jueves, 27 de mayo de 2010

Seminario. Clase décima



El fantasma, trama en la que se enredan el amor y el cuerpo.

Si El lazo de quien habla con la verdad, varía según el punto donde sostiene su goce, y el goce es esa forma de vínculo entre los hombres, para oponerse o para encontrarse, poco se puede esperar de la verdad, razón por la cual, y no es necesario que el psicoanálisis lo diga, la verdad sólo puede ser dicha a medias. Más aún, si nos acogemos a la tesis de que la realidad humana no es más que un montaje de lo simbólico y de lo imaginario dónde, en la mitad el deseo, es lo Real que nunca es más que entrevisto.

Una tesis que para sostenerla sólo basta ver la forma en que nosotros los parlantes sufrimos y gozamos. Gregorio o la joven antes nombrada, son los extremos de una realidad que nos toca a todos, y es que cada uno tiene un marco donde ella se juega. De ahí la dificultad del diálogo, podríamos pensar que el diálogo es de goces en esa forma de vínculo entre los hombres, para encontrarse. También en ese en que no se puede dejar de encontrar, para oponerse.

Y es que se puede dar cualquiera por bien servido si acaso algo alcanza a balbucear, pues si un sujeto es lo que significa un significante para otro significante, lo que implica de por sí lo reprimido, un sujeto bajo una metáfora,  un sentido, un primer significado que desconoce, podemos acordar con Borges en su poema De que nada se sabe, donde en algunos apartes dice: No habrá una cosa que sepa que su forma es rara/ Qué arco habrá arrojado esa saeta, ¿qué soy?/ Qué cumbre puede ser la meta?  

Si el deseo es la esencia de la realidad y es de lo que nunca es más que entrevisto, se puede entender que en lo que se relaciona al objeto a, lo imaginario se acumule allí, se enganche, haga sentido a ese sujeto tachado, representado en un significante para otro significante.

Como en la representación del que enuncia sin saber el enunciado, quien tratando de explicarse, dice: Digo cosas, hago cosas, y después siguen pasando cosas como consecuencia de las cosas que se hicieron. Una sola cosa de la que parece no puede salir, como aquella jovencita que se lanzó de un tercer piso, afortunadamente sin grandes consecuencias, y recuerda que las palabras con que su padre la reprochó antes del hecho fueron: Yo no aguanto más una caída. Y como si supiera, sin saberlo, más adelante cuenta: quería ser artista pero me angustié porque se me perdió el material de apoyo. O, la insistencia de otro que va consultar porque no ha podido dejar de repetir una materia en la universidad y dice, como explicación de sus pérdidas: es que no es lo que yo creía, para más adelante repetirse hablando con amargura del padre: es que él no es lo que yo creía.

Ante esto podemos recordar a Lacan en La instancia de la Letra en el Inconsciente o la Razón desde Freud, aquí él también, dice: los significantes que se repiten en la transferencia son los de un “deseo muerto”, y es la verdad de lo que ese deseo fue en su historia, lo que el sujeto grita por medio del síntoma.

Un deseo muerto que puede llevar al intento de morir lanzándose de un tercer piso, o perder y seguir perdiendo porque no puede dejar de sostener lo que nunca fue, pero que su imaginario no puede dejar caer. Deseo muerto que se manifiesta en la insistencia de una cosa que lo tiene cosificado hasta el punto que en su frase sólo puede dar vueltas, las vueltas del síntoma en que está atrapado.

Una verdad, un deseo, un goce y una dificultad que se manifiesta en el no cesa de escribirse, o sea, lo que siempre se ha escrito. Escrito que hablará si sucede la transferencia para que allí, aparezca lo inconsciente. Y no encontrará la cumbre de la meta, tampoco sabrá quién es, pero seguramente si confirmará que su forma es rara, ya esto será un avance.

Las cursivas del primer párrafo son de frases de J.Lacan en el seminario La lógica del fantasma. 
La primera imagen es un obra de Picasso. Retrato de Dora Mar 
Clase del 18 de mayo de 2010

miércoles, 26 de mayo de 2010

El diván virtual

¿Qué esperar de los padres hoy?

Con tantos cambios y adelantos, es evidente que la vida de generaciones anteriores era muy diferente a la que vivimos hoy, esto se manifiesta, entre muchas otras cosas, en la forma como son criados los hijos. Ahora existe una concepción muy diferente acerca de cómo esos pequeños habitantes de nuestra casa y del mundo deben ser tratados. Por la historia sabemos que hubo tiempos, hablando de lo más trivial, que no lo es tanto, que en la moda ellos eran vestidos como pequeños adultos, y en otros más recientes, sólo tenían derecho a emitir palabra cuando el adulto en su condescendencia lo permitía. Una sola mirada bastaba para fulminar como un rayo cualquier asomo de libertad a que creyeran tener derecho, donde la voz del padre estaba blindada y asegurada por las palabras de la madre y los castigos corporales eran usados sin ninguna culpa
.
Un período que se podría definir como el de la inexistencia del niño, quien estaba ahí para ser recibido con amor, pero también con toda la autoridad para enderezar lo que, en ocasiones, todavía no estaba torcido. Dónde la pregunta antes de que naciera versaba sobre cómo se iba a hacer para corregirlo, como si ya de entrada viniera defectuoso. Unas formas de ser con los hijos que ahora vemos en forma crítica, pero que hay que comprender a la luz de que aún con todos sus defectos, se criaban y se constituían como personas con cualidades y defectos, felices o infelices como las de ahora.

Si hubo una época de inexistencia del niño como alguien a quien no se le daba un lugar, la pregunta es, si ahora se le está dando ese lugar. Probablemente contestaremos que sí, hoy  hay toda la moda para que él escoja, además se le permite hacerlo, ya la mirada fulminante perdió su brillo, sus argumentos hablan más que los de los padres y, la culpa por la travesura o desobediencia cometida, no la carga el que transgrede sino aquel que la sanciona.  

Pareciera más bien que estamos en la época en que los padres perdieron su lugar, y esto es paradójico, porque siendo así, entonces no hay quien le dé el lugar al hijo, porque para dar un lugar primero hay que tenerlo, de lo que podemos concluir que ambos lo perdieron. Y esto es evidente en esa fragilidad de la ley que no se sostiene, donde el hijo nada en un mar de confusiones, asistido por toda clase de terapeutas, además de la Ritalina, droga muy usada en los colegios para calmarlos, que hacen de muletas para sostener lo que, debido a que hoy no  sabemos cómo actuar, cojea en casa.

Hay que reconocer que no es fácil, sabemos que todo ha cambiado, antes la familia era una sola y el teléfono se podía contestar con el apellido del padre, hoy si se hace así, habrá alguno, y a veces algunos, que quedarían excluidos. Claro que esto ya no es un problema pues existen los celulares, adelantos que van acorde a lo que se necesita. Pero también lo que se necesita es, como padres, preguntarnos ¿qué pasa con la ley? Y para respondernos podemos pensar que a un hijo no sólo se le reconoce cuando se le premia, también cuando se le sanciona. Una sanción es un reconocimiento, es decirle: “tú existes y lo que haces es importante”.  La sanción otorga un lugar, ubica, le da unas coordenadas a  ese pequeño que no sabe para donde va y que ahora, al aparecer, carece de “ese”, que representando la ley se debe mantener erguido para evitarle situaciones que lo ponen en riesgo, en el riesgo de no saber qué hacer. Y es que cuando esto sucede, lo que le queda es la angustia que se refleja en muchos síntomas y diagnósticos infantiles que insisten, donde el niño pleno de una autonomía que todavía no tiene, no sabe ni dónde poner su pequeño cuerpo.

¿Una posible razón entre muchas otras? A los padres que aman a su hijo les duele sancionarlo, pero el verdadero amor, ¿acaso no debe ir más allá de ese dolor del padre? Debe ser por todo lo anterior que ser padres hoy, parece menos fácil.

Publicado por IPM en el periódico el Heraldo de Barranquilla, Colombia. Mayo 22 del 2010

lunes, 24 de mayo de 2010

Entrevistas

A Jacques Lacan 
Sepa usted que Francia es el único de los grandes países civilizados que no posee una traducción completa y se­ria de la obra de Freud. La responsable de este estado de hecho es en primer lugar la Princesa Marie Bonaparte, quien había instituido una especie de privilegio para las traducciones de Freud al francés. ¿Esta situación va a cambiar? La misma tuvo consecuencias graves. Obturó los efectos que el descubrimiento de Freud debía obtener por medio del campo de las Letras, que sin embargo se mostró en varios niveles tan abierto a su resonancia: los surrealistas sin duda, pero el propio Mauriac no quedó intacto al respecto[…}Cuando leemos bajo la pluma de un hombre como Gide, quien estaba suficientemente advertido de estos problemas, que Freud es un imbécil de genio, estamos forzados a decir que Gide no conoció de Freud más que a unos intérpretes que eran, ellos, unos imbéciles sin genio. Ahora, las Letras saben a qué atenerse. Y quizá está ahí todo el sentido — en todo caso el sentido más seguro — donde adquiere su derecho el uso del término estructuralismo.
 A Michel Foucault
El poder es algo que no existe. Esto es lo que quiero decir: la idea de que hay en un sitio determinado, o emanando de un punto determinado, algo que sea un poder, me parece que reposa sobre un análisis trucado, y que, en todo caso, no da cuenta de un número considerable de fenómenos. El poder, en realidad, son unas relaciones, un conjunto más o menos coordinado de relaciones. Así pues, el problema no consiste en constituir una teoría del poder que tendría como función rehacer lo que un Boulainvilliers por un lado, un Rousseau por otro, quisieron hacer. Los dos parten de un estado originario en el que todos los hombres son iguales, y luego, ¿qué ocurre? Invasión histórica para uno, acontecimiento mítico-jurídico para el otro; siempre, a partir de un momento, las personas no tuvieron ya derechos y apareció el poder. Si tratamos de edificar una teoría del poder, nos veremos siempre obligados a considerarlo como surgiendo de un punto y en un momento dado, del que deberá hacer la génesis y luego la deducción. Pero si el poder es en realidad un conjunto abierto, más o menos coordinado (y sin duda tirando a mal coordinado) de relaciones, en ese caso, el único problema consiste en procurarse una red de análisis, que permita una analítica de las relaciones de poder.
A Jacques- Alain Miller
Juan-Pablo II tampoco era un progresista, pero tenía una personalidad radiante, la experiencia del mundo, y también dicen, mujeres. Era un gran astuto que les dio una lección a los comunistas, una bestia de escena también, un hombre del Verbo, sabiendo hablar a la multitud y seducirla, un inspirado. Benedicto es un hombre de la Letra, un erudito, un profesor, hábil para hacer hablar a los textos, y al que le gusta tocar el piano en soledad. Es, además, franco como el oro: dice siempre en voz alta lo que piensa. Ese es su error. Un papa no habla solo a Dios, sino a todos los pueblos de la tierra. Desde que este Otro inmenso del que nada conoce aúlla a la muerte, lo vemos sobresaltarse, recular, arrepentirse.

jueves, 20 de mayo de 2010

Seminario. Clase novena



El fantasma, trama en la que se enredan el amor y el cuerpo

La más indiscutible virtud de Kafka es la invención de situaciones intolerables. Para el grabado perdurable le bastan pocos renglones. Es lo que dice Borges acerca del autor que venimos siguiendo. Ese grabado en pocos renglones nos ha permitido decir algunas cosas, en muchos renglones. Pero aún hay algo más que podríamos pensar, tratando de hilar más fino en esas líneas.

Lacan en el seminario de La lógica del fantasma, en la lección diecinueve hace énfasis en tres términos. El “a”, el Uno y el Otro, que lo esquematiza de la siguiente manera: a….Uno….Otro. Empieza con el Uno del que dice que es el más litigioso, donde hay algo que no cuadra, que no va de suyo y que es de ahí de donde habla toda la verdad, una verdad que no tiene otra forma que el síntoma. Lo que está en relación al acto sexual que se anuda en ese Uno agujereado y que estará por tanto en relación a la satisfacción.

Del Otro aclara, como lo ha dicho ya muchas veces, es donde toma lugar el significante y, como este sólo existe como repetición, es de ahí que va a llegar la cosa en cuestión como verdadera, un rasgo, un corte, a partir del cual puede nacer la verdad. Reservorio de material para el acto, que se acumula porque probablemente el acto es imposible. Y si es de lo imposible es de lo Real puro.

Y empieza a preguntarse, seguramente en la búsqueda del interés del que escucha, ¿qué es ese Otro, ¿cuál es su sustancia? Para responder o, responderse, dice: el Otro con A mayúscula, tal como ahí está escrito es el Cuerpo. Y aconseja no romperse la cabeza, porque el cuerpo está hecho para inscribir algo que se llama la marca, el cuerpo está hecho para ser marcado.

Y se sigue preguntando, ¿por qué hay este Otro? Dice que el Otro por su parte no es dos, sin embargo hay eso curioso Uno que se trata en el abrazo de dos cuerpos. Concluye que en ese Uno y el Otro no hay ningún vínculo, es por lo que el segundo es el inconsciente y lo aclara diciendo que es el lugar del síntoma sin su sentido, privado de su verdad pero cargado con el saber que contiene. Lo que parte al Uno del Otro es precisamente lo que constituye al sujeto.

Y aquí volvemos a Descartes, el sujeto no sabe nada de él, sino que duda. No hay sujeto de la verdad sino sujeto del acto en general. No hay íntima unión del sujeto con el cuerpo. Sólo hay soporte del cuerpo en el filo que preside a su recorte. El sujeto siempre está a un grado estructural por debajo de lo que constituye su cuerpo. El Otro sólo es el Otro por el a. Inconmensurable..


En La Metamorfosis tenemos un cuerpo, un cuerpo que se ha convertido en otro cuerpo que es lo primero que hace pregunta al que lee, pero paradójicamente y, ahí estaría lo intolerable de lo que nos habla Borges, el sujeto convertido no se pregunta, sólo duda. Acosado por demandas que supone ajenas, se debate entre salir o no salir, entre hablar o no hablar, entre bajarse o no de la cama. Ajeno a su cuerpo, excluido más allá de una conversión, no es una parte que le es ajena, es todo. Es todo objeto, objeto a. Inconmensurable, barrido, privado de su verdad pero cargado con el saber que contiene, el Uno agujereado sin partición del Otro, de lo Real puro.

¿Acaso un acting out? O, ¿un pasaje al acto? Sabemos que es literario, pero nada nos impide pensarlo.

En lo que no sería literario, el pequeño esquema del a…Uno…Otro que Lacan nos propone, permite pensar los casos, en aquel cuya repetición no entiende y que está ligado a la espera de la pérdida. Sólo sabe que sufre y que su vida se mueve en unas coordenadas que no puede cambiar. Como el que juega a la ruleta, no sólo en un casino, sino en las circunstancias importantes de su vida: en el trabajo como empleado, en los exámenes como estudiante, en las cuentas que nunca puede saldar. O de aquel que queriendo desprenderse, cada vez se siente más sujeto a lo que más se queja. Un cuerpo que goza, sin saber nada de este goce pero que repite hasta el cansancio, ese Uno agujereado, litigioso, donde algo no cuadra, pero lugar de su verdad. Verdad de un rasgo, de un corte que le viene del Otro, inconsciente, que siendo el cuerpo marcado lejos puede estar de reconocerlo ahí.

Como en el ejemplo de la clase anterior, donde el cuerpo fue signado por una satisfacción que ella no sabía, ni pedía, pero que le fue dada, donde el significante “ayudar”, enmascaraba una acción olvidada. Un ayudar que en el momento en que la palabra salta, abre a la posibilidad de una pregunta. Recorte de un goce, caída del Otro que ese cuerpo marcado por un significante sostiene. Un dolor profundo, no era ayudar, era otra cosa. La cosa en cuestión como verdadera, un rasgo, un corte a partir del cual puede nacer la verdad. O, por lo menos algo que ya no puede volver a entrar en la duda.

Clase del 4 de mayo de 2010
Las imágenes son obras de Lucien Freud

El diván virtual

¿Qué es la mayoría de edad?

Parece ser algo que cuesta bastante y que poco abunda. Y es entendible debido a que por constitución, en la carencia en que el ser humano nace, su posición es recibir del otro, no sólo sus cuidados sino también sus mandatos. Lo primero nos permite sobrevivir, lo segundo nos permite entrar en la cultura y hacer lazo social. Unos beneficios que contienen una dificultad, y es que en un primer tiempo hacemos Uno con el otro en esa indiferenciación del niño que, a cada paso pregunta a la mamá qué debe hacer, luego en el intento de separación, muy evidente en la adolescencia, seguirá preguntando, pero para hacer lo contrario. Es que es difícil distinguir que, haciendo lo que quiere el otro o haciendo lo que no quiere, igual se está sujeto  a lo que el otro quiere.

Pero en algún momento se espera que distinga lo que él quiere. Situación deseable, pero por lo que se observa, lograrlo no es tan sencillo. Razón por la cual asumir una posición frente a los demás, a veces, está plagada de muchas contradicciones, entre ellas, la más importante, perder el afecto y el apoyo como cuando se era niño. Contradicciones  que se manifiestan en temores como “qué tal que lo que yo diga no es lo que el otro quiere o  está pensando”, y como nunca se sabe lo que el otro está pensando, lo que queda es la mudez. O, en la inmediata respuesta a oponerse a lo que el otro dijo, sin alcanzar a escuchar, en un afán de convencer, lo que deja ver que no se está muy convencido y que sólo lo estará, si el opositor aprueba con su convencimiento.

Es lo que se refleja en lo que llaman baja estima, timidez o inseguridad, para aquel que no se ha podido despegar. O, para aquel que cree que se ha despegado, en la poca tolerancia que se tiene ante las diferencias, algo de lo que sabemos bastante en un medio donde se carece de posiciones pero abundan las oposiciones.

Tenemos uso de razón, lo que no implica que la sepamos usar muy bien. Y tener la razón es algo que también nos lleva a muchas contradicciones y por lo cual los seres humanos nos debatimos, a veces, hasta la muerte. También motivo de separaciones porque en esa incapacidad para diferenciarse del otro, se espera que su razón sea la nuestra, es decir, que piense como yo pienso, modelo de la madre, sin advertir que con ella era así, no porque pensaran igual, sino que por sus carencias, él sólo podía pensar como ella.

La mayoría de edad es un término jurídico que se adjudica a aquel que se supone está en capacidad de, por su voluntad, llevar a cabo actos que antes por su indefensión no le eran posibles. Por eso casarse, votar, adoptar un niño, sólo le son permitidos a aquellos que la portan.  La pregunta es, ¿Qué tan mayores de edad somos? ¿Qué tanto nuestras decisiones son nuestras?

La libertad es algo que todos anhelamos, lo que no sabemos es que inconscientemente le damos al otro un poder de amo, por temor a fracasar, por temor a perder, por comodidad. Por seguir creyendo, como cuando niños, que hay alguien que nos va a decir qué hacer, que nos va a salvar. Y esto es de lo más común, por eso son tan exitosos los superhéroes, pero también por eso existe el Chapulín Colorado, la verdadera cara del amo que responde a ese llamado de: ¿Ahora quién podrá defendernos? Es que en el fondo seguimos siendo niños, temerosos, angustiados, queriendo complacer y que nos complazcan, porque aunque tengamos uso de razón, su uso a veces, nos es bastante esquivo. Y no es culpa de la madre, ella hizo lo que pudo, sólo queda agradecerlo y averiguar las razones de cada uno.

scrito de I.P.M. Publicado en El Heraldo de Barranquilla. Sábado 8 de mayo de 2010

lunes, 17 de mayo de 2010

RETAZOS FREUDIANOS


¿Siempre pasa?

Ahora estoy preparado para que me digan de nuevo que he entendido mal el contenido y el propósito de la nueva doctrina de Zurich. Pero de antemano protesto contra cualquier intento de cargar en mi cuenta, y no en la de ellos, las contradicciones a mi concepción que resultan de las publicaciones de esa escuela. De ningún otro modo puedo hacer que me resulte comprensible y concebir como algo coherente el conjunto de las innovaciones de Jung. Todas las modificaciones que Jung ha emprendido en el psicoanálisis emanan del propósito de eliminar lo chocante en los complejos familiares a fin de no reencontrarlo en la religión y en la ética. La libido sexual fue sustituida por un concepto abstracto que, hay derecho a aseverarlo, permaneció como algo misterioso e inasible para sabios y para necios por igual.[...] De tal modo se creó un nuevo sistema ético-religioso que, lo mismo que el de Adler, se vio forzado a reinterpretar, desfigurar o dejar de lado los resultados del análisis. En realidad no fue sino esto: de la sinfonía del acaecer universal se alcanzaron a escuchar sólo un par de acordes culturales y se desoyó de nuevo la potente, primordial melodía de las pulsiones.

En Contribución a la historia del Movimiento Psicoanalítico

RETAZOS LACANIANOS

¿Premonitorio?

El efecto del lenguaje está incesantemente mezclado con algo que constituye el telón de fondo de la experiencia analítica -el sujeto sólo es sujeto por su sujeción al campo del Otro, el sujeto proviene de su sujeción sincrónica en ese campo del Otro. Por ello el sujeto tiene que salir de él airoso, y en ese salir airoso, a la postre, sabrá que el Otro real, al igual que él, tiene que salir airoso también, tiene que arreglárselas. Precisamente en esto se impone la necesidad de la buena fe, fundada en la certeza de que también en el Otro está implícita la misma dificultad respecto de las vías del deseo.

La verdad, en este sentido, es lo que corre tras la verdad -y hacia allá corro yo, hacia allá los llevo yo, como los perros de Acteón, a mi zaga. Cuando haya encontrado la guarida de la diosa, seguramente me convertiré en ciervo, y ustedes podrán devorarme, pero todavía queda algún trecho que recorrer.

Los Cuatro Conceptos Fundamentales.

viernes, 7 de mayo de 2010

Seminario. Clase Octava


La lectura de lo que le sucede al personaje de La Metamorfósis, impone preguntas y ciertas cavilaciones. La primera, la evidencia de la dificultad de poner los pensamientos en palabras para ser escuchadas. La palabra, la principal forma de relacionarse consigo mismo y con el mundo, es también en lo que aparece la mayor torpeza. Y menos por lo que pueda ser mal dicho, principalmente por lo que calla, por lo que no se atreve a decir y, sobre todo lo que no sabe que tiene para decir. En lo primero estaría el secreto, en el segundo lo tan secreto que ni el mismo que habla lo sabe.

Por el propio Gregorio sabemos muchas cosas, su vida queda expuesta, pero no para él, aunque lo piense, su final lo demuestra. Como un desecho, en su cuarto que se convierte en el basurero de la casa, muere sin consideración, ni siquiera la de él mismo. Y vuelve a surgir la pregunta de si el autor exagera, lo mejor sería tratar de responderla.

Hay una joven, ella no se ha convertido en monstruoso insecto, sólo que ha entrado en un mutismo, se halla muy triste, se queda acostada y no quiere salir del cuarto. Siempre había sido muy ocupada en su trabajo que realiza muy bien para beneplácito de sus jefes. Es llevada a consultar porque no entienden qué le pasa, ella tampoco. En lo poco que alcanza a decir, pues le cuesta cada palabra, relata que desde muy niña ha sido silenciosa, no le gusta salir de su casa, y se ocupa muy bien de sus hermanos, por los que siente que debe ser la cuidadora.

Medicada debido a su alto grado de fragilidad, habla. Y lo primero que se le ocurre es que desde que le dijeron que debía haber algo que motivaba su estado, solo piensa en una escena: cuando era una niña, estando en la casa de unos amigos, recuerda que alguien le ofreció algo, luego muy mareada se ve a sí misma arreglándose la ropa y en ese momento dice: “y él me estaba ayudando”. Al terminar la frase, baja la voz, como preguntándose a sí misma: ¿ayudando? Se queda un largo rato en silencio, confundida, sorprendida. Se recupera un poco y dice que eso hasta ahora lo recuerda, nunca lo había contado y concluye: fue desde ese momento en que me encerré en la casa.

No es lo mismo saber algo y decírselo a sí mismo que decírselo a otro, porque al decirlo a otro, las palabras que se usan asaltan al que habla. Y todavía más, cuando al querer decir algo a otro, aparece lo que no se había dicho ni siquiera a sí mismo, como en el caso anterior. Algo brincó para ella misma, algo con relación a Otro que no era aquel que escuchaba. Su silencio y su sorpresa, mudos para el que está al frente, tienen toda la resonancia a un interior que estaba solidificado. De aquello del discurso que no es de la apariencia, de el discurso del inconsciente, de la emergencia de una cierta función del significante.

Emergencia que, volviendo a Samsa, no tiene lugar. O la tiene, convertido en algo indeseable que habla, pero no en palabras. Sujeto desaparecido que, en su lugar, todo- objeto, cae, se arrastra. En el caso de la joven, también caída, pero algo alcanza a balbucear. También lo que nos deja ver de lo que falta en la historia que Kafka nos ofrece y que nunca sabremos, lo que yace en Gregorio, nunca recordado, sexual, infantil, que en un momento de la vida adulta irrumpe, como esa mañana aciaga después de un sueño intranquilo, o como en nuestro caso, no literario, donde ella cualquier día y sin motivo aparente, decidió no salir de la habitación.

¿Y no es de lo que trata lo inconsciente? Que pareciera enseñar que en la vida que cada uno vive es más fácil padecer la acción que ponerla en palabras, lo que nos recuerda a Lacan en La Dirección de la Cura y los Principios de su Poder: Nada más temible que decir algo que podría ser verdad. Porque podría llegar a serlo del todo, si lo fuese, y Dios sabe lo que sucede cuando algo, por ser verdad, no puede ya volver a entrar en la duda. Paso del sujeto cartesiano al sujeto del inconsciente, caída de la ignorancia, que no es sin dolor.

Y para terminar con nuestro protagonista, con esa historia corta y escrita con una sencillez que abruma, no podemos dejar de lado la forma como se mueve la dinámica de la familia. El autor, que no sabemos si estaba al tanto de todo lo que ponía ante nuestros ojos, hace aparecer unos personajes en el escenario. Tres caballeros a los que les alquilan un cuarto y que terminan apoderándose de toda la casa. Dice el narrador: “Los padres, quienes nunca antes habían alquilado una habitación y que, por lo mismo, eran exageradamente corteses con los inquilinos, ni siquiera se atrevían a sentarse en sus propias sillas”.

Una forma de proceder que desesperaría a Bergler, que los consideraría coleccionadores de injusticias. Y no es que no lo sean, pero es lo que permite entender la injusticia del pobre Gregorio porque allí todos son injustos. En una servidumbre al Otro, no es sólo el hijo quien la padece, sólo es aquel que más la muestra. Como en un molde, sólo le queda repetir en acto lo que del fantasma allí, no ha podido ser dicho.

Clase del martes 20 de abril de 2010

lunes, 3 de mayo de 2010

El diván virtual

¿Cómo saber si se está en un estado de depresión?

“Estoy deprimido”, una frase muy común que da cuenta de que no se sabe realmente lo que es la depresión. Estar deprimido son palabras mayores, implica un desapego a lo que le da sentido a la vida. Querer vivir es apegarse a lo que la vida ofrece, tener un motivo. Esto es evidente cuando, después del refugio del dormir que es como una pequeña muerte, se vuelve a la vida, al encuentro con la realidad, y hay algo que incita a levantarse. La depresión es todo lo contrario, unas ganas de querer seguir sumergido en ese aliado oscuro y grato, por eso se caracteriza por encerramiento, mutismo, falta de ánimo, o mejor, de ganas.

Freud decía: la vida no es fácil, y seguramente no necesitamos que él lo haya dicho para darnos cuenta. Pero es citable para decir que siendo así, se necesita un gran monto de deseo para sostenerla, para hacer algo con ella. Cuando falla ese deseo, aparece ese arranque trágico  de querer perderla, que a veces se materializa en un acto que no tiene vuelta atrás.

La dificultad de la vida especialmente radica en que no sabemos lo que sucederá, en que cada vez que emprendemos una acción, aún con  el empeño de que sea exitosa, nada nos garantiza el resultado, algo que no todos logran soportar, y aún más, cuando se juntan situaciones en que el fracaso insiste. Y es que el error, la falta, nos muestran cuán frágiles somos, algo que nos cuesta admitir, razón por la cual tendemos a culpabilizarnos, a flagelarnos, sin poder asumir que equivocarse es lo más humano, es con lo que convivimos. Sólo habría que pensar que aquellos que no se equivocan y a los que no le pasa nada, están en el anfiteatro.

Si la dificultad de la vida radica en que no sabemos qué sucederá, paradójicamente, también es la razón que hace que sea excitante, es precisamente lo que la hace vida. Pero sucede que para algunos no es una posibilidad sino un gran motivo de miedos e inseguridades, como si no se estuviera advertido, aunque racionalmente se acepte, de que el error puede aparecer. O, como si estuviera en la incapacidad de aceptar que la vida no es como se la imagina, sino como es.

Podríamos decir, jugando con la palabra, que la depresión es una gran presión, una fuerza que no se ejerce hacia afuera para conseguir lo que se quiere, aunque parezca, como en la manía, sino una gran presión hacia adentro, representada en frases culpabilizantes, autoagresivas,  (no sirvo para nada, soy un fracaso) que la persona se repite como jaculatorias y, además, se las cree. Y es que queriendo ser mejor y alcanzar un ideal que se tiene sobre sí mismo, al no alcanzarlo, se termina desvalorizándose y colocándose como un desecho.

El mayor miedo del ser humano es perder. Perder a un ser amado, el dinero, la estima, la juventud y lo principal, la vida. Vivimos en el temor a la pérdida, y aquí volvemos a Freud, quien decía: si quieres soportar la vida prepárate para la muerte. O sea, prepárate para la pérdida, y no porque se sea pesimista, es que es la realidad, aquellos que lo pueden entender, seguramente podrán, en el vacío de la pérdida, crear algo.

La depresión es la pérdida del sentido de la vida y, el sentido de la vida se muestra en lo que ella ofrece, querer comprar el CD que me gusta, querer atender a los amigos, querer tener un hijo, querer conseguir un mejor trabajo o conseguir un trabajo. El sentido de la vida es querer, empezando por uno mismo. A veces esto falla, y las razones son del uno por uno, a cada uno le toca averiguarlo.

Escrito de I.P.M. Publicado en El Heraldo de Barranquilla. Sábado 1 de mayo de 2010