miércoles, 10 de marzo de 2010

Seminario. Segunda clase



El fantasma, trama en la que se enredan el amor y el cuerpo

El fantasma, un buen término para designar aquello difícil de asir, de teorizar. Recurramos a la frase princeps de Lacan, aunque tampoco sea fácil: “el  inconsciente está estructurado como un lenguaje”, y a otra: “la verdad tiene estructura de ficción”. Para abordarlas, citemos a Freud en su texto Una psicología para neurólogos donde dice, respecto de la formación de símbolos:
El soldado se sacrifica por un trapo multicolor puesto sobre un palo porque eso se ha convertido en símbolo de la patria, y nadie lo encuentra neurótico...El caballero que se bate por el guante de la dama sabe, en primer lugar, que el guante debe su significado a la dama; en segundo lugar, su veneración del guante no le impide en modo alguno pensar en la dama y prestarle otra clase de servicios.
Lo anterior es lo que nos muestra Lacan como lo ficticio, que no es por esencia que sea engañoso, más bien una forma en que el símbolo se mueve en una estructura de ficción donde entramos a partir del lenguaje. Saberlo es lo que nos permite no estar locos, la locura estaría más del lado de ver sólo un palo y un trapo donde hay una bandera, o quedarse con el guante en lugar de la dama, como lo haría cualquier fetichista. Es que lo “loco” estaría allí, en que esa estructura de ficción no sea reconocida, en una incapacidad para discurrir entre la metonimia y la metáfora, forma en que las palabras se mueven para dar significaciones, más allá de lo esperado. Es lo que Freud explica:
El símbolo histérico, empero, se comporta de otro modo. El histérico que llora a raíz de A no sabe nada de que lo hace a causa de la asociación A-B ni que B desempeña un papel en su vida psíquica. Aquí, el símbolo ha sustituido por completo a la cosa del mundo.
Siendo una estructura de ficción, ya por serlo se muestra complicada, pero es más allá de eso que está la dificultad. El ser parlante, y por eso lo es, está en capacidad de jugar con lo simbólico, de jugar con las palabras, su mejor ejemplo es el humor, una forma de sentirse cómodo en el momento imprevisto en que cambia la lógica de lo que se expresa. Pero en las palabras de Freud encontramos otra cosa, y es que en el chiste se ríe porque se entendió  el movimiento, en el otro, la risa o el llanto lo desbordan porque no se sabe de dónde proceden, porque el sujeto nada sabe de esa asociación A-B, no sabe nada de B. En este caso podríamos decir que en esa letra, o que esa letra es fantasma.

Hay una dama, nada tiene ya que ver con un guante pues pertenece a nuestra época. A ella se le ve sofocada por accesos de risa en medio de cualquier relato, como si eso hilarante no la dejara hablar. No es un síntoma, ella no se ha percatado pues siendo un goce, el sujeto no está anoticiado, pero su cuerpo se sacude, vibra con una extraña intensidad que, para el que la escucha, llama a una interpretación. Unas carcajadas desbordantes que le cortan el aliento, que no tienen que ver con lo que dice o con lo que le dijeron, una risa loca, una risa sola, auto erótica, en cuerpo vivo. No es de placer, tampoco de displacer, es sólo una risa. Como en Laura, sólo unos ojos, o en madame B, un vértigo, o la mirada inocente del sueño antes nombrado. Algo desprendido, un gozar extra-cuerpo, o un más de gozar.

Una dama y un intento para rastrear de lo que trata el objeto “a”, una letra para nombrar lo innombrable de un goce desconocido pero operante, de una mostración para el Otro que quien la emite desconoce, de lo Real anudado a un Imaginario cargado de significación fálica que en este caso, por no ser “un caso”, no lo descubriremos. Pero ahí está y se evidencia en su imposibilidad para hablar, para hacer un relato coherente. Palabras entrecortadas que dan cuenta de B, símbolo que ha sustituido por completo a la cosa de la que, sólo le quedó una risa.

Clase del 10 de marzo de 2010

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