lunes, 19 de septiembre de 2011

El diván virtual


¿Soy infeliz porque no soy feliz?

Una pregunta enredada, así como parece que nos hemos enredado con la ilusión de la felicidad. Y no porque no exista, ¿acaso quién no ha sido feliz en algunos o en muchos momentos de su vida? La confusión está en creer que la felicidad es un estado en el cual debemos permanecer siempre, que además, está reafirmado por tanto información y comerciales que nos venden imágenes donde todo es perfecto, posible y adquirible. Lo que ratifica una suposición muy humana, la de creer que los demás, a diferencia de uno, si son felices.

Se nos olvida que la vida se da en un movimiento, que a veces nos toca con su halo de alegría, como lo dice Serrat en una de sus canciones: De vez en cuando la vida/ toma conmigo café/Y está tan bonita que,/ da gusto verla./ Se suelta el pelo y me invita,/ a salir con ella a escena. Una escena que quisiéramos se prolongara y la sensación de bienestar fuera infinita. Pero sabemos que no es así, que también en ocasiones nos pone a prueba, y lo único que podemos hacer es tratar de salir airosos. Y aquí nos ayuda Barba Jacob que, como gran poeta, describe esos momentos en que creemos que todo se cierra: Hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,/ como en las noches lúgubres el llanto del pinar:/ el alma gime entonces bajo el dolor del mundo, /y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Así es la vida, como la cantan los poetas, por eso es bueno no olvidarlo para no caer en las fantasías del mundo moderno. Un mundo en el cual más y más adelantos se nos ofrecen, además para nada despreciables. Porque quién no quisiera vivirla con tantos beneficios a la mano, empezando por el celular. Dónde una madre ya no tiene que lavar pañales y las parejas pueden gozar de la sexualidad sin temor a aumentar la prole. Cuando se puede viajar en tiempos tan cortos, antes inimaginables o conversar cara a cara con el que está lejano. Así mismo, contar con la suerte de que un documento cuyo envío urgente, hasta hace poco costaba más tiempo, más dinero y más úlceras, ahora se resuelva en un minuto.

Y cómo no agradecer poder bajar de peso o lucir mejor silueta después del paso por el bisturí de un cirujano, tener más senos y menos arrugas, mejor nariz, y toda suerte de postizos y extensiones. Además de contar con la pastilla para dormir, para mantenerse despierto, para no pensar, para ser feliz, como lo muestran algunos comerciales.

El mundo actual exige gozar y todo parece estar ahí para alcanzarlo, además con poco esfuerzo, un sufrimiento más para aquellos que al no lograrlo, afianzan el supuesto de la felicidad que gozan aquellos que si la tienen. Al parecer, ahora deberíamos tener más razones para ser felices, un más que se vuelve un menos, como lo demuestra un especial y admirado personaje que por estos días cumple dos años de muerto, quien con todas sus cirugías y el deseo cumplido de cambiar su color de piel, no logró dejar de sentir lo que nos dice Serrat en la continuación de su canción: De vez en cuando la vida,/ nos gasta una broma, /y nos despertamos sin saber qué pasa, /chupando un palo sentados,/ sobre una calabaza.

Es la razón de que los versos de Barba Jacob sigan siendo actuales y no los deberíamos olvidar, sobre todo para no confundirnos y salir corriendo a tomarnos una pastillita, o hacernos diagnosticar con tantos rótulos que hoy dicen lo que es normal y lo que no, que no nos curan pero sí nos vuelven más lúgubres. O, llenar lo que supuestamente nos falta con todo lo que se ofrece en el mercado, porque bombardeados con tanta oferta, no alcanzamos a averiguar qué es lo que realmente queremos de la propia vida. Un llenar que no da espacio a la reflexión, a la pregunta, y menos a un verso. Donde como cualquier Emo, una manifestación de una de las consignas de nuestro mundo moderno, hay que dedicarse a ser infeliz porque no se es feliz.

Escrito de IPM publicado en el periódico El Heraldo de Barranquilla, Colombia. Julio 3 de 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario