicción de la exactitud general de mis observaciones y conclusiones iba siendo mayor cada día, y no carecía tampoco, precisamente, de valor moral ni de confianza en mi propio juicio, no podía ser dudosa mi resolución. Me decidí, pues, a creer que había tenido la fortuna de descubrir algo de singularísima importancia, y me dispuse a aceptar el destino enlazado a tales descubrimientos.

Este destino me lo representaba en la siguiente forma: El positivo resultado terpaéutico del nuevo procedimiento me permitía subsistir, pero la ciencia no tendría durante mi vida noticia alguna de mí. Algunos decenios después de mi muerte tropezaría, inevitablemente, otro investigador con aquellas cosas rechazadas ahora por inactuales, conseguiría su reconocimiento y haría honrar mi nombre como el de un precursor necesariamente desgraciado. Entre tanto -Robinson en mi isla desierta- me las arreglé lo más cómodamente posible. Ahora, cuando desde la confusión y el barullo del presente vuelvo la vista hacia aquellos años solitarios, se me aparecen estos como una bella época heroica. Mi de entonces presentaba sus ventajas y sus encantos. No tenía que leer obligatoriamente nada ni escuchar a adversarios mal informados; no me hallaba sometido a influencia ninguna ni había nada que me forzace a apresurar mi labor. Durante este tiempo, aprendí a domar toda inclinación especulativa y a revisar -según el consejo de mi maestro Charcot- una y otra vez las mismas cosas, hasta que comenzacen por sí mismas a decirme algo.

Tomado de Historia del movimiento psicoanalitico. Obras completas.

Retazos Lacanianos


De la fiolosofía y el Psicoanálisis

-¿Que la he tomado con la filosofía? Es muy exagerado-.
X-Es una impresión-.
-Si, es una impresión. Acaban de preguntarme hace un momento si creía que las cosas que explico no pueden ser problemáticas. He respondido que sí. No tengo más motivo para soltarlas que la razón de una experiencia precisa, que es la exptreiencia analítica. Si no fuera así, no me consideraría con derecho y sobre todo con ganas de prolongar el discurso filosófico mucho más allá del momento en que muy oportunamente ha sido borrado.
X-Esto lo transforma-
No lo transforma. Es otro discurso. Es lo que intento demostrarles al recordar, en la medida en que lo pienso, a aquellos que no tienen ni idea de la experiencia analítica, que de todas maneras es su divisa. De eso parto. Si no, este discurso no tendría un aspecto filosóficamente tan problemático, cosa que el señor que está ahí y que ha tomado primero la palabra ha recordado hace un momento, traduciéndolo en términos sofísticos. No creo que sea así. La persona que evocaba antes me coloca como un subrayado, me sitúa en el centro de lo que actualmente puede llegar a ser no sé qué mezcla, qué crujido, qué apertura del discurso filosófico. No está mal, está hecho de un modo extremadamente simpatizante, pero en una primera impresión -lo que pienso sobre esto puede cambiar- me he dicho, desde luego, meterme en ese linaje, qué Entstellung tan singular, qué desplazamiento tan singular del alcance de lo que pueda decir.
X-Lo que usted dice está siempre descentrado en relación al sentido, usted rehuye el sentido.
-Tal vez por eso mi discurso es un discurso analítico. Corresponde a la estructura del discurso analítico ser así. Digamos que me agarro a eso tanto como puedo, por no decir que me identifico estrictamente con eso, si es que lo logro.
Tomado del seminario El Reverso del Psicoanálisis, Conversación en los escalones del Panteon.

miércoles, 11 de agosto de 2010

El Diván virtual.

Las fantasías. ¿Es sólo soñar despierto?


Cuando pensamos en nuestras fantasías, por lo general nos remitimos a creer que son esos momentos en que se sueña despierto. Y no es que no sea verdad, pero también es cierto que existen otras de las que no tenemos noticia porque están tan escondidas, que llegan a actuar sobre nosotros sin que nos percatemos de ellas.

También se tiende a pensar que las fantasías son todas positivas, lo que no sabemos es que debajo de ellas se puede esconder algo que no lo es tanto, como la de suponer que las cosas son más fáciles de lo que son, que lleva a confundir el optimismo con la falta de realidad, a creer que con desear lo que queremos se materializará. Es de pronto la razón de que los cuentos de los genios envasados en las botellas o de las hadas que nos conceden deseos, siempre hayan gustado. Cuentos que traen su cuota de realidad porque su moraleja generalmente indica, que el conflicto que genera, y su posterior elección, terminan en contra del supuestamente afortunado. Enseñanza poco aprendida que lleva a innumerables desilusiones, también lo que hace suponer que el otro siempre es más feliz.

Una lección que no es fácil de aprender por soportarse sobre esa fantasía que nos lleva a esperar más de lo que debiéramos, como en la consabida frase para referimos al otro: “Lo más natural es que se le hubiera ocurrido”. Ignorancia de que lo natural no es tan natural y que el otro no está al tanto de nuestros deseos, ni en la obligación de saberlos. Una imposibilidad de saber de las diferencias que lleva a la sorpresa cada vez que la acción del semejante no es acorde con la propia. Debe ser que a veces se toma literal la palabra semejante, que semeja una igualdad que está lejos de ocurrir y que niega la realidad de que cada cosa que realizamos, cuando involucra al otro, implica un alto grado de esfuerzo, evidente en la impaciencia de aquellos que suponen que por hablar, porque ya se dijo, se entendió. La tan mentada falta de comunicación.

Un creer que todo es más fácil de lo que es, evidente en el que inicia un negocio y decae antes de la primera ganancia, de los padres que rinden su autoridad ante la desobediencia insistente del hijo, del que se impacienta fácilmente ante el error del otro y, especialmente del propio, de la dificultad para aceptar las cosas como vienen por estar pensando en cómo han debido venir. Es creer que la vida funciona como un libreto, obviamente el propio, que cuando no sigue las líneas esperadas raya la fantasía de aquel, que en su imaginación, lo ha escrito.

Y es que los cuentos de hadas siguen funcionando, nos dicen que en un principio antes de encontrar el amor habrá impedimentos, actos heroicos y sufrimiento, pero al llegar el beso del príncipe serán felices para siempre. Debe ser porque ahí acaba la historia que nos quedamos con el malentendido. Una frase que se la creían antes y aunque no fueran felices no hablaban, hoy no sólo se habla, también se actúa en la creencia de que la razón es que el príncipe o la princesa salió defectuoso y, en muchas ocasiones, no todas obviamente, por creerse que todo iba ser felicidad para siempre, se termina, para decirlo con una analogía mecánica, botando la máquina cuando lo que faltaba era ajustar algunos tornillos.

Lo que hace más difícil la vida es estar lejos de la realidad, estar habitado por fantasías en la que la comodidad nos impide movernos, que aleja de cualquier esfuerzo y, si a veces se logra, se vive como una proeza esperando la satisfacción inmediata. Una satisfacción que al no tenerla, se entra al coro de quejosos que, siendo la mayoría, nos permiten seguir creyendo que la vida nos debe algo, sin poder ver que somos nosotros quienes le debemos mucho a nuestra vida. Las fantasías inconscientes son comunes a todos, también no saber de ellas, lo que sí sabemos es cómo no anda nuestra vida, lo que amerita por lo menos una pregunta.

Escrito de I.P:M. publicado en el periódico El Heraldo de la ciudad de Barranquilla, Colombia. Julio 31 de 1010

martes, 10 de agosto de 2010

Invitación seminario

                                       
                                         “Lo inconsciente. La vida y sus malentendidos”

Así es siempre, hay que esperar entre realidad y poesía a que la ecuación se cumpla.
Leonardo Sciosia
Es que la vida no soporta que se la mire muy de cerca.
Joseph Conrad

El psicoanálisis es una práctica delirante, decía Lacan, y de hecho eso lo podría pensar cualquiera que se dedicara a escuchar lo que, en las sesiones entre analizante y analista, tiene lugar. Y es que lo que allí sucede obedece a un tiempo y a un discurso cuyo sentido no se juega en la lógica de lo conocido y supuestamente razonable. También podríamos estar tentados a tener una mirada similar en la forma como se despliega la teoría y, en los términos que allí se juegan: pulsión, complejo de Edipo, fantasma, goce, objeto a, significante y demás. La única manera de que, para aquel interesado adquieran una significación, es ahondar en ellos. Es el motivo de que la invitación al presente seminario esté orientada a proseguir en estas interrogaciones, ahora anudadas a lo que del amor, la sexualidad, el odio y la muerte hacen a lo dramático de la vida.

Somos seres del lenguaje, y por serlo lo somos también de la ignorancia, pero no de saberes, de estos se tienen muchos. Es de la ignorancia de lo propio, lo llamado inconsciente que nos hace actores de la propia vida que no conocemos el libreto y poco sabemos del actor. Es por eso que una sesión puede ser delirante y la teoría tan extraña, es que allí se habla algo de la verdad que, por serlo, es dicha a medias. Algo de lo que Freud dejó en evidencia en sus primeros escritos sobre la psicopatología de la vida cotidiana, los sueños, el chiste y demás.

También la razón de que para acercarse a la teoría, que no es sin consecuencias, la forma sea el seminario donde el alumno debe buscar la respuesta a sus propias preguntas y donde el maestro aparece cuando ya está a punto de encontrarla, un pensamiento en movimiento, como en alguna ocasión fue definido. Además, porque es la manera como también funciona lo que hace a la vida, donde nada está dicho de antemano, salvo en la repetición.

TEMAS:
-El fantasma. Pasaje al acto y acting out.
-La femineidad y la posición masculina.
-Discurso y semblante, el prójimo y el semejante.
-Lo imaginario y el sentido. Lo real y la angustia. Lo simbólico y el malentendido.

MATERIAL
-Película “Madame Butterfly” del director David Cronember, protagonizada por Jeremy Irons. A través de ella, y teniendo en cuenta que se basa en un hecho real, se desplegarán los elementos necesarios para entender el no saber del inconsciente y sus efectos en el amor, la sexualidad y la muerte.
-Textos de S. Freud:
  Apartes de Psicopatología de la vida cotidiana y el chiste y su relación con lo inconsciente.
- Seminarios de Jacques Lacan:
  Apartes de La ética. -La Angustia. -La lógica del fantasma.- Aun.

INICIO: MARTES 17 de agosto DE 2010
FINALIZACIÓN: MARTES 30 de noviembre de 2010
HORA: 7:00 p.m.
isaprami@hotmail.com
“Atavismo del Crepúsculo” 1933-1934. Salvador Dalí

El Diván Virtual.

La imagen. ¿Por qué tan importante?

La imagen, eso de lo que hablamos tanto, en lo que se mueve la época que nos ha tocado vivir. Se habla de mantener la imagen, tener buena imagen y hay manejadores de imagen, como si tuviéramos que estar proyectando lo que quisiéramos que el otro viera, además, anticipándonos a lo que supuestamente el otro quiere ver. Algo que puede pesar, como andar cargando con una cámara invisible que nos proyecte en la búsqueda de que la mirada del otro nos apruebe.

Es una forma de maquillar los miedos que sufrimos a no gustar, a no ser reconocidos, a fallar. Como lo descubrió Freud muy tempranamente: “Queremos ser mejores de lo que nuestra constitución nos permite”, y no porque tengamos que renunciar a esa búsqueda, sino a que por estar en ella no se pueda reconocer lo mejor que tenemos. A veces escuchamos, y esto es muy común: “Quiero terminar mi carrera para ser alguien”, como si ya no lo fuera. Es como no estar advertido de que si inició ese camino es porque ya lo es. O, la pregunta: ¿cómo me veo? Y la respuesta irónica pero al parecer correcta: no tengo idea, sólo tú puedes saber cómo te ves.

Nuestra constitución como sujetos nos expone a todas estas dificultades, no porque seamos enfermos o disfuncionales, es que simplemente es de estructura y no es nada fácil. Seguramente la razón de que vivamos tan pendientes de la imagen, tiene que ver con la fantasía de creer que lo que el otro ve de uno es manejable, que se puede controlar, como si contáramos con un control remoto para dirigir los afectos y percepciones que el semejante pueda tener para con nosotros. Nada más lejos de la realidad y que trae muchas frustraciones. Una corta reflexión nos puede dar una pista: si no somos capaces de manejar lo propio, cómo vamos a manejar lo del otro. Y esto lo sabemos muy bien porque si alguien nos gusta o no, al parecer no obedece a lo racional, sólo lo sentimos.

Vivir pendiente de la imagen nos aleja bastante de lo que realmente somos. Y aquí se juegan cantidad de acciones que tienen que ver con la moda, con estar al tanto de lo in o superfluo, en este caso fácil de distinguir, lo menos fácil es cuando no podemos reconocer que nuestra mirada se dirige siempre a lo que mira el otro, en la incapacidad de elegir lo que puede ser propio. Una mirada que domina en la incapacidad para ser libres y optar por lo que sería más honesto con uno mismo.

Y aquí podemos volver a referirnos al amor y sus dificultades, una de ellas, quedarse en la seducción, algo de lo que sabemos bastante y por lo cual comerciales y revistas lo promueven en sus títulos: “Cómo seducir”, “Cómo hacer que caiga rendido a tus pies”. Es la razón por la cual las cosas lleguen sólo hasta ahí, porque cuando cae la mascarada el escenario queda vacío y, es que siempre lo había estado, sólo lo llenaba una imagen.

Lo anterior nos pone a pensar en nuestra época, afortunada en beneficios tecnológicos y en cambios que todavía no alcanzamos a digerir, donde prevalece la imagen. Reflexionar sobre esto no es una solución definitiva ni trae la respuesta mágica que nos soluciona el problema, pero si es cierto que cuando se está advertido sobre algo, es un poco más difícil caer en su trampa.

La trampa de la seducción, de creer que si hago esto pasará esto, de construir sobre lo que no es propio, de perdernos en clichés y mandatos que nunca cuestionamos y de sufrir, porque cuando lo que hacemos no es auténtico y pleno y sólo está para portar una imagen para que el otro la vea, estamos lejos de saber, ni siquiera quienes somos.

Escrito de I.P.M. publicado en el peródico El Heraldo de Barranquilla, Colombia el 24 de julio de 2010

viernes, 6 de agosto de 2010

De escritores.

Milan Kundera en:

La Lentitud

¿Por qué habrá desaparecido el placer de la lentitud? Ay, ¿dónde estarán los paseantes de antaño? ¿Dónde estarán esos héroes holgazanes de las canciones populares, esos vagabundos que vagan de molino en molino y duermen al raso? ¿Habrán desaparecido con los caminos rurales, los prados y los claros, junto con la naturaleza? Un proverbio checo define la dulce ociosidad mediante la metáfora: contemplar las ventanas de Dios. Los que contemplan las ventanas de Dios no se aburren; son felices. […]Miro por el retrovisor: siempre el mismo coche que no consigue adelantarme por culpa del tráfico en sentido contrario. Al lado del conductor va una mujer, ¿por qué el hombre no le cuenta algo gracioso? ¿Por qué no descansa una mano en su rodilla? En lugar de eso, maldice al automovilista que, delante de él, no avanza lo bastante rápido; tampoco la mujer piensa en tocar al conductor con la mano, conduce mentalmente con él, y ella también me maldice.

La Broma

En aquella época no era capaz de sentir por él más que odio, y el odio produce una luz demasiado fuerte, en lo que se pierde la plasticidad de los objetos.

¿No es mucho más cómodo coincidir con el comunista poderoso en el odio al impotente, que coincidir con el comunista impotente en el odio al poderoso?

Comprendí que aquella imagen (aunque no se parezca a mí) es mucho más real que yo mismo; que no es ella la mía sino yo su sombra; que no es a ella a quien se puede acusar de no parecérseme, sino que esa desemenjanza es culpa mía; y que esa desemejanza es mi cruz, que no se la puedo endilgar a nadie y que debo cargar con ella.

Y la historia es terrible porque con frecuencia se convierte en un escenario para inmaduros; un escenario para el jovencito Nerón, un escenario para el jovencito Napoleón, un escenario para masas fanatizadas, cuyas pasiones copiadas y cuyos papeles primitivos se convierten de repente en una realidad catastróficamente real.

Lo que yo amo en una mujer no es aquello que ella es en sí misma y para sí, sino aquello con lo que se dirige hacia mí, lo que es para mí. La amo como a un personaje de nuestra historia compartida. ¿Qué sería la figura de Hamlet sin el castillo de Elsinor, sin Ofelia, sin todas las situaciones que pasa, qué sería haciendo abstracción de todo eso? ¿Qué quedaría de ella, más que una especie de esencia ilusoria, vacía y muda?

La Insoportable Levedad del Ser.

Con las metáforas no se juega. El amor puede surgir de una metáfora.

Me parece que Teresa es una prolongación de ese gesto con el que su madre arrojó lejos de si su vida de mujer hermosa […] (Y sí la propia Teresa tiene movimientos nerviosos y gestos poco armoniosos, no podemos extrañarnos: aquel gran gesto de la madre, salvaje y autodestructivo, ha quedado dentro de teresa, ¡se ha convertido en teresa!)

Comprendían con precisión el significado lógico de las palabras que se decían, pero no oían en cambio el murmullo del río semántico que fluía por aquellas palabras.

No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero ¿Qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir ya es la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni siquiera un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro.

martes, 3 de agosto de 2010

El Diván Virtual.

                                                  
                                              ¿Por qué sufrimos tanto por amor?

El amor es el tema por excelencia, en la literatura, las canciones, la poesía, el cine, y en las conversaciones diarias. Es algo tan mentado, reconocido, anhelado, y siempre incomprensible. Siendo uno de los regalos más bellos que nos puede dar la vida, es también, paradójicamente, lo que más nos puede hacer sufrir, porque amar implica que el otro se vuelve un objeto codiciado, y sabemos lo que esto significa. Es querer tenerlo, apoderarse, que sea sólo para uno. Si el otro fuera un objeto esto no sería mayor inconveniente, tal como sucede cuando obtenemos algo que nos gusta y podemos usarlo a nuestro antojo. Una de las fuentes de las penurias amorosas está ahí, en que el otro no es un objeto, es alguien que también piensa y siente, que decide y del cual no lo sabemos todo.

No saber del otro, y más, si es nuestro objeto de amor, nos coloca en un lugar de falta. Falta de saber qué piensa, cómo nos ve, qué cree de nosotros, qué va a hacer, si realmente somos igual de amados. Y es que el amor, aquello que tanto deseamos y nos hace felices, también nos confronta con la diferencia radical con el otro llenándonos de incertidumbre, una incertidumbre que puede llevar a algunos a una posición dominante, especialmente del lado de los hombres, o a una insistencia en las preguntas, del lado de las mujeres, como si a cada paso se quisiera asegurar o confirmar que el encuentro es real.

Arriesgarse a amar entonces, es todo un intento. Dice una canción que es como saltar sin red y, al parecer, tiene toda la razón, por eso es que el amor es bastante escaso, aunque existan un sinnúmero de parejas. No estaría de más citar aquí a Albert Camus a quien se le ocurrió decir que “el amor existe algunas veces cada siglo, el resto es sólo vanidad y tedio”. Digamos que exageraba un poco, pero no deja de tener razón.

Además, contamos con otro ingrediente que, haciendo sus delicias, también trae su grado de dificultad: la sexualidad, y es que allí, sí que nos encontramos más perdidos. Sólo aquellos que se postulan como gurús del sexo, dicen saber sobre ello y, seguramente, muchos crédulos les creen para tratar de maquillar la angustia que este no saber propone. Y es un no saber, porque la forma como cada cual goza no tiene nada que ver con la técnica, cosa con la que los humanos nos confundimos creyendo que es algo que se aprende y además, es manejable. Algo así como creer que enseñando a manejar bien los cubiertos, se degustará mejor el plato.

La sexualidad es algo de lo que hoy creemos saber mucho, a diferencia de la época en que Freud se atrevió a nombrarla como una de las motivaciones más determinantes de la vida humana. Y aunque hoy se hable y se actúe más libremente, esto no ha garantizado que el tema esté resuelto, al parecer se ha complicado más, dejando ver que puede ser más fácil desnudar el cuerpo, como ofrenda de amor, cuando lejos se está de ello, puesto que lo más difícil es desnudar el alma.

El amor es dar lo que no se tiene, dijo alguien. Para entenderlo pensemos que no dar lo que se tiene es mezquindad, eso lo sabemos. Dar lo que se tiene es cautivación, seducción, en lo que se queda muchas veces lo que creemos es el amor. Dar lo que no se tiene, es la posibilidad de ir más allá de uno mismo, digamos desconocerse y, especialmente, desconocer lo que se da, donde no entra el inventario de favores y de entrega.

“Te amo porque te necesito”, es la forma más común de amar, y la menos: “Te necesito porque te amo”, necesidades distintas. La primera para ser llenado, que es donde más se sufre, una relación de vida o muerte, donde el otro es la vida, que se refleja en frases no metafóricas como: “sin ti me muero”. La otra, es la posibilidad de no endilgarle al otro esa pesada carga, que más que un amor pareciera una transfusión, una diálisis. Es probablemente a lo que se refería Camus que, como buen escritor, podía captar un poco más nuestras debilidades humanas.

Escrito de IPM publicado en el periódico El Heraldo de Barranquilla el 17 de jukio de 2010