¿Qué podemos esperar del año que comienza?
Cada fin de año hay celebración, un reconocimiento a trescientos sesenta y cinco días vividos y a la expectativa de los que vienen. Hacemos recuento de lo realizado y recreamos los deseos que queremos que se nos cumplan. Una forma de ir dándole sentido a la vida a través del tiempo.
Un rito que nos permite hacer un alto en el camino, una mirada hacia atrás que, para los que han tenido experiencias dolorosas, se refleja en el momento de los abrazos cuando aparecen emociones encontradas y, a los que no les fue muy bien, la frase: “siquiera se acabó este año”, representa el fin de un ciclo y el inicio de otro, del que se esperan cosas mejores.
También el momento de las auto promesas que seguramente al otro día se olvidan pero nos permiten una especie de pausa para seguir, para contar un número más en el año que nos marcará el calendario, para cambiar de agenda y dar inicio, -como en una nueva largada, después de llegar a una meta-a otro año que la vida nos regala.
Una promesa de vida que, como siempre, no sabemos lo que nos deparará. Pero ya sabemos que esa es su condición, como dijo el poeta Manuel Saturio Valencia: “El hombre en pos de su destino ciego avanza, Dios quiso ocultarle su camino para no hacerle la vida más amarga”. Podríamos pensar que también es para hacerla más feliz, ya que si supiéramos de antemano los momentos de dicha, ya no serían tan dichosos.
El tiempo y su paso es algo que sabemos contar, vivimos en un presente que a cada segundo se vuelve pasado y el futuro nunca lo alcanzamos pues al lograrlo, se vuelve presente. Seguramente la razón de que muchas veces al pensar cómo hemos actuado, nos aqueja el “Si yo hubiera”, una conjugación en pretérito que nos puede martirizar porque es más fácil concebir las mejores soluciones cuando ya no se vive el momento. Olvidamos que las decisiones que paso a paso tomamos van de acuerdo al momento que se vive y a lo que el mundo exterior nos propone y que es muy fácil ser más inteligente para juzgar lo pasado, obviamente porque ya pasó.
La vida es sorprendente, significa estar expuesto a perder y a ganar, a soportar el dolor, a disfrutar y a soñar, a equivocarnos y, especialmente a entender que lo hecho, hecho está y no lo podemos cambiar, pero seguramente con un poco de esfuerzo algo podemos remediar.
El fin y el inicio del año es sólo una marca más en el tiempo que va dejando huellas en nuestro cuerpo que no quisiéramos ver, y es posible que puedan ser más amables si logramos no sólo verlo pasar. Si vivimos ese tiempo como un regalo sabiendo que no es eterno y entender que nos fue dado para usarlo y construir con nuestras acciones y decisiones la vida que queremos tener.
Nunca sabemos cómo el año va a terminar, lo que nos depara el destino, como dice el poeta, lo que sí podemos saber es que de nosotros depende lo que consigamos en él, del esfuerzo que realicemos para obtener lo deseado porque lo que es inexorable es que en la vida nada se nos da de balde y si se quiere ganar sin pagar, la cuenta siempre será cobrada. Podemos engañarnos a nosotros mismos y engañar a otro, pero el destino, ese derrotero que nosotros mismos vamos construyendo no es engañoso, en él siempre se mostrarán los estragos o las recompensas, de las que no podemos culpar al tiempo, sino a lo que hemos o no logrado con él.
Escrito de IPM publicado en el periódico El Heraldo de Barrranquilla, Colombia. Enero 15 de 2011
Este diván nos invita a reflexionar, Isabel, porque aciertas en todo; muchas promesas personales de fin de año que a los pocos días del año nuevo olvidamos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Si, es que la realidad nos atropella, pero ahí vamos...
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