lunes, 13 de septiembre de 2010

Seminario. Tercera clase


Lo inconsciente. La vida y sus malentendidos 

El fantasma, ese vínculo del sujeto con el goce. Que hace más entendible el malestar en la cultura, porque a diferencia de un pensamiento que coloca al sujeto como aquel que con relación al objeto tiene un conocimiento, lo propone comandado por la ignorancia. Una propuesta que hace caer la ingenuidad de sorprenderse ante la locura del mundo, porque de antemano se sabe que nunca ha sido cuerdo. Porque no se parte de un sujeto que habla, sino de un sujeto que es hablado, portador de un goce que lo comanda y el cual desconoce.

El bigote de Hitler, una forma irónica al decir de Lacan, de dónde podría haber estado el goce de lo que produjo tal desastre en esa época sombría de la humanidad. Un plus de gozar que puede no ser nada, pero que puede estar en cualquier lado y se sabe de él, no hay modo de negarlo, está ahí con su fuerza mortífera, con el desastre dejado. En la historia que lo cuenta, que nos enseña cómo la identificación produjo tal amalgama. Y no era simpatía con el bigote, porque como dice Freud la simpatía nada tiene que ver:

La simpatía nace únicamente de la identificación, y prueba de ello es que tal infección o imitación se produce en casos en los que entre dos personas existe menos simpatía que la que se puede suponer.

Lo anterior lo dice Freud en Psicología de las Masas y análisis del Yo en el capítulo La Identificación. Nos da un ejemplo de cómo en un internado, por efecto de una carta que le llega a una de las alumnas en la que su contenido la hace entrar en crisis, otras manifiestan la misma emoción. Dice: “Un sentimentalismo igualmente pronunciado”. Podríamos decir un exceso, una pasión y que, guardando las proporciones, como en los años del nazismo hace eclosión, un plus de gozar incontenible que se hace posible por el discurso del líder. Discurso del amo, que en el ejemplo de Freud es una carta, unas letras que llegan a la pensión y desencadenan en la destinataria un arrebato. Arrebato “copiado por ese encuentro entre los dos Yo, que debía mantenerse reprimido”.

Identificación, diríamos con Lacan, de un goce, de un gozar apretado. Donde lo no dicho, lo reprimido encuentra cauce a través de un significante que lo represente.
El goce es un límite…sólo se interpela, se evoca, acosa o elabora a partir de un semblante. Es la razón de que en los cuatro discursos, el lugar de agente sea el del semblante con todo lo que representa en relación al discurso, al sentido y al soporte del ser. En el discurso del amo, estará el significante amo, en el de la universidad el saber, en el de la histérica el sujeto con su división fundadora y en el del analista el plus de gozar. Este último, por estar allí el objeto a, pretende y, a veces lo logra, concernir a lo que del fantasma hace efecto. Podríamos pensar a partir de este comentario de Lacan en el seminario Aun, que el del amo acosa, el de la histérica interpela, el de la universidad evoca y el del analista elabora.

Es con esos grafos, con esas letras, con los giros de un discurso, de una tematización que no se nos muestra fácilmente inteligible, que busca acercar a lo que tampoco es tan inteligible. Volviendo al Aun:

Con una graficación así —para no hablar de grafo, puesto que es un término con un sentido preciso en lógica matemática— se muestran las correspondencias que hacen de lo real un abierto entre el semblante, que resulta de lo simbólico, y la realidad tal como se sostiene en lo concreto de la vida humana: en lo que mueve a los hombres, en lo que siempre los hace lanzarse por las mismas vías, en lo que hace que nunca lo aún-por-nacer dará más que lo aún-nato.

Para terminar, hay algo que podemos encontrar por doquier y que nos proporciona una ayuda, y es que el semblante es algo que llanamente está en la naturaleza. Lo vemos en el comportamiento animal que obedece a las señales que ve en el otro, el cual, portando los distintivos propios, hará acercarse o alejarse al semejante y al que no lo es también. Lo que sucede es que en el hombre, la cosa, el objeto como decía Freud, es variable. Entonces será un semblante, porque muestra algo, pero de lo que muestra, estando en relación a lo simbólico, lo imaginario y lo Real de un goce, no está precisamente cerca de saber lo que muestra y menos lo que lo comanda. De ahí, no que entendamos los horrores que se pueden suceder en la identificación, pero sí estar advertidos, de ese real que hay de tiempo en tiempo. Algún efecto que no fuera del semblante.

Clase de septiembre 7 de 2010

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