viernes, 23 de abril de 2010

Seminario.Clase séptima


¿Dónde está el sujeto? Una  pregunta que surge desde el inicio de la lectura de lo que le sucede a Gregorio Samsa en la Metamorfosis.  El personaje al despertar, después de un sueño intranquilo, se encuentra convertido en un monstruoso insecto, de allí en adelante se desprende toda la trama. Y lo que sorprende, es su propia falta de sorpresa, aunque se inquiete al alzar un poco la cabeza y ver la enorme protuberancia de un estómago, del que penden innumerables patas en movimiento. Y es que la pregunta de lo que le pasa no se refiere a él y a su dramática transformación, sino a las consecuencias que esto le trae para seguir su vida rutinaria.

Es una historia fantástica, como lo puede ser un mal sueño que sigue insistiendo para ser leído, como si en la cultura, un relato no pudiera ser olvidado. Como esos sueños que, aunque pasen los años, siempre estarán presentes para ser recordados.

Una primera lectura haría pensar en una familia armoniosa a la que, por azares del destino,  cae la desgracia en ese hijo amado y ejemplar. Otra podría ser que, debido a la falta de consideración de los familiares, que piensan sólo en su bienestar, les ha llegado un castigo del que son merecedores. También, que se trataría de una enseñanza moralizante para la vida, cosa que seguramente estaría lejos de la mente del autor, que en sus obras, evidencia la posibilidad que tiene para, por medio del relato de lo absurdo, lograr mostrar en un punto de quiebre, una verdad que resplandece. 

Es a ese punto de quiebre al que habría que referirse. ¿Qué es lo que en ese relato se juega? Ya en las primeras páginas, Gregorio nos da una pista, él dice con orgullo, pues sabe que se debe a él lo que expresa: “¡Qué vida tan plácida lleva mi familia!”, y en seguida, con dolor: “Qué tal que toda esta paz, todo este bienestar, toda esta satisfacción, se convirtieran en horror?”. Pregunta ante la cual, nos dice el narrador: “prefirió ponerse en movimiento y arrastrarse por la habitación”. Podemos pensar que en estas tres frases está el contenido de la obra, y no sólo de Samsa, también de lo que estamos tratando de seguir en las clases propuestas en relación al fantasma.

En el seminario dieciocho, De un discurso que no sea de la apariencia, Lacan dice: el discurso del inconsciente es una emergencia: es la emergencia de una cierta función del significante. Y, ¿qué más significante que el monstruoso insecto en que se ha convertido Gregorio y su pregunta por qué pasaría, si toda esa satisfacción se convirtiera en horror? En el discurso de la apariencia, él se pregunta por algo que puede ocurrir, en el discurso que no es de la apariencia, que habla a medias, el horror ya es un hecho y, con toda su apariencia de insecto, que obviamente siendo del inconsciente, el personaje no lo lee. Y allí  donde aparece un amago de pregunta, donde se vislumbra algo de la verdad de un goce: “Prefirió ponerse en movimiento y arrastrarse por la habitación”.

Un arrastrase en su discurso, en que Samsa se muestra como el hijo que quiere seguir satisfaciendo a su familia, especialmente a su padre, pagando una deuda que supuestamente este no está en capacidad de hacerlo, a una madre que no puede respirar y, a una hermana por la que debe responder, que encuentra el impedimento en un suceso en el cual, él no tiene nada que ver. Es lo que expresa el narrador: “lo mejor sería conservar la calma y tener mucha paciencia y consideración con la familia, para hacerle más soportables las molestias que inevitablemente les causaba con su actual estado”.

Encontramos en el protagonista un gran interés por el bienestar del otro, a tal punto que nada de lo que a él le suceda, tiene alguna relevancia. Para averiguar si puede bajar de esa cama donde se encuentra cautivo, duda, no por el peligro para él: “Lo que sí lo hacía vacilar era el estrépito que ocasionaría y que provocaría, detrás de ambas puertas, si no un susto, por lo menos preocupación”. También lo ocupa: “muy pronto debería decidirse definitivamente, porque ya faltaban cinco minutos para las siete y cuarto”. Y, ante lo temido por no haber acudido a la hora, al darse cuenta que el gerente ha venido en persona a saber el por qué de su ausencia, piensa: “¿Es que no había entre ellos (los empleados) un solo ser leal y abnegado, el cual, por no haber dedicado algunas horas de la mañana al almacén, se enloqueciera a causa del remordimiento de conciencia y no estuviera en condiciones de abandonar una cama?

¿Podríamos pensar que Kafka exagera? ¿Será que existe un personaje como Gregorio, capaz de tales remordimientos, quien para poder expresar algo de su deseo o poner un límite al Otro, sólo tiene como opción convertirse en algo indeseable y así encadenar a aquellos que antes eran sus carceleros? ¿Tal vez por una lógica que sólo le es posible porque es lo que en sus significantes se juega? Y que aún, ya habiendo logrado toda la atención de la hermana, en su incapacidad para expresar algo de su deseo, piensa: “Si no lo hacía por su propia iniciativa, prefería entonces morirse de hambre antes que hacérselo notar, a pesar de que le urgía salir de debajo del sofá, lanzarse a sus pies e implorar que le trajera algo de comida.

¿Será que el escritor exagera? O, ¿acaso no es lo que se evidencia a cada paso en la clínica, la clínica que da cuenta del fantasma? Una historia donde la servidumbre y su búsqueda, están muy bien retratadas en un personaje aparentemente normal. Normalmente otrificado, si seguimos a Lacan en el seminario La Angustia:

Entre el sujeto, que aquí se encuentra, por así decir, "otrificado" en su estructura de ficción, y el Otro, nunca autentificable por completo, lo que surge es el resto, a, la libra de carne; esto quiere decir —y saben qué estoy citando— que es posible tomar todos los préstamos que se quiera para tapar los agujeros del deseo y de la melancolía; vemos allí al judío que algo sabe del balance de cuentas y al final demanda; la libra de carne.

Clase de martes 13 de 2010

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