¿Por qué tanta violencia? Una posible explicación.
Para acercarnos a una respuesta, pensemos al ser humano en sus comienzos. Los niños de pocos meses tienen movimientos bruscos, mirada inquieta y les cuesta sostenerse. Más adelante adquieren cierta habilidad, pero sus movimientos siguen siendo torpes y desorganizados, y todos sabemos que no se les puede dejar juntos y sin vigilancia porque se harán daño entre sí. Se morderán, se empujarán, se arañarán, y esto sucede, no porque ya vengan defectuosos, es que todavía en esos primeros tiempos, falta mucho por construir.
El camino humanizante se da en la posibilidad de que, en la medida en que sus movimientos se vuelvan más acordes, pueda concebir al que ve al frente como su semejante. Antes de esto, el otro niño es como un espejo, es la razón por la cual los muy pequeños lloran cuando otro se cae, ríen si el otro ríe, saltan si el otro brinca. Es que al principio no hay diferenciación, lograrla, le permitirá saber que el otro existe, que si lo golpea le duele, que lo puede dañar. A través del otro entenderá de sus propias acciones, es la forma de iniciarse en la comprensión del mundo.
La agresividad en el ser humano es algo que le es inherente, y podemos creerlo si reconocemos como cierto lo antes expuesto. Lo inherente es lo imprescindible, necesario para la supervivencia, lo que no es inherente es la violencia. Podríamos pensar como violento ese comportamiento del niño en sus primeros tiempos, algo entendible, ya que allí la agresividad natural es caótica y es llevado por un ímpetu que lo desborda, porque todavía no hay palabra. Un ímpetu que deberá ir tomando los cauces necesarios y, en la medida en que empieza a hablar pueda vivir en sociedad, y tomar lo mejor de ella.
Pero sucede que no siempre es así, como si algo en los inicios no hubiera sido elaborado y, ya grande, el comportamiento sigue siendo como el del niño. De impulsos totalmente irreflexivos, donde prima la necesidad de la satisfacción inmediata que, cuando no le es concedido lo que pide, como el chico, armará una pataleta, y ésta muy peligrosa, pues la hará con acciones y elementos que le son posibles como adulto.
En la película El Ultimo Rey de Escocia, que muestra aspectos muy importantes de la vida del sanguinario dictador Idi Amin Dada, hay una escena inquietante por la intensidad de las palabras y la verdad que ellas encierran. En un momento, el personaje que junto al dictador ha dado vida a la narración, estando totalmente a merced de su poder y ante su enorme figura que espera una súplica o tal vez un alago, se queda mirándolo y con toda la seriedad del que sabe que pueden ser sus últimas palabras, le dice: “¿Sabes qué es lo que más asusta de ti? Que eres un niño”.
A veces el arte, el verdadero, nos enseña más que en mil palabras lo que en la vida no podemos entender. Especialmente lo que sucede en nuestro país, donde se evidencia a cada paso la poca consideración hacia el semejante, la intolerancia y la muerte. Donde por alguna inoperancia de la ley, en nuestro discurso, algo queda por decir, o es mal dicho, por lo cual el mismo gesto del infante que se abalanza sobre el juguete que tiene el otro, se repite en el adulto por un celular, por unas tierras, por un dinero del fisco. Y se abalanza también para empujarlo, para tumbarlo, en las dos acepciones de la palabra y, como ya cuenta con otros medios, violarlo y descuartizarlo.
Hay otra película, Rodrigo D. No Futuro, en ella se transcribe lo que un sicario dice: “Madre no hay sino una. Padre puede ser cualquier H.P.”. Podríamos concluir que en un medio donde el padre puede estar en ese lugar, poco se puede esperar de la ley. Y allí, no sólo habrá que cuestionar al padre, también a la madre, aunque no haya sino una. Y, a un discurso atávico de victimización y retaliación que repetimos sin pensarlo, porque la culpa siempre la atribuimos al otro, como lo hace el niño que, en un primer tiempo, no sabe diferenciarse.
Saludos Isabel.
ResponderEliminarCuesta aceptarlo, pero es así. La violencia es propia de nosotros los humanos. Comprobado que somos los unicos del reino animal que matamos por placer.
Aprende uno leyendote, Isabel. Gracias.
Abrazos.
Gracias Antony por tus comentarios, me animan.
ResponderEliminarUn abrazo.