Ante el Moisés de Miguel Angel:
"Cuantas veces he subido a la empinada escalinata que conduce desde el feísimo Corso Cavour a la plaza solitaria, en la que se alza la abandonada iglesia, he intentado siempre sostener la mirada colérica del héroe bíblico, y en alguna ocasión me he deslizado temeroso fuera de la penumbra del interior, como si yo mismo perteneciera a aquellos a quienes fulminan sus ojos, aquella chusma incapaz de mantenerse fiel a convicción ninguna, que no quería esperar ni confiar y se regocijaba ruidosamente al obtener de nuevo la ilusión del ídolo.
En El porvenir de una ilusión:
La conciencia de que sólo habremos de contar con nuestras propias fuerzas, nos enseña, por lo menos, a emplearlas con acierto.
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