jueves, 11 de noviembre de 2010

Seminario. Clase siete.


Lo inconsciente. La vida y sus malentendidos.

Toda la retórica de Lacan es un esfuerzo descomunal por lograr lo imposible, y no porque lo logre, sino porque deja ver la dificultad para poder decir de lo que se trata lo inconsciente. En una de sus tantas formas, lo plantea diciendo que está estructurado como un lenguaje, una frase que como todas se vuelve estribillo y, ella misma, por lo mismo, tapona lo que se quiere decir.

Una dificultad siempre presente, pues es con el mismo lenguaje que en su estructura de ficción, las palabras que se usan no alcanzan para nombrar eso que afecta reflejado en lo que se dice, en ese decir que no se sabe. Y si esa dificultad está para todo, más lo estará para dar cuenta de lo inconsciente.

El pasaje al acto y acting out son dos formas que lo revelan, de ellos se dice que son formas de maquillar la angustia. Si es un maquillaje algo tapa pero, ¿si sabemos que el movimiento del lenguaje en la metáfora y la metonimia implican que algo para ser dicho siempre lo será a través de otra cosa o, mejor de otra palabra, que siempre será algo velado, entonces, en estos dos actos, porqué aparece esa angustia que hay que maquillar o, porqué allí alcanzan menos las palabras?

Si son actos directamente relacionados con el fantasma, primero veamos lo que el fantasma nos enseña en su fórmula del $ en la articulación con el a. Si volvemos a Freud, y pensamos en su teorización sobre lo pulsional, en ella nos dice que hay algo en la pulsión que está del lado de lo que llamó la representación, o sea lo relacionado a la palabra, que es lo que va quedar reprimido. Del otro lado, el afecto será lo que sigue insistiendo pero totalmente divorciado de lo que lo produjo y que aparecerá con toda su fuerza, aparentemente sin razón, pero que la tendrá toda en relación al suceso olvidado. Digamos con Lacan, a eso que de la simbolización sigue estando pero enlazado a otro significante.

Ahora, si entendemos que un sujeto es lo que representa un significante para otro significante, es con toda razón el sujeto del inconsciente que, por efectos del lenguaje, en su estructura el hombre como sujeto tiene que constituirse y ocupar un lugar como aquél que porta la palabra, pero que no podría portarla sino en una estructura que, por verídica que se proponga, es estructura de ficción.

En el fantasma, del lado del $, del sujeto, hay relación con la palabra, con lo simbólico. Del lado del a, lugar del goce, hay ese afecto que simbolizado en una letra representa lo oral, lo anal, la mirada, la voz. ¿Qué es entonces lo que significa que el objeto a en el acting out se muestre? Y que en el pasaje al acto, el sujeto identificado a ese objeto a ¿caiga? ¿Caiga de la escena?

Primero nos ayudará lo que tiene que ver con el semblante y por ende, con el discurso. Es por el discurso que se sostiene un semblante, semblante de ser, semblante de ser lo que ese discurso propone que: sólo se resuelve, a fin de cuentas, en su fracaso, en no poderse sostener en el abordaje a lo real.

¿Podríamos decir que en esa dificultad, en eso que para el hombre portador de palabra, de la que se espera diga todo, es poco lo que ella puede decir de lo que habita en un sujeto marcado por una historia que se desliza en los significantes que lo sostienen, que a su vez desconoce, y que en el momento menos esperado, es asaltado por un encuentro con lo real que lo embaraza, lo inhibe, principalmente lo angustia? Que sólo se resuelve a fin de cuentas en su fracaso pues ¿cómo sostenerse en ese abordaje a lo real?

Seguramente una forma es el acting out, la puesta en escena del a, objeto causa del deseo, por eso lo que se muestra es otra cosa, otra cosa de la que es; qué es nadie lo sabe, pero de qué es otra cosa nadie duda. Seguramente la razón de la insistencia de Lacan que con el caso Dora trata de evidenciar esos actos, en los cuales supuestamente ella no está interesada pero que a cualquier mirada desprevenida, sugieren que ella si quiere eso de lo que se queja y que luego en un pasaje al acto, rechaza.

Recordemos cómo ella acepta los cortejos del señor K, recibe sus regalos y aparentemente se muestra agradada, también parece buscar los momentos propicios para el encuentro, cuando paseando los hijos de la pareja del susodicho señor con su esposa la señora K, le permiten a él asumir que ella algo desea de él. El final de la historia se desencadena por una frase que para cualquier mujer que realmente estuviera involucrada, esperaría escuchar, pero el resultado no es el esperado, sino un violento rechazo que nada tiene que ver con lo mostrado.

¿Son esos actos la mostración de un deseo, pero de un deseo acéfalo? ¿Un deseo desconectado del ahí y el ahora que ella vive? ¿Un deseo inconsciente que actúa sin estar anoticiada, y un goce que, como se sabe, siempre es de lo desconocido? Un desconocimiento que tanto Freud como Lacan apuntarán a la pregunta por su femineidad que, como sucede en la histeria, su deseo está en relación al deseo del otro, a cómo goza el otro. Seguramente la razón de que el señor K en su momento fue puesto en su lugar, pues él no estaba advertido de que se trataba de otra cosa, y seguramente ella tampoco, cuando cae del discurso que sostenía el semblante al escucharle decir: “Mi mujer no es nada para mí”.

Caída de la escena, caer del discurso que se sostiene en Dora, pasaje al acto, una bofetada que muestra que no puede seguir sosteniendo el lugar en que como semblante se propone. Un semblante armado de acting out, de un deseo perdido, como en un actor que representa la escena de un libreto escrito por otro y en la que no se está comprometido. Por eso ante el pedido de ponerse ahí para recibir lo que supuestamente está pidiendo, aparece el pasaje al acto, salida de la escena, algo así como: “ese libreto no es conmigo”. Ahí donde el sujeto tambalea en un discurso que ya no lo sostiene, en un sentido que se ha perdido, o más bien, que nunca asumió.

Ahora, ¿qué diferencia hay entre el pasaje al acto, el acting out y el síntoma? Veamos el siguiente caso: una joven lleva varios años de relación con un hombre al que dice querer, llega a consulta porque él le fue infiel. Luego de algunas consultas revela que a pesar de que desde el inicio sostienen relaciones sexuales, ella nunca ha sentido nada, y nada tampoco le ha dicho al interesado. Su queja no es por su falta de sentir, es porque teme su abandono. Aquí podemos decir que nos encontramos con un síntoma porque no llama a interpretación, es silencioso, callado y sobre todo aparece como síntoma cuando es nombrado y reconocido en la transferencia, que en un momento la lleva a expresar: “es que yo he estado como anestesiada”.

Pasaje al acto, acting out, síntoma, formas como el inconsciente se nos revela y que en la clínica tienen todo su valor para avanzar en una pregunta que lleve al sujeto en la búsqueda de su verdad. Verdad que siempre se escabulle y que la posibilidad de cercarla tendrá que ver con otro acto, el acto analítico para hacer que eso mudo empiece a hablar, como lo dice Lacan en el seminario La Angustia:

Ahora volvamos al acting-out. A diferencia del síntoma, el acting-out es el amago de la transferencia. Es la transferencia salvaje. No hay necesidad de análisis —ustedes lo dudan— para que haya transferencia, pero la transferencia sin análisis, es el acting-out, y el acting-out sin análisis, es la transferencia. De esto resulta que una de las maneras de plantear la cuestión, en lo relativo a la organización de la transferencia — la organización, la Handlung de la transferencia— es preguntarse cómo domesticar la transferencia salvaje, cómo hacer entrar al elefante salvaje en el cercado, cómo poner a dar vueltas al caballo en el picadero.

Las cursivas corresponden a expresiones de Lacan en los seminario La Angustia y Aún
Clase del 2 de noviembre del 2010

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