¿Cuál es la importancia de las palabras de la madre y la presencia de un padre?
Esta es una pregunta que cobra todo su valor si tenemos en cuenta que las familias de hoy son diferentes, ahora las separaciones son cada vez más frecuentes y los hijos sufren sus consecuencias. Antes las parejas que no eran felices seguían sosteniendo la situación en aras del bienestar de ellos y, también, porque las limitaciones tanto de pensamiento como económicas, especialmente de la mujer, no le permitían asumir una posición distinta a quedar sometida a un destino en el que se encontraba insatisfecha.
Actualmente es fácil ver cómo se disuelven los vínculos, a veces de acuerdo, otras en desacuerdo, pero siempre con dolor para todos. Una realidad que vivimos por lo cual se hace necesario pensar la mejor manera de que los hijos, producto de ese encuentro que no pudo perdurar, sufran el menor daño posible, algo que tiene mucho que ver con el padre, pero sobre todo con las palabras de la madre.
Sabemos que por naturaleza el hijo está más ligado a la madre, razón por la cual en derecho, es a ella a quien le es asignada su potestad. También sucede, aunque es menos evidente, que ese hijo tendrá relación con el padre dependiendo de cómo esa madre vea a ese hombre, que, en ocasiones, que no son la minoría, la madre los confunde, y si el hombre la hizo sufrir como mujer, trasladará todo el malestar que siente con él, vertiéndolo en una versión de padre para el hijo. Algo así como una incapacidad para reconocer, cuando sucede, que un hombre puede ser muy mal marido pero lograr ser un buen padre. Y es que es difícil separar estos límites difusos, por lo cual el hijo termina cargando con los dolores de la madre, alejándose del padre y perdiendo, por algo en lo que no tuvo nada que ver, las posibilidades de una relación de la que puede obtener muchos beneficios.
Es una de las razones de que en algunas separaciones, padre e hijos se alejen, como si el rompimiento hubiera sido de todos, no sólo de la pareja y, porque algunas mujeres no están advertidas de que de ellas, especialmente, depende que su hijo siga teniendo un padre, porque de sus palabras y la propiciación de los encuentros, debido a las circunstancias, ellos necesitarán de su fuerza y generosidad para acercarlos. Pero sucede que la generosidad no fluye cuando se está herido, y es ahí donde se evidencia hoy el mayor malestar de nuestra cultura, porque aquellos que encuentran una forma de vivir mejor, sustituyendo a alguien por otro con quien se encuentran más a gusto, no alcanzan a advertir que de paso, el hijo se puede quedar sin aquel que no es sustituible.
Una situación muy visible en los hijos de padres separados que no deja de existir también en los que permanecen unidos, porque la relación del padre y su hijo pasará siempre por las palabras de la madre que, como muchas, en su generosidad, saben distinguir entre sus reclamos de mujer y lo que le corresponde al hijo, evitándole ocupar el lugar de defensor de lo que ella, como adulto, esta en capacidad de resolver. Cuando esto no sucede, el hijo queda colocado en una encrucijada y lo único que le queda es la angustia.
El padre para un hijo es una presencia importante, le da seguridad y alternativas distintas que le permiten ver el mundo de una manera diferente, que interviene con un gesto o una palabra necesarios para aliviar una relación que, por estructura, es demasiado intensa. Es la razón por la cual para una madre no sea fácil criar sola a un hijo y, menos para un hijo, ser criado sólo por la madre, es necesario el padre que, paradójicamente, cuando se logra, estando lejos puede tener mucha presencia. Esto dependerá seguramente de que ella lo propicie y que él responda, obligaciones que como padres, deben permanecer para que esa función no sea parte del inventario de lo que se pierde en la separación de la pareja.
Escrito publicado en el periódico El Heraldo de Barranquilla, Colombia. Noviembre 56 de 2010
Una entrada importante y educativa, Isabel. En carne propia vi sufrir a mis hijos por mi separación con su mamá. Que bueno que no existieran estos rompimientos que perjudican a los pequeños, a los padres no porque no tardamos en iniciar otra relación; pero, cómo tú dices, lastimosamente en la actualidad eso es muy común.
ResponderEliminarBesos.
Si la relación padre-hijo es distante y fría, ¿cómo hace el hijo para volver a acercarse al padre y verlo con unos ojos distintos a los de la madre?
ResponderEliminarComo dice Antony es educativo porque lo que se propone, es una forma de reflexionar sobre lo que seguramente a muchos les ha tocado sufrir. A algunos les puede llegar, a otros no, lo que es cierto es que para cada uno será diferente la forma de escucharlo y preguntarse, como lo hace Angélica. Hacerlo ya es un inicio que, a veces, contando con suerte, una contingencia puede dar alguna respuesta. La otra opción es el análisis, que permite como se plantea en la entrada anterior que, al repasar lo vivido y las palabras escuchadas, poder dejar de ser la hija perdida, el niño colérico o la hija distante y fría con su papá.
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