jueves, 24 de marzo de 2011

Seminario. Quinta clase


La metáfora paterna y lo que representa la ley

Hoy hablaremos de la privación, frustración y castración. Elementos necesarios que nos permitirán avanzar en la teoría del sujeto y especialmente iluminarán aspectos de la clínica relacionados con las formas de presentación del sufrimiento, que abordados desde esta óptica, se entiende por qué es posible el análisis y por qué es posible la cura. Volvamos al seminario La Relación de Objeto, en esta frase que algo nos adelanta:
Ninguna castración de las que están en juego en la incidencia de una neurosis es jamás una castración real. Sólo entra en juego operando en el sujeto bajo la forma de una acción referida al objeto imaginario.
En un análisis se opera con la castración, a eso apunta cada sesión, a una pérdida, a la simbolización de una pérdida, es la razón de que para la cura es necesaria la palabra que en asociación libre remitirá a otros tiempos. En Función y Campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, encontramos una alusión a esos tiempos:

Lo que se realiza en mi historia no es el pretérito-definido de lo que fue, puesto quo ya no es, ni siquiera el perfecto de lo que ha sido en lo que yo soy, sino el futuro anterior de lo que yo habré sido para lo que estoy llegando a ser.
A este texto se refiere Catherine Clemént en su libro Vidas y Leyendas de Jacques Lacan, y logra un acercamiento tan poético que tal vez por eso nos permite entenderlo más, dice:

Este carrusel de los tiempos sigue una lógica perfecta. El pretérito indefinido: la historia muerta puede ser olvidada, puede ser recuerdo; ya no tendrá lugar. El perfecto sería algo más adecuado, si no implicara la muerte: la perfección de lo que habrá sido supone la detención en el tiempo presente de “lo que yo soy”. Queda el auténtico tiempo del psicoanálisis, el único válido: el futuro anterior. Yo habré sido esto -el niño mudo, el niño colérico, el niño con la fantasía del lobo, el hijo perdido, la hija abandonada- hasta el tiempo que se precisaba para decirlo. Pero, una vez dicha la cosa, ya voy siendo otra cosa. Habré sido esto pero ya está terminado: no es imperfecto ni perfecto, ni pasado sino recuerdo bien situado, alineado, ahora inofensivo. Trabajo sobre la gramática: se sitúa en la juntura entre la retórica y la invención.
Jamás una castración real, leíamos en la primera frase de Lacan. Es fácil verlo, el analizante no partirá a otro lugar para no ver más a su madre, o el hijo va a volver a ser encontrado. No es de este corte de lo que se trata, y lo podemos entender a partir de lo simbólico, lo imaginario y lo real, también y sobre todo en la privación, frustración y castración, elementos esenciales para entrar al mundo, al mundo simbólico. Aquí nos sigue ayudando Clemént:

Pero en realidad nada está allí. Pues es precisamente Lacan, quien jugando con los tiempos, encuentra en la gramática el recurso de una forma que, por función en la lengua, va del futuro al pasado, y del pasado al futuro, indisociablemente: este futuro que se llama anterior, como la vida poética que imaginaba Baudelaire.
Un tiempo lógico posible del pasado al futuro y del futuro al pasado en el que en algún momento el discurso se topará con la frustración, esa lesión, ese perjuicio de impresiones reales ya pasadas que lleva a reivindicaciones, a exigencias desenfrenadas y sin ley, a lo que se desea y no se tiene pero sin posibilidad de satisfacción o adquisición. ¿Por qué cómo satisfacer aquello que ya no se tuvo más, que seguramente si todavía lo tuviera no daría satisfacción? Es que se añora. Es por eso que simbolizado se sitúa en lo imaginario aunque el objeto sea real.

Y es posible esta demanda infructuosa porque se pasó por la privación, porque sabe de su falta en lo Real, aunque en lo real no falte nada, como en el ejemplo de la niña y su Edipo. Allí, a ella como real no le falta, pero reconocer lo que existe y en ella no está, indica que lo ha simbolizado. Es introducir en lo real el simple orden simbólico. Y de esto sabemos bastante ya que el sufrimiento aparece siempre por aquello que sabemos existe pero no poseemos. De ahí la frustración.

Es la castración lo que vendrá a poner un poco de alivio, deuda simbólica de la que el sujeto es responsable como sujeto de la palabra. Una falta de objeto que se simboliza como deuda, que el neurótico paga con creces. La castración es siempre de un objeto imaginario, es por eso que está en relación al falo, entendible entonces que sea lo que pondrá límite al imaginario del niño y su deseo por la madre, de un imaginario que ha construido en la fantasía donde los dos hacen uno.

Es lo que quiere decir estar castrado en la subjetividad, porque en lo real, en la realidad, en lo que se invoca como experiencia real, se está privado. Una privación que por efectos de la castración, ese objeto de la frustración, simbolizado, aún siendo real, quedará en su justo lugar, como lo veremos en la próxima clase con el cuento Dorotea y el General, que nos ayudará a entender el agente, los agentes que darán lugar a cada una de esas posiciones que se juegan en una dialéctica.
 
Por ahora terminamos con la valiosa ayuda de Katherine Clemént, con su poética de los tiempos y la cura, que seguramente no sería posible entender sin esa lógica no sólo de tiempo, también de lo que en él puede ser retomado, porque volviendo a nuestra primera cita, en el neurótico ninguna castración es jamás una castración real. Sólo entra en juego operando en el sujeto bajo la forma de una acción referida al objeto imaginario:

Un tiempo único, el verdaderamente dialéctico: una lanzadera lógica. No se piensa mucho en ello; pero la verdad es que la fórmula “yo habré sido”, supone en su extraña torsión, unos gérmenes de futuro que se encuentran retroactivamente. Una memoria fisgona sobre su propio futuro. Una memoria dotada para la ciencia-ficción que no se contenta con repetir su canción muerta: erase una vez…Dígase habrá sido una vez y todo cambia. El hada gana de antemano, haya sido buena o mala; la historia ya estaba trazada, pero cambia en el momento en que se dice. Como quien no quiere la cosa, el futuro anterior modifica la historia: es el tiempo del milagro. El de la curación.
Obra: Madre arrodillada con niño (1907), de Paula Modersohn-Becker, Alte Nationalgalerie, Staatliche Museen zu Berlin, Berlín.

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