jueves, 17 de marzo de 2011

El diván virtual


¿Qué tan generosos somos?

Si entendemos ser generoso, no como dar algo material, sino como la capacidad de darnos a nosotros mismos y darnos a los demás, es probable que lo primero que venga a nuestra mente frente a esta pregunta, sea lo que a diario vemos en los noticieros que nos muestran lo que se vive en nuestro país y en el mundo. Una visión que nos inclinaría a pensar que la generosidad es poca, seguramente porque olvidamos que si esos sucesos se vuelven noticia, es precisamente porque se salen de la norma.

Lo que no se sale de la norma es lo que a diario sucede, que por ser común y esperado, no se registra. Y es que somos generosos cuando, sin darnos cuenta, brindamos una sonrisa y cuando estamos ahí para apoyar al amigo que nos necesita. Es generosa la madre solícita con su hijo, y el padre, quien después de un día dónde nada ha salido bien, es capaz de dar una cara amable a los que lo esperan. Son generosos también los artistas, capaces de crear y entregar su obra, venciendo el temor a la crítica para que podamos recrearnos en una pintura, una representación, una película o, gozar con una nueva melodía, una poesía, una novela, un cuento.

Son generosos aquellos que sueñan y construyen empresas que dan trabajo, los que inventan y sostienen lugares donde podemos encontrarnos con los amigos alrededor de un brindis o una buena cena. Los científicos que descubren lo que no se sabía y los que conciben instrumentos que nos hacen la vida más fácil. Los que imaginan proyectos para sus ciudades y los realizan, sorteando dificultades para dar nuevos motivos de alegría y esparcimiento, proyectando una cara más positiva al país y al resto del mundo.

La generosidad está en todo acto puesto al servicio de dar, y no sólo cuando por instinto corremos a socorrer al que nos conmueve con su dolor y nos incita a ayudar. También está cuando permite que los vecinos puedan entenderse y que las diferencias de raza, idiomas, culturas, se acepten. Es lo que permite que sea más fuerte lo que nos mantiene unidos que aquello que nos puede separar.

La generosidad es algo muy humano, sin lo cual la especie perecería y la civilización sería imposible, algo que no debemos olvidar. Tampoco, que siendo cierto lo anterior, es innegable que también en la cultura encontramos signos de mucho malestar. La razón de que uno de los textos más leídos de Freud, que también con generosidad nos dejó, es El Malestar en la Cultura, una forma de advertir que si bien la sociedad está llena de posibilidades, asimismo hay perjuicios que no podemos dejar de ver y que, seguramente, si no los rehuimos, sea posible vivir mejor.

Es la razón de que el psicoanálisis siempre se dirija a lo discordante, a lo que llama a interpretación en la cultura y a lo que hace noticia adversa en el noticiero de la propia vida. A lo que no entendemos de nuestros actos, a lo que se salió de cauce. Allí donde sufrimos y no sabemos cómo remediarlo, cuando queriendo ser generosos con nosotros mismos, no lo somos, porque nos subvaloramos o, queriendo serlo con los demás, no lo somos, porque los subestimamos.

Hay condiciones que se exigen para estar en la cultura que al no cumplirlas, acarrean sanción y producen malestar y culpa. Ahí es donde el psicoanálisis es generoso, porque soporta decir lo que no queremos oír, no para tildar o dar condena, sólo para ofrecer un lugar donde lo que es tan difícil de ser dicho, pueda hablar.

Escrito de IPM publicado en el periódico El Heraldo de Barranquilla, Colombia. Marzo 26 de 2011

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