miércoles, 26 de mayo de 2010

El diván virtual

¿Qué esperar de los padres hoy?

Con tantos cambios y adelantos, es evidente que la vida de generaciones anteriores era muy diferente a la que vivimos hoy, esto se manifiesta, entre muchas otras cosas, en la forma como son criados los hijos. Ahora existe una concepción muy diferente acerca de cómo esos pequeños habitantes de nuestra casa y del mundo deben ser tratados. Por la historia sabemos que hubo tiempos, hablando de lo más trivial, que no lo es tanto, que en la moda ellos eran vestidos como pequeños adultos, y en otros más recientes, sólo tenían derecho a emitir palabra cuando el adulto en su condescendencia lo permitía. Una sola mirada bastaba para fulminar como un rayo cualquier asomo de libertad a que creyeran tener derecho, donde la voz del padre estaba blindada y asegurada por las palabras de la madre y los castigos corporales eran usados sin ninguna culpa
.
Un período que se podría definir como el de la inexistencia del niño, quien estaba ahí para ser recibido con amor, pero también con toda la autoridad para enderezar lo que, en ocasiones, todavía no estaba torcido. Dónde la pregunta antes de que naciera versaba sobre cómo se iba a hacer para corregirlo, como si ya de entrada viniera defectuoso. Unas formas de ser con los hijos que ahora vemos en forma crítica, pero que hay que comprender a la luz de que aún con todos sus defectos, se criaban y se constituían como personas con cualidades y defectos, felices o infelices como las de ahora.

Si hubo una época de inexistencia del niño como alguien a quien no se le daba un lugar, la pregunta es, si ahora se le está dando ese lugar. Probablemente contestaremos que sí, hoy  hay toda la moda para que él escoja, además se le permite hacerlo, ya la mirada fulminante perdió su brillo, sus argumentos hablan más que los de los padres y, la culpa por la travesura o desobediencia cometida, no la carga el que transgrede sino aquel que la sanciona.  

Pareciera más bien que estamos en la época en que los padres perdieron su lugar, y esto es paradójico, porque siendo así, entonces no hay quien le dé el lugar al hijo, porque para dar un lugar primero hay que tenerlo, de lo que podemos concluir que ambos lo perdieron. Y esto es evidente en esa fragilidad de la ley que no se sostiene, donde el hijo nada en un mar de confusiones, asistido por toda clase de terapeutas, además de la Ritalina, droga muy usada en los colegios para calmarlos, que hacen de muletas para sostener lo que, debido a que hoy no  sabemos cómo actuar, cojea en casa.

Hay que reconocer que no es fácil, sabemos que todo ha cambiado, antes la familia era una sola y el teléfono se podía contestar con el apellido del padre, hoy si se hace así, habrá alguno, y a veces algunos, que quedarían excluidos. Claro que esto ya no es un problema pues existen los celulares, adelantos que van acorde a lo que se necesita. Pero también lo que se necesita es, como padres, preguntarnos ¿qué pasa con la ley? Y para respondernos podemos pensar que a un hijo no sólo se le reconoce cuando se le premia, también cuando se le sanciona. Una sanción es un reconocimiento, es decirle: “tú existes y lo que haces es importante”.  La sanción otorga un lugar, ubica, le da unas coordenadas a  ese pequeño que no sabe para donde va y que ahora, al aparecer, carece de “ese”, que representando la ley se debe mantener erguido para evitarle situaciones que lo ponen en riesgo, en el riesgo de no saber qué hacer. Y es que cuando esto sucede, lo que le queda es la angustia que se refleja en muchos síntomas y diagnósticos infantiles que insisten, donde el niño pleno de una autonomía que todavía no tiene, no sabe ni dónde poner su pequeño cuerpo.

¿Una posible razón entre muchas otras? A los padres que aman a su hijo les duele sancionarlo, pero el verdadero amor, ¿acaso no debe ir más allá de ese dolor del padre? Debe ser por todo lo anterior que ser padres hoy, parece menos fácil.

Publicado por IPM en el periódico el Heraldo de Barranquilla, Colombia. Mayo 22 del 2010

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