viernes, 26 de noviembre de 2010

Seminario. Clase ocho.


Lo inconsciente. La vida y sus malentendidos

En la invitación al presente seminario que está llegando a su fin, no porque los temas se hayan agotado, sino porque el tiempo propuesto, límite necesario para recomenzar, llegó a su término, se partió de que pudiera darse un pensamiento en movimiento, donde cada cual debe buscar su propia respuesta y donde el maestro aparece cuando se está a punto de encontrarla.

Lo anterior es una forma coherente de acercarse a una teoría que trata de no rehusar la complejidad de lo que significa la vida. Algo que sabemos, precisamente por vivirla, que en ella prima el malentendido, y que además: “No soporta que se la mire muy de cerca”, como dice Joseph Conrad. De acuerdo a esto, cada cual podrá mirar lo que pueda ver, así también en la teoría sólo se accederá a aquello posible para el que escucha. Una forma del discurso del analista puesto en acto para un dispositivo: El Seminario, donde se propone un tema que llama a algunos, pero en el cual, la asimilación, para cada uno, tomará diversos caminos.

Es la razón de que estar en él estará determinado por un querer saber, en la posibilidad de soportarse en el no saber. Y no siendo un Discurso Universitario dónde lo propuesto está dividido en unidades medibles y cuantificables, en una forma dogmática que impiden la angustia porque todo está planeado de antemano, en el seminario, al tener que poner de su parte, evidenciará una libertad que, supuestamente tan buscada, siempre es rehusada. Y lo es porque por constitución estamos ligados al Discurso del Amo, en el que en posición de esclavo, sabiendo cuál es su goce, entregamos lo que pide, en una repetición necesaria para sobrevivir pero que llevada a extremos, sólo queda la muerte, la muerte del deseo.

Un deseo que titila en una pregunta que, cuando se puede formular, es porque ya se sabe algo de la respuesta, y es entendible, porque cómo se podría preguntar por algo de lo nunca hemos sido anoticiados. Una pregunta dirigida al amo, una pregunta esclava formulada en forma de queja, el Discurso Histérico, el que subraya la falta, el que denuncia al amo, pero que al no distinguir su posición de sujeto, en su misma denuncia, lo sigue erigiendo. También, cuando se puede trascender, puede dar lugar a un acto, un acto de creación, de construcción, no de revolución, sí de subversión, allí donde algo nuevo se puede aportar, como en la ciencia.

El seminario es un dispositivo donde todos los discursos se juegan, donde los síntomas, o sea cada cual a su estilo, en su discurso, aportará lo necesario, no sólo para los otros, especialmente para él mismo.

En este que ya termina, tratamos de discernir lo que para el psicoanálisis es un acting out, un pasaje al acto, un síntoma y de lo que cada cual se pudo apropiar, lo que quedó, sólo el interesado podrá dar cuenta. Así mismo, nos adentramos en la teorización del fantasma y su relación con estas formas de responder a la angustia que, como sabemos, tienen que ver con lo real. También con cómo Lacan nos hace abordar la teoría para matematizarla, y encontrar allí un límite, haciendo que busquemos conocimientos, para algunos, olvidados, y que otros pueden aportar en la dilucidación enigmática que proponen.

Comenzamos con una pregunta sobre la película Madame Boutterfly, que aborda un hecho sucedido en la vida real, cuyo tema nos hizo pensar que podría ayudarnos a encuadrar los conceptos propuestos. En ella, como ya se ha dicho, Golimara, el protagonista, sostiene un romance, dónde para él el amor es lo que lo conduce a una serie de acciones que le enredan la vida, llevándolo al rompimiento de su matrimonio y, sobre todo, a verse involucrado en un delito de espionaje del cual él nunca estuvo al tanto, a pesar de que sus actos lo configuraron. Una ceguera que no sólo es referida a eso, sino especialmente a que la persona a quien amaba, Son Liling, por la cual hace todo lo que lo ha entrampado, resulta ser un hombre, algo que no sospechaba y que se devela en el juicio cuando es acusado de espionaje.

Era un espía quien lo había enamorado, una realidad negada en su totalidad por el protagonista, que al terminar el engaño, no puede olvidar el semblante que lo había enamorado, aunque el que lo representaba lo hubiera dejado caer frente a sus ojos. Unos ojos que quieren seguir viendo lo que ya no existe y por lo cual, en un último acto lo escenificará para matarlo, sólo que lo puede hacer muriendo él mismo en un acto dramático y sacrificial.

Podríamos decir que Golimara, vivió la relación en acciones que nos permiten decir que eran un acting out, pues a todas luces sus pedidos amorosos eran reconocidos y, al mismo tiempo respondidos, acudiendo a una supuesta ignorancia de su parte y por lo cual debía entender unas limitaciones a las que no recusa ni indaga. Una posición de total sometimiento al Otro, que no deja lugar a la pregunta y donde el deseo que se muestra, a todas luces, es el de ser engañado. Y podríamos decir que ante la caída del engaño, lo único que le queda es el pasaje al acto, caída del sujeto de la escena, dónde deja de ser Golimara para representar en una identificación completa la muerte de Son Liling. Digamos que su pérdida, que no pudo simbolizar, la escenifica en lo real, porque no pudo caer en su fantasía.
 
Clase del 23 de noviembre de 2010

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