domingo, 19 de diciembre de 2010

El diván virtual


¿Qué aspectos nuevos afectan la comunicación de hoy?

Toda demanda es demanda de amor, dice una frase, y es creíble porque las relaciones se mueven en medio de pedidos que cuando el otro los responde, suponemos que nos quiere: que me ayude, que me dé, que me desee y, actualmente, sobre todo, que me llame o me conteste en uno de los tantos medios que nos ofrece la tecnología. Una demanda de amor que, muy en el fondo, es un deseo de reconocimiento. Los seres humanos somos seres gregarios, incapaces de vivir en soledad, y es así porque a través del otro nos reconocemos, es el otro quien con su presencia autentifica la nuestra. Es también por lo mismo que el odio hace estragos, una forma también de reconocimiento que explica porqué algunas relaciones o comportamientos se sostienen, porque para algunos un maltrato, se puede convertir en una forma de ser reconocido.

Hoy la tecnología lo hace más evidente y la palabra “conectado” refleja el mundo en que vivimos. Un conectarse que para algunos es la posibilidad de encontrar información, de hacer amigos, de saber del otro, y para muchos puede ser literal, una realidad, porque viven realmente conectados, como si hubieran vuelto a anudar el cordón umbilical y no pudieran desprenderse. Lo anterior no tendría ningún problema si no generara angustia, lo que podríamos llamar la angustia de la época.

Vivimos en la inmediatez de la comunicación que causa  dificultades al  permitir que los síntomas, que antes eran coartados porque no era tan eficiente, ahora aparezcan como una especie de acoso donde la falta de consideración por el tiempo del otro y de su intimidad, puede no tener límites. Es así que una madre desbordada hará la vida imposible a los hijos con sus llamados sin control, un celoso creerá poder manejar lo que es incontrolable, el suspicaz siempre dará interpretaciones maliciosas a una devolución no inmediata a su llamado. Un pedido de atención que por estructura siempre ha estado y estará, que hoy, con los vehículos que contamos para esperar la respuesta que está a la mano, o más bien en la mano, podríamos creer que habíamos encontrado la forma de calmarla pero, paradójicamente, es lo que más la exacerba. Una calma que no llega porque no está en el medio que transmite, más bien él nos muestra, si sabemos verlo, cuál es nuestra posición con relación a las demandas que hacemos al otro. Nos puede mostrar la incapacidad para esperar, para confiar, y qué tan dependientes somos cuando transformamos cualquier anomalía, no sólo cibernética sino humana, en todo un drama.

A veces también nos confundimos creyendo que si la tecnología logra que el mensaje llegue al oído buscado, tenemos mejor comunicación, algo que puede ser un engaño pues ella puede estar ayudándonos a tapar lo que de frente no soportamos. Y es que somos seres del deseo que se vehiculiza en el cuerpo, que se anuncia, se denuncia o nos traiciona en la mirada, la voz, el gesto, las palabras, que ya dichas, no pueden ser borradas. El cuerpo es lo que el otro ve de nosotros y a través del cual expresamos nuestras demandas y se muestran nuestros goces. Algo que si lo pensamos, no es cómodo, es la razón por la cual la timidez o la inseguridad pueden acosar en el encuentro con el otro que suscita en nosotros emociones desconocidas. Lo cómodo es esconder el brillo en la mirada, la posible equivocación, la presencia real a través de un texto o una imagen que nos permita sustraernos y ponernos a salvo. Tal vez la razón de que sea preferible hablar con el que está lejos y ocultarnos del que cerca, con su presencia, pide nuestra mirada.

Los medios con que hoy contamos son lo más maravilloso que nos puede haber pasado, pero entrañan el peligro, para algunos, del desborde de la angustia en aquel que enterado de su inmediatez, no puede esperar, como si de la respuesta del otro dependiera su existencia. Para otros, una forma de ausentar el cuerpo en una aparente y continua comunicación que les permite hacerse más ensimismados. 

Escrito de IPM publicado en el periódico El Heraldo de Barranquilla, Colombia. Noviembre 18 de 2010 

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo, Isabel, pero quiero hacer énfasis en lo que considero epitafio: "Los medios con que hoy contamos son lo más maravilloso que nos puede haber pasado, pero entrañan el peligro".

    Saludos cordiales.

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  2. Si, sobre todo porque nos cuesta darnos cuenta. Bueno, como todo en la vida.

    Un abrazo, Antony, amable lector.

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