lunes, 14 de marzo de 2011

Seminario. Clase cuatro


La metáfora paterna y lo que representa la ley

El niño como real ocupa para la madre la función simbólica de su necesidad imaginaria. Una frase densa que nos propone Lacan, pero ya entendemos que poner en palabras eso que hace al sujeto tampoco es sencillo, así como no lo es que aparezca. Lo sabemos no sólo por el ejercicio de la clínica, sino especialmente por sus efectos cuando se han vivido en el propio análisis.

Una complejidad que no es de la teoría, ella sólo la muestra, además no podíamos esperar más porque se trata de explicar lo que hace a lo humano por poseer palabra, con la misma palabra. Con lo simbólico tratar de explicar lo simbólico no es tarea fácil, tampoco imposible, sabemos de la metáfora y la metonimia, recursos del lenguaje con los que interpretamos el mundo. Es la razón que se pueda describir el cerebro y sus funciones, pero cuando se trata de ir más allá, lo que hace al lapsus, al chiste, al sueño, al acto fallido, al amor, hay algo que resbala porque como lo inconsciente, está más allá de lo posible de ser dicho aunque siempre hable.

Un buen recurso cuando Lacan se vuelve tan denso es acudir a Freud, en este caso nos puede ayudar para entender la frase. La necesidad imaginaria de la madre la podemos remitir a lo que dice del Edipo femenino, en ese momento en que la niña supone que algo le falta, y lo puede suponer porque hay algo que en el otro sexo ve, y ella no tiene, el pene. Una falta que le hace pensar que debería tenerlo, digamos, una imagen que le muestra algo que no tiene y que ella simbolizará como carencia, aunque en lo real no le falte nada. Allí es donde se va a dar la ecuación: pene-niño como sustitución. O sea, según Freud en el Edipo femenino, en relación a lo que de la imagen del otro ve y a la posibilidad de la simbolización, se darán las sustituciones necesarias para que en ella aparezca la femineidad, que tiene que ver con el deseo por un hombre y la maternidad, su deseo por un hijo.

En este sentido podríamos ya entender que ese niño como real puede venir a ocupar el lugar de una falta, falta imaginaria que en un momento del Edipo se organizó a partir del pene, que sabemos, es más que eso, es lo que por simbolización dará lugar la Falo, la simbolización de algo faltante. Es la razón de que para Lacan el niño vendrá a ocupar ese lugar de Falo para la madre. Una función puramente simbólica de esa necesidad imaginaria.

La falta y ese querer llenarla tampoco es tan difícil de captar si nos remitimos al mundo, ese mundo simbólico que habitamos, en lo que mueve a la cultura, lo que hace a la civilización, lo que posibilita las matemáticas, la suma, la resta, la división. Lo que nos hace felices o infelices por tener o no tener, por querer buscar, en resumen: desear.

Es aquí donde la propuesta de Lacan hace avanzar el psicoanálisis, sin despegarse de los conceptos fundamentales de Freud, va a ampliar esa visión donde el Falo ocupará un lugar preponderante. Sólo hay que recordar cómo su propuesta de que la relación de la madre y el hijo no es de dos, sino de tres, permitirá entender mejor de lo que se trata el Edipo. Entre la madre y el hijo está el falo imaginario, esa forma en que él se realiza a su pedido, se va conformando queriendo ser lo que ella desea, colmarla. Una relación que por constitución es estructurante pero en la que debe llegar un momento en que decline, que tendrá que ver con el momento en que el niño se da cuenta que no es él el que es amado sino cierta imagen.

Pero vayamos a los inicios de esa estructurante relación. Ella recibe ese pedacito de cuerpo que desde el primer momento estará a su merced, y que en un primer tiempo, que sería auto erótico, él sólo sabe del placer y el displacer, para poco a poco poder distinguir que hay algo, como dice Lacan, que lo agencia. Vayamos al seminario la Relación de Objeto:

Correlativamente, se produce un vuelco en la posición del objeto. Mientras se trata de una relación real, el seno—tomémoslo como ejemplo—puede considerarse tan cautivador como se quiera. Por el contrario, en cuanto la madre se convierte en una potencia y como tal en real y de ella depende manifiestamente para el niño su acceso a los objetos ¿qué ocurre? Estos objetos, que hasta entonces eran pura y simplemente objetos de satisfacción, se convierten por intervención de esa potencia en objetos de don […] ya no son tanto objetos de satisfacción, sino la marca del valor de esa potencia que puede no responder y que es la potencia de la madre.
Este aporte de los indicios de la construcción del sujeto tienen todo su valor. Allí ya habrá algo que a través de la satisfacción que involucra el cuerpo, -y aquí entendemos el poder de la sexualidad, porque es a partir de los goces de la madre que el niño entrará en esa dialéctica- que podrá acceder a los objetos.

¿Cuál es el momento decisivo en el cual la relación madre-hijo se abre a elementos que introducirán lo que hemos llamado una dialéctica? […] ¿Qué ocurre si el agente simbólico, el término esencial de la relación del niño con el objeto real, la madre en cuanto tal, no responde? ¿Si ya no responde a la llamada del sujeto? Cae. Si antes estaba inscrita en la estructuración simbólica que hacía de ella un objeto presente-ausente en función de la llamada, ahora se convierte en real.
Presencia ausencia dice Freud que permite al niño alucinar cuando el objeto no está presente, y un poco más dirá Lacan, porque esa ausencia la convierte a ella en potencia, una potencia dada porque falta. Principios de la simbolización en la que puede ser recortado una parte del todo, que se convertirá en objeto, ya no sólo de satisfacción sino de don. Algo que se empieza a intuir como el afuera. Afuera y adentro posibilitado por lo real de la falta.

Potencia que dará lugar a la omnipotencia, no del niño como remarca Lacan e insiste, es la madre la que es omnipotente, y no precisamente porque lo sea, es porque para aquel que depende, su presencia y ausencia marcará la diferencia para salir de la indiferencia, de lo que no diferencia y que ella como agente propiciará, cuando puede, para que pueda simbolizar un real en el que estaba inmerso.

Una articulación teórica que nos permite entender lo que da lugar a la constitución del sujeto, a la instauración de la ley y la posibilidad del deseo, que sabemos, no se instaura por una simple amenaza o sanción del padre, sino de toda una lógica en relación a lo Imaginario, Simbólico y Real y los efectos de la mediación de la metáfora paterna. Para proseguir esa dialéctica nos adentraremos en la siguiente clase en los conceptos de frustración, privación y castración.

Obra: Picasso: Madre hijo y cuatro estudios de la mano derecha.

3 comentarios:

  1. Hallo Isabel. En cuanto a lo discutido en la sesión, lo de la deuda simbólica, podemos pensar eso por el lado del suspenso que deja la castración en el sujeto. Me refiero a la transmisión del pecado, siguiendo lo de Kierkegaard, a valerse de lo brindado por el padre, luego de la castración. Ese mismo que castra, brinda la posibilidad en forma de promesa, en la vinculación a la cultura, de una posibilidad de acceso a otra u otro. Pensarlo por el lado de los títulos de bolsillo del seminario 5. ¿Podríamos pensarlo por esa vía? Para tratar de dar una respuesta a la pregunta sobre la deuda simbólica.

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