viernes, 12 de noviembre de 2010

El diván virtual.


¿Por qué es importante preguntarse por el amor y la sexualidad?

La sexualidad y el amor son temas que van de la mano, aunque no siempre la sexualidad vaya acompañada del amor y no siempre el amor tenga que ver con el sexo. Lo que sí es innegable es que la procreación tiene que ver con él, esa eventualidad de dar vida, que en nosotros los humanos está relacionada a la satisfacción, al cumplimiento de un goce que se siente en el cuerpo y por lo cual viene alguien nuevo al mundo. Como lo dice en pocas palabras el cantautor argentino Facundo Cabral: “Un minuto de silencio, un segundo de descuido. Un hijo”.

Un tema que tiene toda su importancia, Freud lo subrayó desde sus inicios porque encontró allí respuestas al dolor de la existencia. Es que el amor y el sexo, aún con toda la libertad que hoy se tiene para hablar de ello, implicarán siempre una incógnita. Un enigma porque está en relación al encuentro con el otro, al desconocimiento de ese otro y, a un pedido muy particular y es que ese otro preste su cuerpo, su atención y sus afectos para gozar con él. Y lo que es más difícil es que en ese pedido están implícitas las diferencias, por lo cual, el encuentro puede estar lleno de malentendidos.

Lo masculino y lo femenino, dos posiciones distintas frente al deseo que precisamente por eso se atraerán, pero también esas posiciones diversas, harán las dificultades. Una situación que se refleja en el decir perenne de ellos: ¿Quién entiende a las mujeres? Y en ellas: Todos los hombres son iguales. Una dificultad que cuando se puede abordar desde la aceptación, se reflejará en que se pueda reír de ello y disfrutarlo, a diferencia de aquellos que penan y hacen de la abolición de las diferencias una consigna, creyendo que es por la igualdad que será posible el encuentro.

No podemos negar que soportar las diferencias que el otro sexo trae consigo no es sencillo, y es ahí donde el amor hará posible lo imposible. Lo imposible de la relación, por un lado de un sexo determinado por tener un órgano, cuyas experiencias con su propio cuerpo y con el placer serán distintas a las de aquellas que, no teniéndolo, gozarán de otra manera. En él, marcado por la presencia y finitud de un deseo que su propio órgano delata, y en ella, la discreción de sus sensaciones, tan íntimas que a veces le pueden permitir mascaradas donde no hay qué la evidencie. Diferencias sexuales anatómicas que se reflejarán, no sólo en el momento del encuentro sexual, sino en la vida. En ella, en el sin límite del llanto, las palabras, la risa, los movimientos. En él, en la contención.

Unas diferencias que son motivo de quejas pidiendo lo imposible. Ella, esperando una sensibilidad que cree que no se le da por mezquindad y él, creyendo que ella puede poner límite a lo que no le está dado por estructura. Pero lo cierto es que gozar, aunque esté en relación con el otro, sólo lo logrará el que tenga en sí la posibilidad de disfrutar, una suerte que si no está, nadie podrá proporcionarla, así como no se nos ocurriría culpar a la música por no saber bailar. Es aquí donde se evidencian los síntomas de la histeria que se caracteriza porque siempre está insatisfecha, y la forma de lograrlo es encontrar precisamente aquello que, inconscientemente sabe que no le dará la satisfacción. Y del obsesivo, cuyo cumplimiento del deseo es imposible, y lo logra, siempre posponiendo. Es la razón por la cual se dice que es la pareja perfecta: ella siempre insatisfecha con lo que él le da por lo cual a él nunca se le cumple el deseo de verla satisfecha.

Uniones que se dan en el malestar y donde en ese minuto de silencio y segundo de descuido aparecerán los hijos, que serán criados oyendo las recriminaciones y quejas de cada uno. Reclamos que, en ocasiones, tendrán toda su pertinencia, pero también muchos obedecerán a la impotencia, dónde ambos limitados para poder gozar se les pasará la vida, sin lograr en algún momento hacerse una pregunta dónde no se culpe al otro, y algo pueda avanzar.

Escrito de IPM publicado en el periódico El Heraldo de Barranquilla, octubre 16 de 2010

2 comentarios:

  1. Saludos, Isabel.

    Y con el pasar de los años más se irá desligando el amor del sexo. Que bellos tiempos de antaño donde el amor romántico primaba.

    Abrazos.

    ResponderEliminar
  2. Bueno, las cosas cambian. ¿Será tanto?

    Un saludo y un abrazo.

    ResponderEliminar