martes, 3 de agosto de 2010

El Diván Virtual.

                                                  
                                              ¿Por qué sufrimos tanto por amor?

El amor es el tema por excelencia, en la literatura, las canciones, la poesía, el cine, y en las conversaciones diarias. Es algo tan mentado, reconocido, anhelado, y siempre incomprensible. Siendo uno de los regalos más bellos que nos puede dar la vida, es también, paradójicamente, lo que más nos puede hacer sufrir, porque amar implica que el otro se vuelve un objeto codiciado, y sabemos lo que esto significa. Es querer tenerlo, apoderarse, que sea sólo para uno. Si el otro fuera un objeto esto no sería mayor inconveniente, tal como sucede cuando obtenemos algo que nos gusta y podemos usarlo a nuestro antojo. Una de las fuentes de las penurias amorosas está ahí, en que el otro no es un objeto, es alguien que también piensa y siente, que decide y del cual no lo sabemos todo.

No saber del otro, y más, si es nuestro objeto de amor, nos coloca en un lugar de falta. Falta de saber qué piensa, cómo nos ve, qué cree de nosotros, qué va a hacer, si realmente somos igual de amados. Y es que el amor, aquello que tanto deseamos y nos hace felices, también nos confronta con la diferencia radical con el otro llenándonos de incertidumbre, una incertidumbre que puede llevar a algunos a una posición dominante, especialmente del lado de los hombres, o a una insistencia en las preguntas, del lado de las mujeres, como si a cada paso se quisiera asegurar o confirmar que el encuentro es real.

Arriesgarse a amar entonces, es todo un intento. Dice una canción que es como saltar sin red y, al parecer, tiene toda la razón, por eso es que el amor es bastante escaso, aunque existan un sinnúmero de parejas. No estaría de más citar aquí a Albert Camus a quien se le ocurrió decir que “el amor existe algunas veces cada siglo, el resto es sólo vanidad y tedio”. Digamos que exageraba un poco, pero no deja de tener razón.

Además, contamos con otro ingrediente que, haciendo sus delicias, también trae su grado de dificultad: la sexualidad, y es que allí, sí que nos encontramos más perdidos. Sólo aquellos que se postulan como gurús del sexo, dicen saber sobre ello y, seguramente, muchos crédulos les creen para tratar de maquillar la angustia que este no saber propone. Y es un no saber, porque la forma como cada cual goza no tiene nada que ver con la técnica, cosa con la que los humanos nos confundimos creyendo que es algo que se aprende y además, es manejable. Algo así como creer que enseñando a manejar bien los cubiertos, se degustará mejor el plato.

La sexualidad es algo de lo que hoy creemos saber mucho, a diferencia de la época en que Freud se atrevió a nombrarla como una de las motivaciones más determinantes de la vida humana. Y aunque hoy se hable y se actúe más libremente, esto no ha garantizado que el tema esté resuelto, al parecer se ha complicado más, dejando ver que puede ser más fácil desnudar el cuerpo, como ofrenda de amor, cuando lejos se está de ello, puesto que lo más difícil es desnudar el alma.

El amor es dar lo que no se tiene, dijo alguien. Para entenderlo pensemos que no dar lo que se tiene es mezquindad, eso lo sabemos. Dar lo que se tiene es cautivación, seducción, en lo que se queda muchas veces lo que creemos es el amor. Dar lo que no se tiene, es la posibilidad de ir más allá de uno mismo, digamos desconocerse y, especialmente, desconocer lo que se da, donde no entra el inventario de favores y de entrega.

“Te amo porque te necesito”, es la forma más común de amar, y la menos: “Te necesito porque te amo”, necesidades distintas. La primera para ser llenado, que es donde más se sufre, una relación de vida o muerte, donde el otro es la vida, que se refleja en frases no metafóricas como: “sin ti me muero”. La otra, es la posibilidad de no endilgarle al otro esa pesada carga, que más que un amor pareciera una transfusión, una diálisis. Es probablemente a lo que se refería Camus que, como buen escritor, podía captar un poco más nuestras debilidades humanas.

Escrito de IPM publicado en el periódico El Heraldo de Barranquilla el 17 de jukio de 2010

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