lunes, 8 de noviembre de 2010

El diván virtual


¿Cuándo pasamos de víctimas a cómplices?

Ser víctima significa que se padece una situación donde el otro tiene todo el poder, de alguien que se encuentra totalmente indefenso, incapaz de tomar alguna acción y las salidas están vedadas. Ser víctima es estar en un lugar de conmiseración dónde la mirada de los demás es de lástima y, obliga a que otros tomen las decisiones porque el comprometido es impotente. Un lugar de total indefensión cuyo prototipo por excelencia es el niño.

El paso de víctima a cómplice es una línea muy fina, casi imperceptible, una trampa que precisamente nos entrampa porque no sabemos de ella. Esto es evidente en el abuso infantil donde el niño por ignorancia y miedo termina encubriendo al victimario, una complicidad entendible porque él todavía no sabe y, cuando lo entiende, aparece la culpa y su temor se acrecienta acallándolo más.

Pero a veces sucede que esa línea imperceptible, esa trampa, no se encuentra ya en el niño sino en el adulto, del cual, por su constitución se espera pueda reaccionar y defenderse. Una situación que vemos a diario donde alguien acepta y excusa los abusos de otro, y por el apego o el miedo termina beneficiando al victimario. En una posición en la que las razones del otro siempre serán más importantes y válidas que las propias, de ese que se comporta siempre en el “Después de usted”, en otras palabras: “Primero tú”.

Un “Primero tú” que luego será cobrado con creces, con quejas, con recriminaciones, con lamentos. Por eso es fácil creer una frase difícil de escuchar pero, al parecer muy cierta: “Dime de lo que te quejas y te diré donde gozas”. Pareciera, - y puede ser así porque es del inconsciente- que esa queja repetida, esa auto conmiseración y la no resolución de lo que se padece, fuera más un estilo de vida, una forma de vivir penando. Y sucede porque se confunde ser bueno con ser indolente, ser compasivo con dejarse abusar, ser generoso con no esperar nada para sí. Es llegar a confundirse tanto con el otro que no se diferencia el amor del daño y, en ocasiones, se está tan fundido con el otro que se quiere tapar lo que ese otro le ha hecho a uno con tal de mantenerle una imagen ideal. Como si la imagen del otro no fuera la de él sino la propia.

Hay una historia muy particular de alguien totalmente victimizado, en un momento en el cual todas las salidas estaban cerradas y quien hubiera podido acomodarse en que las leyes se lo exigían, sin embargo fue capaz de tener un gesto de libertad. Rosa Parks, esa mujer negra de Alabama que estaba obligada a levantarse del asiento para darlo a un blanco, sabemos que no cedió su lugar, y sin violencia ni quejas empezó a decir basta. Una posición que nos deja ver que lo que cada cual asume en la vida, no está en relación a lo que el otro impone ni al género al cual se pertenece, sino a lo que uno se cree que debe aceptar.

Seguramente no todos seremos Rosa Parks quien con su acción colaboró a que cambiaran las leyes, lo que si podemos es ser sujetos de nuestra propia vida, lo que pasa es que para serlo es necesario hacerse responsable, algo que al parecer cuesta. Y cuesta reconocerlo porque en la mayoría de los casos, como dice una famosa frase: “Toda víctima si no es cómplice, por lo menos es autor intelectual del crimen”. Frase que se puede traducir como: cuando me quejo, debo preguntarme qué tan autor soy de lo que me quejo. Y es así porque pensándolo bien, lo justo es no permitir que el otro me haga daño porque al no permitirlo, me evito un dolor y al otro la culpa por lo infringido. Pero somos humanos y tenemos formas bastante particulares para encarar el sufrimiento que tiene tantas caras, tantas, que en nosotros mismos las desconocemos.

Escrito de IPM publicado en el periódico El Heraldo de Barranquilla, Colombia, octubre 9 de 2010

4 comentarios:

  1. Interesante entrada Isabel, y explica el miedo de los niños de denunciar a los sacerdotes y profesores cuando son victimas de abusos de parte de ellos; como dices son impotente ante la posición de indefensión que experimentan.

    En el otro caso me recuerdas algo que leí cuando Carlos Castaño secuestró a la hermana de un importante líder guerrilleros y terminaron siendo amantes.
    Como te dije antes, tus temas siempre son interesantes e instructivos.

    Besos.

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  2. Si,son temas que de pronto nos cuesta oir, y sobre todo escribir, pero ahí vamos.
    Un abrazo

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  3. ¿Qué relación hay entre eso y la identificación con el agresor?

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  4. Seguramente mucha, de ahí la dificultad de separar lo propio y poder entender y sentir en su verdadera dimensión la agresión recibida.

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