Lo inconsciente. La vida y sus malentendidos
El semblante, lo que hace signos de lo que se es. Lacan en el seminario 18 dice: Para el muchacho se trata en la adultez de hacer de hombre…Uno de los correlatos esenciales de este hacer de hombre es dar signos a la muchacha de que se lo es. También allí dice que: el falo es propiamente el goce sexual por cuanto está coordinado con un semblante, es solidario de un semblante. Y que: lo real del goce sexual, en la medida en que se lo despeja como tal, es el falo.
Lo real del goce sexual es el falo, durante un momento. Sabemos que es insostenible serlo siempre, pero aún siéndolo sólo un momento desencadena sus dramas. Y es que serlo implica la castración, o sea dejar de serlo. Un real dónde los dos, para poder gozar, son el falo que a cada uno castra, y poder lograrlo se juega por un lado, de sostener un semblante, y del otro, de dar lugar de verdad a ese semblante.
Lo anterior puede explicarnos muchas cosas con relación a las disfunciones sexuales, es algo mucho más sutil que el funcionamiento de los órganos o lo que la etología nos evidencia con relación a la cópula animal. Es verdad que en ellos también hay un cortejo, un semblante que hace saber al otro con sus signos de apareamiento que se está dispuesto. También en nuestro caso hay señales de cortejo pero, teniendo todo que ver con el falo, que como tal está en relación al discurso, la cosa se dirimirá a otro precio.
Y el otro precio es cómo se juega eso fálico, ese real del goce que, estando en relación al órgano del lado del hombre y del cuerpo del lado de la mujer, ambos en el brillo agálmico que en un momento se suscita, se pueda sostener y también dejar caer.
Volvamos al seminario Aun, allí encontramos: El amor mismo, subrayé la vez pasada, se dirige al semblante. Y, si es cierto que el Otro sólo se alcanza juntándose, como dije la última vez, con el a, causa del deseo, igual se dirige al semblante de ser. Nada no es ese ser. Está supuesto a ese objeto que es el a.
El a, objeto causa y el semblante supuesto a ese a, de ahí que las cosas son menos sencillas de lo que pudieran parecer, pues si nada nos es ese ser, si sólo está supuesto al a, nos dará la razón de tantos equívocos y tantos dramas en el amor y el desencuentro y, a veces el encuentro sexual.
Y es que no basta el semblante, aunque haga señas, ni aún se sostenga y se le dé su verdad, porque el inconsciente es discordante y determina al sujeto en tanto ser, un ser cuyo deseo se pierde en la metonimia y por lo cual es imposible nombrarlo.
Hay una frase: la perplejidad es intrínseca de la certeza y que también se podría pensar como quedarse atónito. Atónito, perplejo, momentos de estar tocados por la verdad del deseo, pero ni aún así podrá nombrar eso, pues las palabras de la certeza volarán y aun, ese cuerpo seguirá gozando y sin saber por qué. Y cómo saberlo si ese a es seno, heces, mirada, voz, un plus de gozar. ¿Acaso sólo los guiños de un semblante?
En la película Madame Buttefly, nuestro protagonista se queda atónito ante el cambio de un semblante, sin embargo, una escena después, esa verdad desaparece por un momento, pues el cuerpo ante esa mirada que nuevamente se le muestra, goza. Y seguirá gozando hasta el punto de llegar a encarnar ese semblante: maquillándose como esa supuesta ella, en medio de la voz que encarnó las notas que la construyeron como ella y convirtiéndose en un desecho, muere.
Algo que rebasa la cortesía animal, que evidencia que el semblante en el comportamiento sexual humano, por estar vehiculizado por un discurso, aunque tenga similitudes siempre se tratará de otra cosa.
Clase del martes 21 de septiembre de 2010
Clase del martes 21 de septiembre de 2010
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