miércoles, 14 de abril de 2010

Seminario. Sexta clase


El planteamiento del goce, del objeto a en Lacan nos lleva a lo pulsional en Freud. Una pregunta que de inmediato aparece, pues el interés teórico no deja pasar esa búsqueda de articular los conceptos. Y tiene además toda la pertinencia, como la tiene también el rastreo  histórico que lleva a Descartes para entender ese momento del surgimiento del sujeto, a nivel del sentido, como lo nombra Lacan, que permitirá más tarde dar cuenta del sujeto del inconsciente.

En la misma medida una reflexión sobre cómo Freud logra que lo que hubiera quedado dividido con Descartes, como  res extensa y res cogitans encuentre un punto de encuentro: la sexualidad. Y es en lo pulsional, en esas pulsiones parciales, que en su texto intrincado va a dar cuenta de esa fuerza en circuito que lo que busca como meta es el cumplimiento del mismo. También de la fuente, a la que Lacan le adjudicará además el nombre de borde, lugar del cuerpo erogeneizado, fuente de salida pero también de llegada de la perentoriedad del circuito y su satisfacción.

Y del objeto, que dice Freud, puede ser cualquiera. Allí donde Lacan se  explica con relación al objeto a, que no es el origen de la pulsión porque no se presenta como el alimento primigenio, sino precisamente porque no hay alimento alguno que satisfaga nunca la pulsión, ya que sólo lo logra, contorneando el objeto siempre faltante. Es donde se comprende por qué Lacan usa la topología para tratar de dar cuenta de lo inconsciente, pues la manifestación de la pulsión se comporta como un sujeto acéfalo que se articula en términos de tensión en relación al significante o, en palabras de Freud, a la representación. Un término que al parecer le hacía obstáculo como definición y que Lacan optará como el representante de la representación: significante binario del apareamiento significante que, en relación al unario, que surge en el campo del Otro, constituirán el sujeto.

Cabe aquí una reflexión: Cuando Lacan propone que ese significante binario es la afanisis, desaparición del sujeto, ¿se refiere con esto a la represión? ¿A eso que lo representa pero no sabe? Como si en esa relación de un significante para otro significante que es el sujeto, hubiera una certeza. Tal como lo plantea de Descartes, de quien dice que su error es decir que algo sabe sobre esta certeza y no hacer del yo pienso un simple punto de desvanecimiento.

De una insistencia en el saber, como el que sabe el punto exacto del azúcar para endulzar su leche, lo que no sabe es que es el punto exacto, porque ese es el punto que el Otro le señaló como punto. Un objeto, un punto que seguirá buscando pues no hay alimento que satisfaga nunca la pulsión, y como el perro se tratará de morder la cola para no caer de la fantasía de que lo encontrará. Y mientras se debate en esa búsqueda, perdiendo la vida, lo que le espera es la muerte.

Es aquí donde se evidencia  la complejidad de ser humano, que por efecto de la palabra, su relación con el mundo y consigo mismo no responderá como el perro de Pavlov, aunque a veces parezca. Y es que a veces lo parece por efecto de la repetición, por la búsqueda insistente de un goce que no sirve para nada. Salivando a la espera de una satisfacción que Otro ha designado, prisionero de una lógica de la que no puede sustraerse y sujeto a demandas donde su deseo está perdido. No es raro entonces que algunas teorías lo hayan confundido, pretendiendo curarlo a partir de más demandas y de estímulos que esperan respuestas, siempre en la satisfacción de Otro.

Seguiremos no con un perro, ahora con un monstruoso insecto o un repugnante bicho, como se encuentra traducido en lo que se transforma Gregorio Samsa, lo que demuestra las diferencias en las traducciones, pero como ya sabemos, no encontraremos la perfecta. Aunque sí la que más nos guste, hay una de Borges, y muchos otros puntos.

Clase martes 6 de abril de 2009

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