Lo Real, lo simbólico, lo imaginario, nudo en el que se enredó Lacan al final de su vida. Y es que nos fácil poner en palabras y más aún en imagen, aquello del goce. El objeto “a” y lo que representa. Todo un salto del pensamiento en la cultura para pasar de “la lucha a muerte por puro prestigio” de Hegel, una lucha de conciencia a conciencia, al paso que con Freud, da un giro radical.
Si lo imposible es lo real excluido de toda significación y lo posible exige siempre una primera significación, ¿podríamos pensar que al nombrar el “Ford-da”, o el objeto “a”, eso imposible empieza a dejarse nombrar? ¿Es también lo que nos puede explicar que, en el ejemplo de la clase anterior, eso imposible a ser nombrado, eso en relación a lo real que se escondía detrás de los ojos de un cuadro, al poder empezar a ser nombrado, esa imagen empiece a hablar?
Lo real excluido de toda significación, es lo que en esos ojos de Laura lloraba, y lloraba fuera de ella, de Laura y de la significación. Y, fuera de significación también ese goce inconmensurable que trata Lacan de nombrar para hacerlo entrar, no ya en lo particular, sino en la teoría.
Y hay muchas formas de las que parte para introducir el término, una de tantas es, como dice, complicar más a Hegel. Y, ¿no es acaso como en la vida el pensar del hombre se mueve y por lo cual lo nombrado, en este caso lo dicho por Hegel como "la lucha a muerte por puro prestigio", son interpretaciones y posiciones? Para nuestro caso, el analista también, navegando en la lucha de puro prestigio, donde el analizante debía identificarse al prestigio, (léase yo) del primero?
En esa relación entre significantes de ese acto que logra Hegel para nombrar algo que hasta el momento no lo había sido, requerirá otro, un paso que inicia Freud y que en Lacan va más allá evidenciando que la agresividad presente en esa lucha a muerte es un señuelo, porque no es la muerte lo que allí se juega, sino su salvación en la repartición del goce.

Un placer masoquista, así llamado, en el que Bergler patinará en un sentimiento de exasperación ante los que llama “coleccionistas de injusticias”. Una teorización en la que el discípulo no alcanza a dar cuenta del origen de lo que allí se juega, sin esa posibilidad de ese más allá que Lacan trata de abordar, para entender un goce que desborda al sujeto en una palabra de contrato en el Otro.
En algún otro lugar del seminario La lógica del Fantasma, Lacan nos dará un ejemplo de fantasma, el de ser un perro echado debajo de una mesa, y no es risible, tampoco debe ser exasperante, es sólo la mostración de unos significantes, de lo imaginario y lo real de un goce que entrampan la vida del que en esa posición se encuentra, pero que si va más allá de la imposibilidad, como los ojos del cuadro de Laura, no ladrará, empezará a tener palabra.