jueves, 28 de julio de 2011

Entrevistas


                                                  Entrevista a Lacan por Por Emilia Granzotto

Emilia Granzotto: -Profesor Lacan, se escucha cada vez más a menudo hablar de la crisis del psicoanálisis: se dice que Sigmund Freud está pasado de moda, la sociedad moderna ha descubierto que su doctrina ya no es suficiente, para comprender al hombre ni para interpretar a fondo su relación con el medioambiente, con el mundo.

Jacques LacanJacques Lacan: -Esas son historias. Primero, no hay crisis. El psicoanálisis no tiene del todo localizados sus límites, al contrario. Hay todavía muchas cosas por descubrir en la práctica y en la doctrina. En psicoanálisis no hay una solución inmediata, pero solamente a la larga, espera investigar los por qué.

Segundo: Freud. ¿Cómo se puede juzgar que está pasado de moda si nosotros no lo hemos comprendido totalmente? Lo que, sabemos es que ha hecho conocer cosas perfectamente novedosas que no se habían imaginado antes que él, problemas… desde el inconsciente hasta la importancia de la sexualidad, del acceso a lo simbólico, a la sujeción a las leyes del lenguaje.

Su doctrina ha puesto en cuestión la verdad, un asunto que importa a cada uno, personalmente. Nada tiene que ver con una crisis. Yo repito: se está lejos de los objetivos de Freud. Es también porque su nombre ha servido para cubrir muchas cosas, desviaciones, los epígonos[2] no han seguido siempre fielmente el modelo, esto ha creado la confusión.

Después de su muerte, en el ‘39, mismo algunos de sus alumnos han pretendido hacer el psicoanálisis de otra manera, reduciendo su enseñanza a algunas pequeñas fórmulas banales: la técnica como rito, la práctica reducida al tratamiento del comportamiento y, como objetivos, la readaptación del individuo a su medioambiente social. Es decir la negación de Freud, un psicoanálisis acomodaticio, de salón.

El lo había previsto. Decía que hay tres posiciones imposibles de sostener, tres intervenciones imposibles: gobernar, educar y psicoanalizar. Hoy poco importa qué responsabilidades tiene el gobernante, y todo el mundo se pretende educador. En cuanto a los psicoanalistas, desgraciadamente, ellos prosperan como los magos y los curanderos. Proponer a la gente ayudarlos significa el éxito asegurado y la clientela detrás de la puerta. El psicoanálisis es otra cosa.

- ¿Qué exactamente?
- Yo lo defino como un symptôme[3], revelador del malestar de la civilización en la cual nosotros vivimos. No es, por supuesto, una filosofía, yo aborrezco la filosofía, hace mucho tiempo que ella no dice nada interesante. No es tampoco fe, y no me gusta llamarla ciencia. Decimos que es una práctica que se ocupa de lo que no marcha bien, terriblemente difícil porque ella pretende introducir en la vida cotidiana lo imposible y lo imaginario. Hasta ahora, ella ha obtenido ciertos resultados, pero no tiene todavía reglas y se presta a toda clase de equivocaciones.

No hay que olvidar que se trata de algo totalmente nuevo, que tiene relación con la medicina, o con la psicología o con las ciencias afines. Ella es también muy joven. Freud ha muerto hace a penas 35 años. Su primer libro La interpretación de los sueños ha sido publicado en 1900, y con muy poca repercusión. Creo que ha tenido 300 ejemplares vendidos por aquellos años. Tenía también muy pocos alumnos, que pasaban por locos, y ellos mismos no se ponían de acuerdo sobre la manera de poner en práctica y de interpretar lo que habían aprendido.

- ¿Qué es lo que no marcha bien en el hombre?
 Hay una gran fatiga de vivir, resultado del camino hacia el progreso. Se espera del psicoanálisis que descubra hasta donde se puede ir arrastrando esta fatiga, este malestar de la vida.

- ¿Qué empuja a la gente a psicoanalizarse?
- El miedo. Cuando le pasan cosas, las mismas cosas que ha querido, que él no comprende, el hombre tiene miedo. Sufre por no comprender y poco a poco entra en un estado de pánico, es la neurosis. En la neurosis histérica el cuerpo enferma por el temor de estar enfermo, sin estarlo en realidad. En la neurosis obsesiva el miedo pone cosas bizarras en la cabeza… pensamientos que uno no puede controlar, fobias en las cuales formas y objetos adquieren significaciones diversas y espantosas.

- ¿Por ejemplo?
- Llega a la neurosis de sentirse empujado por una necesidad horrorosa, de ir a verificar decenas de veces si la canilla está verdaderamente cerrada o si tal cosa está bien en su sitio, sabiendo con certeza que la canilla está como debe ser, y que todo está en su sitio. No hay píldora que cure esto. Tú debes descubrir por qué se llega y saber lo que esto significa.

- ¿Y el tratamiento?
- La neurosis es una enfermedad que se trata con la palabra, ante todo con la suya. Él debe hablar, contar, explicar,... el mismo Freud lo define así “asunción de la parte del sujeto de su propia historia, en la medida en que ella está constituida por la palabra dirigida a otro”.
El psicoanálisis es el rey de la palabra, no hay otro remedio. Freud explicaba que el inconsciente, no es tan profundo más bien es inaccesible a la profundidad conciente. Y decía también que en este inconsciente “eso habla”: un sujeto en el sujeto, transcendiendo al sujeto. La palabra es la gran fuerza del psicoanálisis.

- ¿Palabra de quién?; ¿del enfermo o del psicoanalista?
- En psicoanálisis, los términos enfermo, médico, medicina, no son exactos, no son utilizados. Mismo las fórmulas pasivas que son utilizadas habitualmente no son justas. Se dice “hacerse psicoanalizar”. Eso es falso. Quien hace el verdadero trabajo en análisis es el que habla, el sujeto analizando, mismo si lo hace sobre al modo sugerido por el analista que le indica como proceder y lo ayuda por las intervenciones. Las interpretaciones le son abundantes, parecen al principio dar sentido a lo que el analizando dice.
En realidad la interpretación es más sutil, tiende a borrar el sentido de las cosas por las cuales el sujeto sufre. El objetivo es mostrarle a través de su propio relato que su symptôme, digamos la enfermedad, no está en relación con nada, está desprovista de todo sentido. Mismo si en apariencia es real, no existe.
Las vías por las cuales esta acción de la palabra procede demandan una gran práctica y una paciencia infinita. La paciencia y la medida son los instrumentos del psicoanálisis. La técnica consiste en saber medir la ayuda que uno da al analizante; es por esto que el psicoanálisis es difícil.

- Cuando se habla de Jacques Lacan, se asocia inevitablemente ese nombre a una fórmula: “el retorno a Freud”; ¿qué significa esto?
- Exactamente lo que he dicho. El psicoanálisis es Freud. Si uno quiere hacer psicoanálisis, es necesario referirse a Freud, a sus términos, a sus definiciones, leídos e interpretados en su sentido literal. Yo he fundado en París una escuela freudiana justamente para eso.
De esto hace veinte años y más que yo vengo explicando mi punto de vista: el retorno a Freud significa simplemente despejar el campo de las desviaciones y de los equívocos, de las fenomenologías existenciales, por ejemplo el formalismo institucional de las sociedades psicoanalíticas, retomando la lectura de su enseñanza según los principios definidos y catalogados en su trabajo. Releer Freud quiere decir solamente releer Freud. Aquel que no haga esto en psicoanálisis utiliza formas abusivas.

- Pero Freud es difícil. Y Lacan se dice lo vuelve incomprensible. ¿Se reprocha a Lacan de hablar, sobre todo de escribir, de tal manera que solo algunos iniciados puedan esperar comprender?
- Yo lo sé. Tengo la reputación de ser un confuso que oculta su pensamiento en las nubes de humo. Me pregunto por qué. A propósito del análisis repito con Freud que es “el juego intersubjetivo a través del cual la verdad entra en lo real”. ¿Está claro? Pero el psicoanálisis no es algo simple.
Mis libros son famosos incomprensibles. ¿Pero por qué? Yo no los he escrito para todos, para que sean comprendidos por todos. Al contrario, yo no me he preocupado un instante de disfrutar con algunos lectores. Yo tenía cosas que decir y las he dicho. Me basta con tener un público que lee, si no comprende tanto peor. En cuanto al número de lectores, yo he tenido más suerte que Freud. Mis libros son tan leídos que me asombra.
Estoy convencido que dentro de diez años como máximo, quien me leerá me encontrará transparente como un bonita copa de cerveza.

- ¿Cuáles son las características del lacanismo?
- Es un poco pronto para decirlo porque el lacanismo todavía no existe. Se percibe apenas el olor, como un presentimiento.
Quien crea que sea, Lacan es un señor que practica desde hace cuarenta años el psicoanálisis y que lo estudia desde tanto tiempo. Creo en el estructuralismo y en la ciencia del lenguaje. Yo escribí en uno de mis libros que “a lo que nos conduce el descubrimiento de Freud es a la importancia del orden en el cual hemos entrado, en el cual estamos, si se puede decir, nacidos por segunda vez, saliendo del estado llamado justamente ‘infans’, sin palabra”.
El orden simbólico sobre el cual Freud ha fundado su descubrimiento está constituido por el lenguaje, como momento del discurso universal concreto. Es el mundo de las palabras quien creó el mundo de las cosas, inicialmente confusas en el todo devenir. Solo las palabras dan un sentido consumado a la esencia de las cosas. Sin las palabras nada existiría. ¿Qué sería del placer sin el intermediario de la palabra?
Mi idea es que Freud enunciando en sus primeras obras (La interpretación de los sueños, Más allá del principio del placer, Tótem y Tabú) las leyes del inconsciente, ha formulado, precursor de los tiempos, las teorías con las cuales Ferdinand de Saussure ha abierto el camino a la lingüística moderna.

El diván virtual


Una reflexión para los maestros

Sabemos que en épocas anteriores la frase: “la letra con sangre entra”, no era puesta en duda. Era el corolario de un pensamiento en el que se creía que la única forma de aprender era a través del dolor y, en muchas ocasiones, en aras de la buena intención, los padres y los maestros castigaban severamente a los hijos y a los alumnos, y en el peor de los casos estos quedaban expuestos a los extremos de aquellos que, bajo esa premisa, usaban su lugar de poder para desahogar en ellos sus frustraciones.

Afortunadamente mucho ha cambiado al modificarse esa forma de pensar, y hoy en día un adulto no está en la libertad de abusar de un menor y menos para hacer que la letra entre. Reformas que permitieron a la enseñanza tomar otros rumbos relacionados con el juego y la motivación. Hoy en los casos en que se encuentra el maltrato es sancionado y reprobado. También es importante anotar que parte de ese cambio de pensamiento en la cultura, fue producto de la fuerza que tomaron disciplinas del comportamiento humano, dando lugar a la aparición de profesionales, que en mucho ayudan a aliviar sus conflictos.

La educación actual goza de muchas bondades, pero también, hay que decirlo, se enfrenta a otras dificultades. Una de ellas es que se pasó de un extremo a otro, y si antes se confundía la autoridad con el abuso, hoy se tiende a confundir la libertad a desarrollarse con la permisividad. Esto, unido a los conocimientos de la psicología del ser humano, nos puede estar llevando a otra forma de abuso, que en aras también de las buenas intenciones, lo sostenemos sin darnos cuenta.

Es así que hoy en día, la evolución de un niño en el colegio es observada bajo parámetros muy estrictos que, cuando no se cumplen, algo esperable porque el desarrollo de cada infante tiene diversas modalidades, el niño entra a hacer parte del grupo de aquellos que ameritan un seguimiento, se le hace historia clínica y además se le diagnostica. Es la razón de que muchos jóvenes lleguen a consulta arrastrando un prontuario de citas, evaluaciones y diagnósticos, creyendo desde su infancia que son seres enfermos, cuando lo único que hicieron fue revelar a través de sus actos y a su manera, un conflicto transitorio y normal en edades tempranas.

También es muy común, y seguramente por las mismas razones, las quejas de los maestros a los padres. Notas que comunican que el niño no presta atención, que es muy inquieto o no responde a sus deberes en clase. Y aquí uno se pregunta: ¿Qué puede hacer un padre frente a esto? Y, ¿por qué si es el maestro quien en ese momento está como autoridad frente al alumno, no la ejerce? Es lo que tiene que ver con la permisividad. Seguramente no se espera que se los aquiete con los modos antes tan criticados, pero mínimo el maestro debe contar con métodos que le permitan ejercer su autoridad sin tener que enviar esas quejas a los padres. Unas quejas que generalmente se traducen en que el niño debe ser llevado a consultas especiales.

¿Será que es necesaria tanta consulta? ¿Será que ahora la mayoría vienen defectuosos? O, será que nos hemos olvidado que el tránsito por la infancia está lleno de cambios y transformaciones, donde no podemos esperar que se cumplan logros por catálogos y pedir una serenidad que a esas edades no existe, porque lo que hay es un cierto caos interior que necesita un adulto que con firmeza y serenidad le indique el camino por el cual debe seguir. ¿No será que hoy nos falta esa gran paciencia que nos permitiría no catalogarlo en el grupo de los que deben ir de consulta en consulta y hasta medicarlos? Delegar problemas a los profesionales de la salud en situaciones que deben y pueden ser resueltas en el momento, ejerciendo la autoridad que el niño necesita, puede ser otra forma de abuso, que en aras de la buena intención, estamos convirtiendo la cura en la misma enfermedad.

Escrito de IPM publicado en el periódico El Heraldo de Barranquilla, mayo 21 2011


viernes, 8 de julio de 2011

El diván virtual


¿Cuál es la importancia de la amistad?

La amistad como el amor, es una elección que nos elige, ya que ese deseo está comandado, no por algo racional, sino por una afinidad que podemos definirla pero poco comprenderla.

Seguramente la razón de que los amigos pueden ser contados, como se dice, con los dedos de la mano, y no porque existan pocos dignos de confianza, sino porque establecer ese lazo implica un encuentro de identificaciones, de azares, de entrega y renuncias.

De identificaciones en el sentido de que aquel a quien se desea como amigo, no lo es porque se parezca a uno, sino porque con él se tienen afinidades, especialmente en lo que se elige. Por lo que podríamos decir que la unión se da, no especialmente porque se gusten, sino por un gustar de lo mismo. Razón por la cual podemos entender por qué siendo tan disímiles es posible el encuentro.

Es del azar, porque encontrar a aquellos que nos pueden atraer se juega en la contingencia de un encuentro casual, en el que sin saber, nos acercamos por una atracción, como si en el otro brillara una lucecita invisible que nos promete un goce.

Y sobre todo la amistad es producto de entrega, de la capacidad de dar, porque sostenerla implica tiempo y energía, por eso aquel que se queja de que no tiene amigos, seguramente está en la posición de aquella que decía: “Siempre me dejan plantada”. Una frase que sirve para jugar con la palabra y mostrar que los que se comportan como una planta, como si estuvieran plantados, sin posibilidad de moverse para llamar, visitar, buscar, lo que les queda es la soledad.

También la amistad es de renuncias, lo que quiere decir que no podemos esperar que todo se dé en la armonía de un acuerdo permanente. Por eso un buen amigo es aquel que sabe que algunas cosas pueden doler, y aún así se arriesga a decir lo que para él es cierto.

La amistad no es de tumultos, algo que actualmente parece olvidarse con las nuevas tendencias de la comunicación, en las que se pueden sumar números como amigos, de lo cual no es fácil sustraerse para tazar la popularidad por las cifras que arroja un dato, que está puesto ahí porque es un artefacto que adiciona y que algunos toman como algo real.

Un amigo es alguien de carne y hueso, un ser como cualquiera, lleno de contradicciones. Es aquel que en momentos nos puede hacer reír, nos puede escuchar, acompañar, pero que también en otros nos puede herir. Es que es humano. Razón también de la soledad de algunos que no alcanzan a comprender y a disculpar, porque en la idealización de las relaciones, no alcanzan a captar que si cobráramos a todo el mundo sus pequeños deslices o lo hicieran con nosotros, ninguna amistad sobreviviría.

Tener amigos es ir más allá de la familia, es el encuentro con las diferencias. Y una de las razones de la imposibilidad de esos lazos, está en relación a la incapacidad para desprenderse de lo conocido, porque en el malentendido de creer que sólo allí encontrará lo que necesita, el mundo cada día se hace más estrecho.

Escrito de IPM publicada en el periódico El Heraldo de Barranquilla, mayo 14 de 2011