El fantasma, trama en la que se enredan el amor y el cuerpo.
La última clase de este seminario nos propuso más inquietudes que respuestas, una situación que si se está un poco advertido incita a proseguir, es precisamente de lo que aquí se trata. El fantasma, nuestro tema, tiene que ver con esto: que todo saber se eleva sobre un fondo de ignorancia.
Es la razón por la que es importante para terminar, tomar en cuenta un concepto psicoanalítico por excelencia, la repetición. Y es importante, porque muestra aquello que de la relación primordial relanza siempre a la búsqueda en una repetición, que para decirlo en palabras sencillas: es lo mismo siendo diferente.
Sabemos que lo que se repite como segundo nunca podrá ser igual a lo primero, es precisamente el movimiento y la búsqueda que hace a la vida. Y en ese devenir hay lo que puede ser del acto, en el sentido en que el acto dice algo, por lo cual el acto analítico se define por ese movimiento en que lo aportado hace abrir como en un relámpago algo que está más allá de los límites del saber. Un franqueamiento, una ruptura que permite atravesar lo imaginario y captar lo que de lo real está en juego. La aproximación de una respuesta cuando se está a punto de encontrarla.
Una línea que nos hace acercarnos a lo que es la sublimación, ¿porque acaso ese momento descrito no está muy relacionado con la creación? En el sentido en que en ese momento de quiebre hay algo que aparece y que no había estado, novedoso y, ¿por qué no tranquilizador?
De lo repetitivo, que aún no siendo igual a lo primero tampoco basta, que si se logra romper, cortar, lo que es de lo real que no puede escribirse, pueda tener una forma de manifestarse. Como en la obra de arte, la escritura y todas las formas del arte que permiten que eso llamado Das Ding pueda ser plasmado de alguna manera, evidenciando su distancia. Es lo tranquilizador, ya no se está tan cerca, algo ha acotado la Cosa.
Y en este sentido podemos volver a Hegel y a la cita de la clase anterior con relación al amor en la propuesta lacaniana, que va más allá de la lucha por puro prestigio, de conciencia a conciencia, callejón sin salida o, con una sola salida, la violencia.
Hay también todo un tema sobre el amor al que Lacan se dedica, el amor cortés. Aquí no vamos a hablar de él, pero hay una reflexión que llama la atención. Si tomamos como cierto que el amor es un hecho cultural, esta forma de presentarse nos lo confirma. Un tiempo donde el objeto amoroso representado en la dama, encarnaba todas las idealizaciones y obstáculos, ciertas formas instauradas por un discurso, como todo lo que es del significante. Pero sabemos que el discurso sólo se sostiene cuando está en relación a algo de lo real, en este caso la repetición de lo inabordable de la Cosa.
Y qué tiene que ver con el discurso de Hegel, del que Lacan nos indica: una perversión resultante- y llega hasta más lejos, hasta el dominio político-. Cuál es la salida de la sin-salida en que nos dejó Hegel que Lacan aborda? Allí donde plantea que la función del deseo no está únicamente en el plano de la lucha sino también en la del amor?
Seguramente porque Hegel lo encontró en el plano imaginario. Y, ¿no es también en el plano imaginario donde encontramos esos excesos del amor cortés? Plano que al parecer ofrece obstáculos cuando un discurso se sostiene allí, donde lo real es recubierto sin recurso a una mediación y tal vez lo que explica que: La realidad es precaria. Y, precisamente en la medida en que su acceso es tan precario, los mandamientos que trazan su vía son tiránicos. En tanto que guías a lo real, los sentimientos son engañosos.
La anterior frase del seminario La Ética, nos guiará en la apertura de otra partida dónde seguramente no quedará de lado el fantasma y el amor, y por supuesto aquello de lo que no es fácil decir, ese lado opaco que nos dará mucha luz: el odio y la pulsión de muerte. De lo imaginario y lo real, para ver cómo ha sido articulado a lo simbólico.
Clase del 29 de junio de 2010
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