viernes, 25 de junio de 2010

Seminario. Clase trece


El fantasma, trama en la que se enredan el amor y el cuerpo.


No sé si Lacan alguna vez dijo que el significante es el destino, pero pareciera, porque como el destino, se desconoce pero comanda. Lo que sí dijo en su seminario El Yo en la Teoría de Freud y uno podría estar de acuerdo después de pasar por la experiencia analítica, es lo siguiente: La parte esencial de la experiencia humana, aquella que es, hablando con propiedad, experiencia del sujeto, aquella que hace que el sujeto exista, se sitúa a nivel del surgimiento del símbolo {…] Lo que me desvivo por decirle es que […] El juego ya está Jugado, la suerte ya está echada. Ya está echada, sin perjuicio de que podemos volver a tomar los dados y tirarlos de nuevo. La partida empezó hace mucho tiempo.

Una partida que se juega en el fantasma, para el cual no podemos dejar de lado lo que tiene que ver con la angustia, y es que abordar lo referente al objeto a, lo hace imprescindible. Y lo es, por algo que Lacan remarca en su seminario del mismo nombre, donde podemos entender que en la constitución del sujeto hay varios tiempos que se juegan en relación al objeto. En lo inicial lo oral determinado por la necesidad en el Otro, donde el seno forma parte del mundo interior del sujeto. Las heces, como resto se instituyen por la demanda en el Otro. El nivel fálico, así llamado, se define por la falta, falta de un objeto que dará cuenta de la predominancia de goce en el Otro, donde se constituirá la angustia de castración.

Además hay otros dos pisos, el escópico, propiamente el del fantasma, donde el enfrentamiento es con la potencia en el Otro, espejismo del deseo humano, y por último: el del deseo en el Otro. Este nos dará algunas luces, si le creemos a Lacan cuando dice: La angustia se manifiesta sensiblemente como relacionada de forma compleja con el deseo del Otro y que está vinculada a lo siguiente: no sé qué objeto a soy yo para dicho deseo. Si el objeto a es ese objeto irreductible a la simbolización en el lugar del Otro, se entiende la fábula de la Mantis religiosa a la que acude para poder entender que en eso que queda como resto, es resto del deseo voraz, donde en el Otro radicalmente Otro, no hay vínculo ni ningún factor común como cualidad de semejante, un desconocimiento que hace explicable que haga emerger la angustia.

Si en los primeros planos hay un objeto cesible y en el fálico lo que se presentifica está a nivel de la falta, lo que quedará a este nivel será una falta hecha al goce que se sitúa en el Otro. Es la razón por la que al goce no le esté, por su naturaleza, destinado al deseo. El deseo no puede más que ir a su encuentro y, para encontrarlo, debe no sólo comprender, sino franquear el fantasma mismo que lo sostiene y lo construye.

Propuesta harto difícil, que da cuenta de lo enmascarado del deseo, que en el neurótico, su estatuto se da como insatisfecho o imposible ya que siendo el deseo voluntad de goce, estará en relación a la ley, que se ejemplifica bien en la duda obsesiva: ¿lo hago? ¿no lo hago? Una ley que el perverso supone transgredir cuando lo único que hace es mostrar el límite que el mismo deseo impone al goce. Algo así como que el neurótico no avanza por suponer lo inconmensurable del goce mientras que el perverso avanza, y lo que muestra es sólo su fracaso, ya que el deseo mismo es soporte de una ley. Es lo que no hace al perverso en ventaja, aunque el neurótico lo crea, porque aunque ejerciendo su voluntad de goce y aun sufriendo su fracaso, nunca alcanza a captar que ese goce no está a su servicio.

Es también en el deseo y su relación con el fantasma que se encuentran esas formas tan particulares de evitación de la angustia que observamos en el acting out y el pasaje al acto. Un fragmento que en la vida de un sujeto exige a todas luces una explicación y que para todos, y especialmente para él mismo, es difícil encontrarla. Actuaciones en las que se muestra lo que quiere decir Lacan cuando habla de la causa y lo que nombra como su Ética trascendental. Una ética en relación a que el a es la causa del deseo.

Hay un suceso que un joven cuenta: Ha perdido una gran suma de dinero en un cheque que hoy no recuerda si lo recibió, pero que aparece firmado por él como recibido. Se ha enterado porque corrido el plazo en el que debería hacer la transacción, recurre al lugar donde debe reclamarlo, es cuando se encuentra con la información de que ya le había sido entregado en determinada fecha. Recuerda haber estado allí en esa ocasión, pero el resto se le ha borrado por lo cual no puede hacer un reclamo coherente y todo lo que siente es angustia, más por darse cuenta que en él hay ese vacío que no puede llenar con palabras que por la pérdida del dinero.

Sin embargo habla y desprevenidamente suelta frases, ya no relacionadas con el suceso, pero que tienen todo que ver con él, dice: “La plata es un enemigo que uno lleva en el bolsillo”, “cuando la persona tiene plata, cambia”. Dice sin saber, sin saber que lo está diciendo, primer tiempo para él y quien lo escucha, todavía pasará otro, para que pueda escucharse, para que ese objeto que resplandece iluminando la escena, se torne opaco y de pronto pueda escucharse “la plata es una mierda”, total desplazamiento del objeto eses sobre el dinero, de ahí la angustia y la imposibilidad de franquear el goce para condescender al deseo. Un deseo que le permitirá una relación algo distinta que le pueda permitir un cambio.

Obras: La primera de Francis Bacon. La segunda de Cristina Vidal

jueves, 24 de junio de 2010

El diván virtual

¿Por qué vivimos tan preocupados?

Vivir preocupado puede ser una constante. Hay tantas cosas que nos alteran que a veces no es fácil sustraerse a la expectativa de lo que puede pasar. La preocupación, en ocasiones, no nos deja dormir, tampoco disfrutar el momento que se vive, como si en el fondo apareciera una vocecita que nos está martillando lo que falta por hacer, o lo que puede suceder. Aún en ciertas personas que parecen relajadas, es algo que no deja de estar presente.
Y ¿por qué tanta preocupación? A veces lo que martilla tiene toda la razón porque dejamos algo inconcluso, lo que hace cierta la frase que si se está preocupado es porque uno no se ha ocupado. No se ha ocupado de hacer lo que hay que hacer, a veces por olvido, otras por desidia o por incapacidad.

Otra forma de verlo es lo que nos dice la palabra al descomponerla: pre-ocuparse, es decir ocuparse antes. Ocuparse antes significa que, por efecto de nuestro imaginario, tendemos a completar lo que no ha sucedido y esto se refleja en que creemos saber lo que va a pasar, entonces nos comportamos como adivinos haciendo suposiciones que, además, damos por ciertas. A veces también suponemos saber lo que el otro piensa, sin darnos cuenta que esa capacidad telepática a nosotros los humanos no nos fue dada, sin embargo, ponemos pensamientos en el otro sin saber si los ha tenido, de acuerdo a la consabida frase: piensa mal y acertarás. Un vidente que llevamos dentro que, al parecer, no nos hace la vida muy grata.

Si nos detenemos un poco en este último punto, ¿acaso no es un poco injusto poner en la mente de otro pensamientos que son propios? Y ¿acaso no es también injusto con uno mismo suponer que el otro siempre está pensando mal de uno? En ocasiones hay preocupaciones que son válidas, las cuales se eliminan cuando uno se ocupa, aquellas que siguen rondando, lo más probable es que tengan todo que ver con lo que se imagina.

Aquí cabe la historia de alguien que observando ciertos comportamientos que por estar tan arraigados, no los podemos ver, comentaba:- Nosotros sufrimos de esquezofrenia- la persona que escuchaba, erudita en temas de la mente, le corrigió: -Se dice esquizofrenia-. No -contestó el otro, -esquezofrenia. Y ante el pedido de explicación respondió: -Porque cada vez que hay algo por hacer aparecen frases como: es que va a llover, es que seguramente no está, es que me va a decir que no, es que le va a pasar algo, es que siempre me pasa, y la más poderosa: es que no se puede-.

Una historia y un es-que, que sirve para entender lo fuerte que es nuestra imaginación, ella nos mantiene muy ocupados, además nos evita el esfuerzo, porque si imaginamos ya sabemos, y si ya sabemos para qué vamos a averiguar. Una forma cómoda de vivir, pero al mismo tiempo una buena forma de vivir amargado, o mejor preocupado.

Vivimos en el presente acompañados por lo pasado y del futuro no tenemos garantías, sabemos siempre a posteriori, es la razón por la que la imaginación vuela para llenar los vacios. Y es ahí donde más aparece la preocupación, si el hijo no ha llegado, si alguien no llamó, si otro por despistado no saludó, si esperamos una noticia, en estos y muchos otros casos, nos entra el vértigo asociativo. Cantidad de suposiciones que en su mayoría son falsas, pero muy eficientes en ese ocuparse antes, de lo que no sabemos.

El ser humano imagina, lo hacemos y lo seguiremos haciendo, ese no es el problema, el problema es creer que todo lo que uno imagina es cierto, un gran motivo de pre-ocupación.

Publicado por I.P:M. en el periódico El Heraldo de Barranquilla, sábado 5 de junio de 2010

De escritores…


Rainer María Rilke
La gloria no es sino el compendio de todos los malentendidos que se forjan en torno a un nombre.

Nietzsche
Si no encuentro la piedra filosofal para transformar toda esta mierda en oro estoy perdido.

Lou Andreas Salomé
De todos modos, nada podía haber más desolador que la doctrina del retorno que propugnaba Nietzche, y, sin embargo, él le infundía la fascinación del glaciar: callada, blanca, amenazadora.

Rousseau
Tal fue enterrado a los cien años que ya era cadáver desde su nacimiento.

Brassai. De Picasso.
Hay que tener el valor de la propia vocación y el valor también de vivir de esa vocación.

El Monje Sagyo
Si yo no creo que lo real es real, ¿Cómo creer que son sueños los sueños?


Rilke en Auguste, Leipzig, 1930. Nietzsche y Lou Andreas Salomé en Lou Andreas Salomé H.F. Peteus. Paidos. B. Aires. Picasso en Conversaciones con Brassai. Aguilar. México 1996. Del Monje Saygo sólo las fechas 1118 a 1190

jueves, 17 de junio de 2010

Seminario. Clase once


El Fantasma. Trama en la que se enredan el amor y el cuerpo

El goce, un concepto sin el cual sería imposible seguir la lógica del fantasma. En uno de los casos de Freud, bastante renombrado para acudir a lo que de la teoría y la clínica es imprescindible, el famoso Hombre de las Ratas, encontramos ese aparte que describe muy bien de lo que se trata.

Un joven militar que con una gran dificultad para ponerle palabras, le confiesa a Freud un relato. Lo más curioso, como todo lo que tiene que ver con el inconsciente, es que es una historia que nada tiene que ver con el sujeto en cuestión, algo que cuenta un capitán de su compañía estando él presente y  que muestra la eficacia de lo simbólico, de cómo la presencia de un significante para otro significante hace efecto. Evidente en la forma como lo afecta y que Freud describe así: En todos los momentos más importantes del relato se nota en él una expresión del rostro de muy rara composición, y que sólo puedo resolver como horror ante su placer, ignorado por él mismo.

Esto le sucede al repetir el relato donde al condenado le era atado a su trasero una lata con ratas que penetraban por el ano. Una historia bastante cruel, pero al fin y al cabo sólo una historia para el que la escucha. Sin embargo sabemos por el historial, cómo este suceso desencadenará toda la angustia que lo llevará a consulta.

Un placer ignorado por él mismo. Un horror y un placer que dan cuenta de lo llamado goce. Eso que aparece en el cuerpo, ese Otro que habla, que el que dice desconoce, pero que el otro interpreta. En este caso Freud que ante el gesto busca palabras para resolver, para decir lo que vio con sus palabras de ese Otro, el cuerpo que acusa lo que allí está escrito.

Es la eficacia de la lectura del inconsciente que sólo aparece, aunque siempre esté, cuando se le puede leer. Como en el ejemplo de un grito en la selva, si no hay quien lo escuche, sucederá como si nadie lo hubiera emitido. Y es la posibilidad, pero también lo fortuito del análisis ya que, aunque el que escucha pueda oír el grito, sólo si aquel que lo emite se lo alcanza a escuchar, es posible que pueda reconocer que hay algo en él que grita.

El goce y el significante. El fantasma, que en el caso de la lectura de Freud y su Hombre de las Ratas llegaron bastante lejos con sus Tantas ratas tantos florines. Una frase donde estos  significantes llevan a una historia antigua relacionada con el dinero y una deuda no pagada por el padre, además de la significación de los hijos. Un historial, bastante trajinado en el mundo psicoanalítico que nos permite acercarnos a lo que del fantasma hace efecto.

El joven en cuestión  llega a donde Freud a raíz de unas ideas obsesivas que han malogrado su tranquilidad, que se originan en la pérdida de unos quevedos, unos anteojos que en una de las actividades militares pierde y para obtener otros, escribe a su óptico para que le sean enviadas nuevamente. Es el origen de sus ideas ya que al recibirlas, devolver el dinero se le vuelve un calvario pues se le empiezan a imponer una serie de mandatos sobre a quién debe entregarlo, lo que le impide pagar la deuda aún sabiendo que fue la empleada del correo quien la canceló. Se impone que debe devolverlo a través de un teniente, del que en un principio el capitán cruel, como lo llamaba, le había dicho que había pagado. Y la historia de la devolución se articula con el relato de las ratas pues considera que si no paga a dicho teniente, la tortura le sucederá a su amada o a su padre, y aquí lo más paradójico, ya fallecido.

En el trasegar de la imposibilidad para pagar, es ayudado por un amigo quien le aconseja visitar a un médico y, como casualmente a sus manos cae un escrito de Freud, decide acudir a él. Momento del nacimiento de un historial que leído a la luz de los aportes de Lacan, tienen toda su pertinencia porque nos muestra ese camino lleno de trampas, pues es de ella que se parte, de lo simbólico que se repite en forma incesante, de lo Real que no puede ser asido y de lo imaginario que, en su sentido, hace resplandecer de una manera lo que en el fondo es otra cosa.

Un goce, que se enreda en un discurso incongruente e incoherente en el que los significantes ratas y florines darán la clave. Sujetado a lo que no sabe pero que hace efecto, por lo que se puede entender que Freud, en el aparte del texto sobre El Complejo Paterno y la Solución del Problema de las Ratas avance en la siguiente afirmación: Real y efectivamente podía hallar en la rata «la viva imagen de sí mismo». Acaso aquí podríamos recordar a Gregorio, este sí convertido en lo que un significante designa, producto de una historia literaria pero que no se aleja mucho de la aquí tratada, pues nuestro teniente en medio de tantas cavilaciones, no estaba menos aprisionado que Samsa.

En esta ocasión acudimos al caso de Freud para señalar su definición del goce: un horror ante su placer, ignorado por él mismo. También a lo que del significante hace su efecto, esas ratas, que aparecen por contingencia en un relato, que conmocionarán su historia porque tenían todo que ver con ella, pero que al mismo tiempo le permitirán abrirse a interrogantes que antes no habría podido hacerse.

lunes, 14 de junio de 2010

El diván virtual


¿A qué le llamamos sacrificio?

Hay palabras que usamos a diario que creyendo saber su sentido o, más bien por no saberlo, no cuestionamos su significado. Sacrificio es una de ellas, usada de muchas maneras en frases como: “Yo que me he sacrificado por ti”, “Después de tantos sacrificios que hice” o, “Tengo que responder por los sacrificios que ellos han hecho por mí”. En general, es una palabra usada para hacer homenajes a la madre, al maestro y, en general, a figuras que realizan labores que van en beneficio de otro.

Si nos detenemos un poco frente a estas expresiones, notamos que en ellas hay un dejo de culpa, una especie de reclamo al destinatario del bien recibido y, por qué no, una deuda. Los padres muchas veces las usamos con los hijos, tácita o abiertamente, olvidando que cada acción que se hace en beneficio de otro, si se da por una elección personal y con generosidad, ya de por sí trae implícita la recompensa, pero a veces creemos que vivir recordando al otro lo que hacemos por él, lo hará mejor persona.

El sacrificio en su acepción conocida significa hacer algo que está más allá de nuestras fuerzas, por lo cual se espera algo de ello y, es aquí, donde puede estar la incongruencia. Porque en cada acción humana siempre hay una pérdida cuando algo se gana y una ganancia cuando algo se pierde, así sea en sabiduría. Entonces, cobrarle a otro lo que se le ha dado por una elección propia, implica un desconocimiento de lo que significa dar.

A veces no hay siquiera a quien cobrarle como en aquel que dice: “Yo me sacrifiqué estudiando”, como si el beneficio lo recibiera el vecino. Por efecto del lenguaje tendemos a repetir lo que hemos oído sin cuestionarlo, sobre todo, si hace parte del discurso familiar, de lo conocido. Pero si lo pensamos bien, ¿habrá tantos sacrificados? Acaso cuando una madre decide tener un hijo, ¿no es su obligación darle los cuidados y el amor que se merece?  Y si es el padre, ¿no es su obligación velar por él y brindarle lo que necesite? Y si es un maestro, ¿no es su trabajo dar a los alumnos las enseñanzas para las cuales se ha formado? Y si es la mujer o el marido, ¿no se unieron para recíprocamente complacerse?

Vivir la vida creyéndose sacrificado es un mal mayor, porque quiere decir que no se disfruta cuando se da, que es el mejor premio que se puede recibir. A veces sentimos que la vida nos exige mucho, entre las demandas de la pareja, de los padres, si todavía viven, y de los hijos, si ya se tienen, pero sólo hay que pensar en cómo sería  esa vida sin ellos. Un desierto, sin quien reciba lo mejor de uno. Es la razón por la que dar, a veces hasta lo que no se tiene, tiene un sentido, da valor a la vida y eso es impagable, mal haríamos cobrándolo.

Y si aceptamos esto como verdad, ¿cómo esperar que aquel que recibe, no se crea merecedor a recibir sin dar?, lo que pasa muchas veces cuando se crean esos monstricos exigentes. Al parecer ellos aparecen cuando de verdad hay allí, alguien sacrificado, lo que permite entrever que el sacrificio frente al otro, más que una virtud, es un defecto. Es la esposa o el esposo, es el hijo o el alumno de esos seres ab-negados, y como la palabra lo dice, negados. Negados para todo, salvo para lo que el otro quiera, una negación que no deja ver que el que da también  necesita, que también le falta. Que le gustaría recibir, y no por culpa o como pago a su sacrificio, sino por la posibilidad que le ha brindado porque se lo merece y se le ama, y porque también cuenta con sus propias fuerzas, para esforzarse más allá de ellas.

Hay deudas impagables: el amor y los cuidados de una madre, la presencia de un padre, la sonrisa de un hijo, la lealtad del amigo, la pasión de una mujer y la seguridad que un hombre ofrece. Nada de esto es sacrificio, y si creemos que lo es, debemos preguntarnos por qué.

Publicado por IPM en el periódico El Heraldo de Barranquilla, Colombia. Mayo 29 de 2010

Artículos y ponencias


Jacques Lacan desmantelando su propia clínica
Por Jean  Allouch

He aquí tres sainetes contemporáneos, elegidos entre centenas de ellos. En avión clase Business. Cerca de mí, una dama de cierta edad, gruesa, frik, devora con algo de glotonería una banana. Detengo el guiso y le digo: “¡Mire una felatio!”. Estupefacción del guiso, seguido de una franca aunque silenciosa condena de mis palabras.
Otra escena, los talones de Sarkozizi, como yo lo llamo. Que él los use o mejor aún se suba en puntas de pie para una foto al lado del gigante Obama, es un signo de que él se juzga pequeño, demasiado pequeño. Interpreto: no es de la talla de su cuerpo sino de la de su pene que se trata. Eso se llama desplazamiento, una astucia conocida desde Freud ¿Puedo no obstante escribir un artículo sobre el tema y proponerlo al diario Liberación? La respuesta es “No”. Pero en cambio, en el momento de las últimas elecciones presidenciales, hice llegar a Le Monde un papel explicando que Ségoléne Royal es una mamá y que es necesario por ese hecho no votar por ella, entonces allí sí, mi papel aparecerá sin ningún problema. He aquí cómo los medios discriminan al psicoanálisis, lo aceptable y lo otro……
http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=1292

Culpa y sacrificio. Un hombre serio
Por Esther  Díaz

1. La culpa, esa astucia del poder. Es de noche. Un hombre avanza penosamente hacía su cabaña. La furia del viento entorpece sus pasos. La nieve se arremolina alrededor del cuerpo, se amontona en el suelo, golpea el rostro. La puerta al abrirse arroja un chorro de luz granizado por la ventisca. En el interior se encuentran su esposa y el abrigo del corazón de hogar. Está contento. Regresaba a casa luego de vender las aves en el mercado e imprevisiblemente se rompió una rueda del carro. No atinaba a hacer nada en medio de semejante tormenta, pero milagrosamente apareció un anciano que lo ayudó y pudo seguir su camino. El hombre se regocija no solo por el milagro del salvataje nocturno, sino por la coincidencia. “Es un viejo conocido tuyo”, le dice a su sorprendida mujer que lo mira interrogante. El marido, entre risas y restregones de manos, pronuncia el nombre del peregrino. Ella da un respingo. Su cara se demuda mientras exclama que Dios les ha mandado una maldición. Escupe al suelo. Ese hombre ha muerto hace años. Se trata de un fantasma, un espíritu impostor, un augurio de malos tiempos…..

Analizarse con Freud
Por Pablo Peusne
Cuenta Anna Koellreuter, psicoanalista de origen suizo, que “como los otros miembros de mi familia, yo sabía que mi abuela había hecho un análisis con Freud, aunque las informaciones que ella nos había dado acerca del asunto fueron extremadamente escasas”1. Esa abuela era Anna Guggenbühl (1896-1982), psiquiatra formada con Eugene Bleuler en el Burghölzli donde se desempeñó muchos años –aunque también, parte de su carrera profesional transcurrió en un hospital en las afueras de París–[…]En 1988, mientras vaciaban la mansión donde había vivido “la abuela”, apareció el original de la carta que Freud le había dirigido informándole sus condiciones para recibirla en análisis –fechada el 23 de marzo de 1921–. Tales condiciones le imponían a la candidata permanecer en Viena durante cuatro meses para encontrarse con Freud seis veces por semana, con un costo de cuarenta francos (suizos) la hora. A su vez, la carta proponía que si las condiciones eran aceptadas, podían comenzar a trabajar el 1º de abril de 1921.
[…]Considero que el libro es un documento apasionante y prefiero no entrar en los detalles acerca de su específico contenido teórico-clínico, con el afán de entusiasmar a los lectores con un posible acercamiento a la obra….
Artículos tomados de la revista Imago Agenda, Número 139 de mayo del 2010