El fantasma, trama en la que se enredan el amor y el cuerpo.
No sé si Lacan alguna vez dijo que el significante es el destino, pero pareciera, porque como el destino, se desconoce pero comanda. Lo que sí dijo en su seminario El Yo en la Teoría de Freud y uno podría estar de acuerdo después de pasar por la experiencia analítica, es lo siguiente: La parte esencial de la experiencia humana, aquella que es, hablando con propiedad, experiencia del sujeto, aquella que hace que el sujeto exista, se sitúa a nivel del surgimiento del símbolo {…] Lo que me desvivo por decirle es que […] El juego ya está Jugado, la suerte ya está echada. Ya está echada, sin perjuicio de que podemos volver a tomar los dados y tirarlos de nuevo. La partida empezó hace mucho tiempo.
Una partida que se juega en el fantasma, para el cual no podemos dejar de lado lo que tiene que ver con la angustia, y es que abordar lo referente al objeto a, lo hace imprescindible. Y lo es, por algo que Lacan remarca en su seminario del mismo nombre, donde podemos entender que en la constitución del sujeto hay varios tiempos que se juegan en relación al objeto. En lo inicial lo oral determinado por la necesidad en el Otro, donde el seno forma parte del mundo interior del sujeto. Las heces, como resto se instituyen por la demanda en el Otro. El nivel fálico, así llamado, se define por la falta, falta de un objeto que dará cuenta de la predominancia de goce en el Otro, donde se constituirá la angustia de castración.
Además hay otros dos pisos, el escópico, propiamente el del fantasma, donde el enfrentamiento es con la potencia en el Otro, espejismo del deseo humano, y por último: el del deseo en el Otro. Este nos dará algunas luces, si le creemos a Lacan cuando dice: La angustia se manifiesta sensiblemente como relacionada de forma compleja con el deseo del Otro y que está vinculada a lo siguiente: no sé qué objeto a soy yo para dicho deseo. Si el objeto a es ese objeto irreductible a la simbolización en el lugar del Otro, se entiende la fábula de la Mantis religiosa a la que acude para poder entender que en eso que queda como resto, es resto del deseo voraz, donde en el Otro radicalmente Otro, no hay vínculo ni ningún factor común como cualidad de semejante, un desconocimiento que hace explicable que haga emerger la angustia.
Si en los primeros planos hay un objeto cesible y en el fálico lo que se presentifica está a nivel de la falta, lo que quedará a este nivel será una falta hecha al goce que se sitúa en el Otro. Es la razón por la que al goce no le esté, por su naturaleza, destinado al deseo. El deseo no puede más que ir a su encuentro y, para encontrarlo, debe no sólo comprender, sino franquear el fantasma mismo que lo sostiene y lo construye.
Propuesta harto difícil, que da cuenta de lo enmascarado del deseo, que en el neurótico, su estatuto se da como insatisfecho o imposible ya que siendo el deseo voluntad de goce, estará en relación a la ley, que se ejemplifica bien en la duda obsesiva: ¿lo hago? ¿no lo hago? Una ley que el perverso supone transgredir cuando lo único que hace es mostrar el límite que el mismo deseo impone al goce. Algo así como que el neurótico no avanza por suponer lo inconmensurable del goce mientras que el perverso avanza, y lo que muestra es sólo su fracaso, ya que el deseo mismo es soporte de una ley. Es lo que no hace al perverso en ventaja, aunque el neurótico lo crea, porque aunque ejerciendo su voluntad de goce y aun sufriendo su fracaso, nunca alcanza a captar que ese goce no está a su servicio.
Es también en el deseo y su relación con el fantasma que se encuentran esas formas tan particulares de evitación de la angustia que observamos en el acting out y el pasaje al acto. Un fragmento que en la vida de un sujeto exige a todas luces una explicación y que para todos, y especialmente para él mismo, es difícil encontrarla. Actuaciones en las que se muestra lo que quiere decir Lacan cuando habla de la causa y lo que nombra como su Ética trascendental. Una ética en relación a que el a es la causa del deseo.
Hay un suceso que un joven cuenta: Ha perdido una gran suma de dinero en un cheque que hoy no recuerda si lo recibió, pero que aparece firmado por él como recibido. Se ha enterado porque corrido el plazo en el que debería hacer la transacción, recurre al lugar donde debe reclamarlo, es cuando se encuentra con la información de que ya le había sido entregado en determinada fecha. Recuerda haber estado allí en esa ocasión, pero el resto se le ha borrado por lo cual no puede hacer un reclamo coherente y todo lo que siente es angustia, más por darse cuenta que en él hay ese vacío que no puede llenar con palabras que por la pérdida del dinero.
Sin embargo habla y desprevenidamente suelta frases, ya no relacionadas con el suceso, pero que tienen todo que ver con él, dice: “La plata es un enemigo que uno lleva en el bolsillo”, “cuando la persona tiene plata, cambia”. Dice sin saber, sin saber que lo está diciendo, primer tiempo para él y quien lo escucha, todavía pasará otro, para que pueda escucharse, para que ese objeto que resplandece iluminando la escena, se torne opaco y de pronto pueda escucharse “la plata es una mierda”, total desplazamiento del objeto eses sobre el dinero, de ahí la angustia y la imposibilidad de franquear el goce para condescender al deseo. Un deseo que le permitirá una relación algo distinta que le pueda permitir un cambio.
Obras: La primera de Francis Bacon. La segunda de Cristina Vidal