viernes, 12 de marzo de 2010


Lecturas interesantes

En el número de diciembre del 2009 de Imago Agenda, hay unos unos artículos sobre un tema que, para aquellos que nos gustan las anécdotas de una época, y su protagonista en el psicoanálisis, pueden resultar interesantes. Bajo el título Testimonios Clínicos de Jacques Lacan, se encuentran algunos artículos, de los que son apartes los siguientes párrafos: 
La práctica de Lacan. Charles Melman. Creo que estas jornadas nos dan la oportunidad de comprender por fin quién era Lacan.{…]Era el provocador que permitía a cada uno desplegar su propia tontería, y medirla. El efecto podía ser, desde luego, amor, porque nos reconocía verdaderamente en la intimidad de nuestro ser, u odio, puesto que no es algo ni muy agradable ni muy atractivo. Ejemplo: ¿todos creen ser pequeños edipos valientes y dispuestos a cualquier extremo? Pues bien, uno descubre, gracias a este provocador, que lo que le pedimos a papá es que nos quiera, que seamos su preferido. Para eso uno está dispuesto a todo, ¡incluso a feminizarse! ¿Ustedes creen que quieren ser libres? Les será demostrado que en realidad, lo que buscan, y lo que aman es un amo, alguien que por fin les diga a dónde ir, qué hacer, cómo hacer, cómo arreglárselas; dicho de otro modo, el verdadero deseo de cada uno es el de la servidumbre. Descubren, con total claridad, gracias a este provocador, la dimensión de la propia ignorancia…
Porvenir del testimonio. Jorge Baños Orellana…Si hoy hay un puritanismo lacaniano –y yo creo que lo hay- este se define por ser fervientemente emersoniano…Pues se distingue por un antihistoricismo militante, por ofrecer un Lacan despellejado de anécdotas y por alardear de tener el mantra del acceso directo a la lógica de sus textos. Haciendo oídos sordos al testimonio variopinto de los analizantes y conocidos de Lacan y de los asistentes frecuentes a los seminarios, el nuevo puritanismo no ve más que ganancias cuando levita sobre el charco de las habladurías. Estima que prestar atención a ese barullo no sirve a la reconstrucción del contexto de descubrimiento, sino a mantener extendida una pantalla deslumbrante que encegueció la lectura de Lacan realizada por sus contemporáneos.

Lacan y las transferencias. Gilda Sabsay Foks  Por esa época empecé a viajar a París, a conocer a algunos de los cercanos a Jacques Lacan. En el 78 se me ocurrió ¿por qué no conocerlo? Muchas personas me decían “no te va a recibir, te va a cobrar, te va a decir al terminar, es tanto”. Corrían tantos rumores exóticos alrededor de esa figura. No me amedrenté. Hablé por teléfono, dije que venía de Argentina, di mi nombre y me dieron una cita para el día siguiente a las once de la mañana […]A las once menos dos minutos toqué el timbre de la Rue de Lille. Me hicieron pasar a una sala en la que esperé un ratito[…] Apareció un señor con su moñito característico, me saludó y me preguntó "¿qué puedo hacer por usted?" Le contesté que venía a agradecerle lo que ya sabía de el y mi interés por conocerlo personalmente. Me dijo: "le agradezco su agradecimiento" y se puso a conversar conmigo un buen rato.
 Final de Juego. Mario Pujó. Si el discurso universitario se ha demostrado eficaz en la  transmisión del psicoanálisis, es la modalidad del testimonio la que se evidencia apropiada a su transmisión. Nunca más psicoanalíticamente oportuno entonces, que convocar al testimonio para aproximarnos a la clínica de Lacan. Aunque, personalmente de esa clínica sólo pueda hablar de oídas, ¿habría podido ser de otro modo? Quizás sí y, por ello, me propongo relatar mi experiencia del entorno en que se desenvolvía esa clínica, la clínica de quien sería quizá abusivo llamar “el último Lacan”, y más apropiado nombrar como “Lacan, al último"[…]Fue lo primero que escuché al llegar. Una voz gruesa, pausada, variable en sus tonalidades, imprevisible en su modulación. Había llegado tarde, como me ocurría en esa época y el seminario había comenzado…
La princesa, el sabio y el análisis. Jean Allouch  Todo control es a priori portador de una apuesta propiamente analítica, para quien lo haya emprendido. De aquí se deduce la razón de ese recuerdo: invita a preguntarse sobre lo que pasó para Elizabeth Geblesco, en ese preciso punto. ¿Su análisis estuvo en juego, en su control con Lacan?[…]Elizabeth Geblesco era una princesa.[…]Mientras se despiden Elizabeth Geblesco sigue a Lacan yendo a buscar a otro analizante, estando segura de que él la acompañaba. Y en efecto, no se deja a una princesa abandonar sola un lugar, sin conducirla hasta el umbral. Sin embargo él no agotó los cumplidos que suscitan en ella un sentimiento de victoria. Es decir que una relación de poder está de entrada y definitivamente instalado, lo que ella no deja de notar: “Soy yo la que debe ser más fuerte”. El sabio y la princesa conversan de potencia a potencia.
Y así, otras.

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