viernes, 2 de julio de 2010

El diván virtual


¿Qué es lo desilusionante de la ilusión?

Freud escribió un artículo que tituló El Porvenir de una Ilusión, un bello nombre para hablar de algo verdaderamente serio, y aunque aquí no vamos a hablar de él, si se tratará de ella, de la ilusión. No podemos vivir sin ilusiones, es lo que nos impulsa a seguir, a trabajar para conseguir lo que queremos, a visualizar un futuro acorde a nuestros deseos y, en la medida en que los alcanzamos, sentir que la vida vale, no la pena, sino la alegría de vivirla.

Pero hay algo que también se puede decir de la ilusión, y es que a veces puede engañarnos. Es la razón por la que hay que estar muy atentos y, especialmente, saber cómo nos relacionamos con ella. A veces escuchamos frases como: “Es que él me ilusionó”, “¡Estaba tan ilusionado!”, “Yo creía que todo iba muy bien”. Es de humanos embarcarnos en el tren equivocado pensando que vamos a estación segura, y esto sucede cuando lo que nos guía únicamente obedece a la ilusión, que nos hace ver sólo lo que queremos ver. 

La anterior propuesta parece desilusionante, y esta es otra característica muy humana, nos gusta que nos hablen de lo que queremos oír, por lo cual es de valientes escuchar lo que no es grato a nuestros oídos. Y ¿la razón? Puede ser que escuchar eso que no queremos, nos permita cambiar. Para empezar a entender la desilusionante propuesta, sólo hay que pensar que la vida no nos ofrece nada gratis, todo tiene un costo, y no precisamente porque sea capitalista. Enamorarse tiene un costo, ser padre o madre también, fundar una empresa u ofrecerse para un trabajo, hasta ser bello lo tiene. Lo que pasa es que a veces no queremos pagarlo, o lo pagamos a medias.

Si pensamos un poco en cómo está articulado el mundo, podremos darnos cuenta de que cada cosa que en él se realiza, requiere de un gran esfuerzo. Es la razón por la que empezamos a apreciar más a nuestros padres cuando también llegamos a serlo, es ahí cuando entendemos la cantidad de energía y voluntad con que contaron para criarnos con todas las dificultades que esto implica. Es donde algunos entienden que no es sólo con la ilusión que se mueve el mundo, ya que si no hay alguien allí que haga que se mueva, nada sucederá. Entenderlo lo hace a uno más agradecido. Cuando no se concibe esta complejidad y se cree que las cosas son más fáciles de lo que son, es cuando el ilusionado empieza a sufrir porque cree que le están cobrando más de lo que la cosa vale.

Es la razón por la que la frase: “De eso tan bueno no dan tanto”, no es mezquina, es sabia. O la otra: “Cuando la limosna es mucha, hasta el santo sospecha”. Pero a veces no sospechamos porque vamos embarcados en la ilusión y luego, al caer, decimos que el otro nos engañó. Claro que esto puede ser cierto, pero también es cierto que le dimos una ayudita.

Una ayuda, que por ser inconsciente no sabemos que la ofrecemos, solo que al final nos sentimos esquilmados, para algunos, en muchas ocasiones. Y aquí habría que pensar que si siempre pasa lo mismo, lo más probable es que se está haciendo algo para que suceda de la misma manera. Como dar por cierto que nuestro equipo va a ganar cuando todavía no ha jugado, por lo cual la pérdida se hace doble, no sólo se perdió el partido sino también la certeza de lo que supuestamente, ya estaba ganado.

A veces la ilusión no nos deja ver la realidad, empaña la vista, cierra los oídos a todo aquello que de la situación hace señas para poner los pies en la tierra, y cuando ya hay que ponerlos, esa realidad nos parece muy dura, y no es que lo sea tanto, es sólo que habíamos adornado tanto el escenario, que cuando se cae la utilería, a veces nos puede arrastrar con ella.

Publicado por I.P.M. en el periódico El Heraldo de Barranquilla. Junio 12 de 2010  

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