miércoles, 31 de agosto de 2011

Pensamientos


Filosofía y psicoanálisis.

Antes de Descartes aunque había sujetos, el sujeto no había sido nombrado en el pensamiento en la cultura. Sujeto a Dios no había sido pensado, es así que los lógicos como San Anselmo se preocupaban más por demostrar la existencia de Dios, o sea del Otro, que del sujeto. Con descartes se empieza a hablar de otra forma y aparece el existo, que va a dar lugar a la existencia y sin el cual no habría existencialismo, aunque él no sea el padre.

CaduceusLo que viene después es todo un adelanto en cómo pensar a ese yo que piensa, y allí, spinoza, qué avance poder delimitar las pasiones, luego, los empiristas ingleses y los debates sobre la ideas. Más adelante Kant y su idealismo, Hegel: la conciencia y la dialéctica. En Kierkegaard y el existencialismo y Nietzsche y el eterno retorno, empiezan a sospechar el agujero, que Freud puede nombrar y Lacan trata de conceptualizar a partir de nombrar al sujeto de otra manera: un S1 para un S2, entre dos significantes. De paso retoma la angustia, que entiendo, la ubica entre ambos y en relación al objeto a, objeto perdido, que por más que se repita su trazado nunca será repetición porque no es eso lo que se encontrará.

Lo que se repite es un vacio, una perdida que es la misma constitución del sujeto, que siendo angustiante, también permite una salida porque es repetición de un momento constitutivo, allí a lo que el análisis apunta, sabiendo que A no es igual A, porque la segunda nunca será igual a la primera. Un avance para pensar al sujeto y al objeto y también un avance de los impases del existencialismo, donde la salida es la eterna repetición que por lo simbólico representa la muerte.

Impase porque la existencia es tomada de la realidad, de la consistencia, de lo imaginario. La ex-sistencia en Lacan tiene que ver con lo real.

De IPM

jueves, 25 de agosto de 2011

El diván virtual


¿Pobrecito?

¿Por qué será que usamos tanto esta palabra? Está tan arraigada que no nos damos cuenta. Vivimos en un mundo de “pobrecitiados”, que se inicia en el decir de muchas madres: “Pobrecito mijo”. ¿Y las razones? Porque estudió toda la noche, porque trabaja mucho, porque no lo entienden, porque no le salieron las cosas como las esperaba. Razones que si se analizan, se aplican a situaciones que a todo el mundo le suceden pero que en un malentendido, dejan a los así rotulados en la creencia de que su vida es un valle de lágrimas.
Una palabra que implica compasión, un sentimiento válido producto de nuestra condición humana que permite identificarse con el dolor ajeno y lleva a la solidaridad con el semejante. También una palabra de la que muchas veces se abusa sin darse cuenta, que transmite un mensaje de desvalorización en el que muchos, por haberlo escuchado siempre, se acomodan.

Mirar al otro con compasión, con dolor, lo disminuye, al mismo tiempo que permite al que así mira, estar en una situación de ventaja. Algo muy común en algunas madres y padres que nunca pueden ver que su hijo ha crecido, por lo cual lo asumen como alguien para quien los retos normales le serán inalcanzables. Un sentimiento conmiserativo que no da apoyo sino que lo quita, que obedece, como casi todo, a razones inconscientes. Que lo sean no quiere decir que sean imposibles de descifrar, sólo hay que fijarnos en las palabras que usamos, y si esta es una de ellas, algo debemos estar trasmitiendo mal.

Un pobrecito que cuando siempre se ha escuchado lleva a la falta de confianza en sí mismo. Donde situaciones de la vida, que no son pocas, en las cuales se exige es levantarse y proseguir, la autocompasión no lo permite porque acomodado en el lugar de la víctima, se recurre al llanto, a la agresión y sobre todo a culpabilizar al otro sin sentirse involucrado. Y, en ocasiones, a buscar ayuda en remedios mágicos donde otros hacen de las suyas, aprovechando que el interesado está convencido que las soluciones no las tiene él sino el destino y la suerte que siempre le ha sido adversa.

Vemos la vida según el marco interpretativo en el que nos la han mostrado, por eso aquellos que ante un simple resbalón siempre han oído una gran algarabía y han sido mirados con compasión, serán muy diferentes a los que ante el mismo, encontraron una mano que los ayudó a levantarse, no sólo del piso sino de una creencia de ineptitud, incapacidad y derrotismo.

Pobrecito es un mensaje fuerte que no prepara precisamente para los momentos difíciles, cuando perdemos un amor, un amigo, un trabajo, cuando la enfermedad nos encuentra o la muerte acecha. Pobrecito es algo que no debemos decir a nadie, ni decirnos a nosotros mismos, ya que todos estamos en este mundo, seguramente con más o menos posibilidades pero con la suerte de estar vivos. Tal vez lo que llevó a García Márquez a una frase magistral, cuando uno de sus personajes a una edad muy avanzada se da cuenta que “No era la muerte sino la vida la que no tenía límites”.

Unos límites que a veces los estrechamos porque una situación difícil nos lleva a recordar otras pasadas, que así encadenadas, llevan a pensar que se es muy de malas, cuando sólo es una asociación en la que pasamos por alto lo que no entra en la serie del infortunio. Una posición adquirida desde tiempos tempranos donde nos adjudicaron y nos adjudicamos como pobrecitos, un dicho muy común que no se cuestiona, que se arrastra de generación en generación y es aceptado como normal y hasta benéfico en la cultura.

Escrito de IPM publicado en el periódico El Heraldo de Barranquilla, Colombia. Junio 18 de 2011

lunes, 22 de agosto de 2011

Lecturas recomendadas



Conferencia de Lacan en Londres

Una nota de Hebe Friedenthal -3 de febrero de 1975-.

"El Instituto Francés de Londres invita a 'Entretiens avec Jacques Lacan' el 3 de febrero de 1975" anuncia un cartelito colgado en segundo plano en una cartelera escondida en una de los Departamentos de la Tavistock. Los ingleses, ni se enteran: el cartelito casi ni se ve, ellos no entienden francés, y además ¿quién es Lacan?

Los sudamericanos en cambio, se alborotan, se preparan, hacen lugar en sus agendas para una conferencia vespertina. Yo llego media hora antes, recordando relatos sobre sus auditorios multitudinarios en la Sorbona. El Instituto Francés está situado en un barrio "posh", como dicen por acá (en criollo, "pituco"), tiene un pequeño teatro donde se realizará la conferencia. Lentamente se llena. Concurrentes ¿quiénes serán? Por su aspecto diría estudiantes, señoras y señores que asisten a "conferencias de enriquecimiento cultural", psicoanalistas (pocos) que oyeron hablar de Lacan, y unos diez psicólogos y médicos argentinos estudiando o paseando en Londres. En fin, una mezcla. En el escenario del teatro una mesa, rnicrófono y silla esperan a Lacan.

Este se presenta con un traje gris de excelente corte y una camisa blanca cuyo cuello alto y duro le forman un cierre novedoso, una terminación especial. ¿Estudiada? ¿Diseñada para él? Pelo blanco, frondoso, anteojos, un cigarro, cejas muy espesas. Con sorpresa me entero que tiene 74 años. Un señor lo presenta, saluda el retorno de Lacan a Londres, y, espera, el de Londres a Lacan, después de diez años. Anuncia la próxima aparición de los "Escritos", publicada por Tavistock Press.

Lacan comienza:

¿Se oye bien? Me sorprendió que me pidieran varias veces que viniera a Londres, no tenía idea de cuantos seríais, no esperaba encontrar una asamblea tan numerosa. Sé que aún se me ignora. Podemos tomar a Erich Fromm como un nombre dentro del psicoanálisis, que no me menciona. Ya en 1953 en París se da la primera escisión del Instituto Psicoanalítico, contemporánea a su formación; yo he creído mi deber tomar partido por cierto número de personas, de ahí derivaron todo tipo de consecuencias cuya historia no tiene ningún interés. El psicoanálisis francés se habría beneficiado si hubiera seguido siendo, un solo psicoanálisis... habría tenido también la ventaja de recibir mis enseñanzas. El libro de Erich Fromm "La crisis del psicoanálisis" ‑él considera que hay menos gente que se hace analizar en Norteamérica‑ me ha sorprendido, no me menciona. Para él sigo siendo un desconocido.

Yo insisto en comentar cómo siento que son las cosas. ¿Por qué se siguen mis cursos en París? Porque aportan. Porque aportan algo que es del orden del signo. El psicoanálisis aparece en el mundo en el momento de introducción de una palabra como ésa (signo). Quiero decir que no es un concepto del mundo sino algo que relativiza la noción que podemos tener de lo que es un mundo. Es una noción totalmente –para introducir un término que suelo usar, "un pivote"- es una noción imaginaria. Uno se imagina que hay un mundo y esto es algo que hay que revisar, quiero decir, que hay que retomar, porque esto es lo que nos enseña la historia.

domingo, 14 de agosto de 2011

El diván virtual


¿Una cura para el dolor humano?

Cuando se escribe, muchas veces asalta la pregunta de para qué sirve lo que se está diciendo. Un pensamiento más frecuente cuando se cree estar tratando un tema trivial, algo que me recuerda la tenacidad del fundador del psicoanálisis Sigmund Freud. Sabemos que se dedicó a aspectos considerados banales para su tiempo, y aún algunos lo creen así. Dedicarse al estudio de los sueños, de los lapsus, de los olvidos, del chiste, parecía un chiste.

Y no sólo indagó sobre lo anteriormente nombrado, también, y es lo más reconocido, introdujo en el estudio del comportamiento o más bien de la psique, la importancia de la sexualidad. Y quien la negaría hoy cuando vemos los sucesos que día a día nos asaltan y a los que nos gustaría encontrarles una explicación. Es aquí donde el descubrimiento freudiano nos da algunas luces, ya que sólo el pensamiento o la razón no explican a ese ser habitado por un gran cúmulo de pasiones donde priman el amor, el odio y la ignorancia.

El amor, cuando somos capaces de crear lo más sublime y hacer por otro lo que nunca hubiéramos imaginado. El odio, que se evidencia en la guerra, en la violencia cotidiana y en la incapacidad para soportar al otro con sus diferencias. Y sobre todo la ignorancia, esa pasión que nos deja ciegos, que no nos permite indagar las propias debilidades y que nos fuerza a mantener situaciones por temor a la soledad o al abandono. También como ha sucedido en diversos momentos de la historia, la tendencia a negar lo que aparece como novedoso, hasta el punto que aquellos que se atrevieron a mostrar otra faceta de lo que supuestamente ya se sabía, fueron condenados y algunos lo pagaron con su vida. Lo que deja ver que mover las verdades en las que uno se ha construido no es tarea fácil.

El psicoanálisis al adentrarse en temas al parecer poco ortodoxos, se le supone menos riguroso, porque sus postulados se sostienen en la existencia del inconsciente, se le considera menos científico. Y se puede entender la razón de los que así piensan porque siendo el inconsciente lo que no está a la luz de la conciencia, su demostración no se hace posible a través de los métodos utilizados por otras disciplinas. Sólo cuando alguien se atreve a indagar en un proceso de análisis las razones por las cuales su vida no anda, será cuando podrá entender de qué se trata aquello que el fundador del psicoanálisis mostró como una posibilidad de cura al dolor humano.

También es muy común escuchar, además como una crítica, que su tratamiento es muy largo, siendo más fácil acudir a las pastillas que, seguramente en momentos de crisis son muy necesarias, pero nadie podría creer que un duelo que no cesa por la pérdida de un ser querido, la angustia evidente en una fobia, el rumiar de pensamientos de un obsesivo, y tantos otros malestares de los que no sabemos su causa podrían ser curado con ellas. Son sólo un paliativo que adormece la conciencia, como si en la medicina se dieran pastillas para la fiebre sin atacar la infección.

Y si, lleva un poco más de tiempo, sobre todo porque reconoce la complejidad humana donde los encuentros con la propia verdad no se dan porque otro nos la diga, eso lo hacen siempre nuestros familiares y amigos sin que los podamos escuchar y, porque lo que nos hace sufrir está tan escondido que aún teniendo la mejor voluntad se escabulle. Es la razón de la técnica llamada Asociación Libre, una libertad para hablar sin ser cuestionado o censurado, dónde aparecerá lo no sabido. Entonces, si dura un poco más, no es porque se demore la cura, ella se da sesión tras sesión, es porque el participante al confirmar la existencia del inconsciente y sentirse aliviado, se muestra tan interesado en seguir indagando que aparece otra pasión: querer saber más sobre sí mismo.

Escrito de IPM publicado en el periódico El Heraldo de Barraquilla, Colombia. Junio 11 de 2011

sábado, 6 de agosto de 2011

Invitación al seminario



"El objeto detrás del deseo”

Hay cuatro cosas sobre las que nada puedo decir,
porque no queda de ellas huella alguna.
Del surco del águila en el cielo, de la serpiente en la tierra,
del navío en el mar y de la huella del hombre en la muchacha.
Salomón
“El verdadero objeto que busca el neurótico es una demanda que quiere que se le demande. Quiere que le supliquen. Lo único que no quiere es pagar el precio”. Esta es una afirmación del seminario La angustia, aquel donde Lacan va construyendo su concepto del objeto a, allí donde podemos encontrar los cimientos que nos permitirán entender lo que planteará más tarde en el seminario Aun o del goce.

También en otro lugar dice: “Aquello ante lo que el neurótico recula no es la castración sino que hace de su castración lo que le falta al otro”. Y aquí entramos en la propuesta del presente seminario que versará sobre esa falta, sobre la angustia y su propuesta posterior de las fórmulas de la sexuación. Unas fórmulas que están para mostrar lo que da cuenta de sus aforismos: La mujer no existe y la relación sexual no puede escribirse. Una búsqueda de respuestas y una lectura de lo que a diario padecemos, por lo cual se acude a un análisis, pero también y sobre todo, luces que dan cuenta de la dificultad para teorizar eso que siempre se escabulle: lo inconsciente.

TEMAS

-El objeto detrás del deseo. La identificación sádica con el objeto fetiche. La identificación masoquista con el objeto común. Acting out y pasaje al acto.
-Te deseo aunque no lo sepa. Lo especular y el significante. Hamlet y la escena dentro de la escena. De la detumescencia a la castración.
-Necedad del significante. El signo de que se cambia de discurso. Hablar de coger. El Otro sexo. El amor suple la ausencia de relación sexual.
-Goce del ser. Los místicos. Una carta de almor y las fórmulas de la sexuación. El odioamoramiento. Allí donde eso habla goza y no sabe nada.
-El hombre, la mujer y la lógica. El hombre, la mujer y el psicoanálisis

MATERIAL

Película: Hamlet (1990), Dirigida por Franco Zeffirelli y protagonizada por Mel Gibson, Glenn Close, Alan Bates.
Jacques Lacan. Seminarios: La angustia, Aun. De un discurso que no fuera del semblante.
Sigmund. Freud. La joven homosexual. Caso Dora.

INICIO: MARTES 9 de agosto DE 2011
FINALIZACIÓN: MARTES 28 de noviembre de 2011
HORA: 7:00 p.m.
Informes 3158956671

Obra. Salvador Dali.Figura femenina con cabeza de flores.

jueves, 4 de agosto de 2011

El diván virtual


Dependencia y sobreprotección

Cuando hablamos de dependencia lo entendemos como la incapacidad para realizar por propia cuenta y riesgo lo que corresponde a la edad. Lo anterior no es falso, pero es algo que va más allá.

La dependencia es un dolor indecible, una situación muy penosa por el continuo miedo de “pasar pena”, lo que nombramos como: “Vivir pendiente del qué dirán”. Un qué dirán que amordaza, afecto que se inmiscuye en cualquier elección, entendible porque siendo seres gregarios, el semejante siempre estará en el horizonte de cualquiera de nuestros actos, si así no fuera, no podríamos vivir en grupo porque librados todos a: “Lo que nos diera la gana” no habría lazo social que se sostuviera.

Estamos hablando entonces de algo que es común pero con un agravante, y es que este sentimiento ocupa de tal manera al llamado Dependiente, que todos los actos de su vida están regidos por el temor a realizar lo que, de pronto, no va a ser mirado con buenos ojos. Una dependencia que no se refiere precisamente al otro que tenemos al frente, aunque la represente, sino a un otro que llevamos en la mente, que apabulla con una serie de pensamientos que limitan para ser lo que realmente se quiere ser. Una entramada de prejuicios, armazón de inhibiciones, cúmulo de dudas paralizantes, y en el cuerpo, sudores y temblores que atan no sólo la lengua, también el pensamiento.

Es así, que el estudiante en clase se abstendrá de hacer una pregunta para él importante, un empleado en el trabajo, se guardará el aporte que hubiera mejorado la empresa, un padre o una madre callarán ante los abusos a sus hijos o de sus hijos, un profesor no tendrá palabras para proponer sus criterios, y el jefe permitirá que sus subalternos burlen las normas, así como el enamorado no podrá decir sus afectos.

Dudas que afectan también el vestir, llevando a algunos, y en este caso especialmente a las mujeres, a emplear un tiempo desmesurado combinando prendas para terminar eligiendo lo que menos quería lucir. Es como vivir en una burbuja o detrás de un vidrio, como un observador que se siente observado mirando el mundo del que quisiera participar, pero le está vedado. Y cuando a veces lo logra, lo asalta una culpa que no sabe de dónde viene, lo que si sabe es lo que le dice, que no lo hizo nada bien.

Es conocido que esta situación está relacionada a una crianza de sobreprotección, lugar común, del que se cree ya está todo dicho, sin embargo se podría decir algo más. Es entendible que si el medio en que se vivió no permitió el desarrollo de la posibilidad de decisión, más tarde, al verse abocado a hacerlo, se encontrará con la angustia. Y es así, porque ella da cuenta de la soledad verdadera, aquella en la que se encuentra el ser humano frente a sí mismo y donde sabe, o más bien intuye que la vida le exige ser su propio artífice.

Una angustia que aparece producto de haber estado siempre en posición de recibir y poco en posición de dar. Por eso en el momento se escabulle, negándose a si mismo lo que quisiera decir, o se borra, cuando la mente le juega la mala pasada de quedar en blanco. Nada acude a ella, convirtiéndolo en una nada que no quiere ser.

A veces en un malentendido se cree que para salir de este estado se deben sufrir las consecuencias de perder lo que se ha tenido, cuando esto sólo lo haría más pobre, más adolorido. Podríamos mejor concluir que la sobreprotección ejercida sobre alguien no consiste en haberle dado mucho, sino en haberle pedido poco. De allí que ese alguien puede construir su vida pensando que lo que tiene para dar no significa nada para los demás. Seguir creyéndolo no lo ayudará. Sólo le queda averiguar.

Escrito de IPM publicado en el periódico El Heraldo de Barranquilla. Mayo 28 de 2011