miércoles, 25 de septiembre de 2013

Entrevistas

Entrevista a Alexander Kojève
por Gilles Lapouge
 
 
Era sobrino de Kandinsky, especialista en Hegel y en textos sánscritos, libertino y ex víctima de la policía secreta leninista. Entre 1933 y 1939 dictó un seminario al que iban Breton, Lacan, Bataille, Merleau-Ponty, Aron, Caillois y Klossowski. Cuando murió, en 1968, Lacan irrumpe en el domicilio del filósofo, para apoderarse del ejemplar de la Fenomenología con anotaciones manuscritas. Dominique Auffret especula que también se habría llevado un original sobre Hegel y Freud. Fue espía para Moscú durante treinta años.
 
No es muy frecuente que Kojève escriba un libro, pero la aparición de alguna de sus obras siempre deja huellas perdurables. Una sola, publicada hace veintidós años, lo consagró como "el lector" de Hegel. Después de eso, lo ha acompañado una curiosa gloria. Gloria a la vez universal y rara, lejana y reverencial, inquebrantable. Hoy nadie se internaría en los caminos de Hegel sin la brújula de Kojève. Kojève ocupa Hegel como se ocupa un territorio.
 
Resulta intimidatorio interrogar a Kojève en ocasión a la aparición de un nuevo texto [1]. su vertiginosa lectura de los presocráticos nos deja un poco empequeñecidos. ¿Y qué cara podría tener este Señor Filósofo, a fuerza de codearse con Parménides y Hegel? Me lo imagino como los sabios pintados por Rembrandt, con larga barba y el rostro surcado de arrugas, meditando apartado del mundo.
 
Pero no es así. Sin barba ni arrugas, sabemos que Kojève tiene 66 años sólo por su biografía. Este filósofo tiene un increíble rostro de funcionario.
 
Elegancia en el vestir, lentes que ocultan la malicia de la mirada, vigor y soltura en el cuerpo, modales refinados. Uno de esos hombres que surcan el mundo y que habitan los palacios internacionales. No como en Rembrandt.
 
Lo romántico está perimido. Kojève es más formal: tiene el rostro que conviene a su empleo: el más profundo lector de Hegel -el más legítimo, en suma- un "gran empleado" del estado. Su vida transcurre entre los sombríos corredores de Branly y las capitales del mundo, donde se ocupa de quejosos y aburridos asuntos económicos. Lo que lo enorgullece no poco. Hay en Kojève un extraño desplazamiento de la vanidad: el mundo lo admira porque lee a Hegel como quien lee Tintin y él se enorgullece de haber inventado un sistema de preferencias tarifarias y de haber logrado imponerlo.
 
Todo esto, desdichadamente, pertenece al pasado. Alexandre Kojève murió súbitamente algunos días después de esta entrevista. No había concedido otras. Esta había sido la última.
 
Kojóve está aquí. Sonríe, bromea, desliza risas sardónicas e indulgentes. Es provocador, petulante, subversivo, lleno de paradojas, grave y profundo, sagaz, ingenuo.
 
Y como sus lentes brillan, creo que está confundiéndome y se esconde. Y como la verdad no es lo que dice, invento otra: su mayor dicha, como funcionario, es pertenecer a ese equipo de hombres que se reúnen en Roma, Nueva Delhi o Ginebra y que poseen el verdadero poder, lejos de los efectos superficiales de la política. Lo que es seguro es que le encanta hablar de economía política. De modo que, habiéndome dispuesto para aprender todo sobre Anaximandro, me veo amenazado a hablar sobre la tasa al valor agregado.
 
Debo reaccionar con urgencia. Apelar, por ejemplo, a su memoria. En la vida de Kojève hay un episodio que siempre me fascinó: los seminarios sobre Hegel que dictó entre 1933 y 1939 en la Ecole de Hautes Etudes. Entre los asistentes, no muy numerosos, se encontraban Jacques Lacan, Maurice Merleau-Ponty, Raymond Queneau, Georges Bataille, Raymond Aron, el Padre Fessard, Robert Marjolin, a veces André Breton.
 
A. K.: -¡Ah, sí! Fue muy bueno, lo de la Ecole de Hautes Etudes. Allí fue donde introduje la costumbre de fumar en clase. Y luego íbamos a comer con Lacan, Queneau y Bataille a un restorán griego del barrio que todavía existe, el Athénes. Pero la historia de eso comienza más atrás.
 
-Hegel vio a Napoleón a caballo
 
-Más atrás quiere decir hasta el año 1770 que vió nacer en Stuttgart a Georg Friedrich Wilhelm Hegel. Y si no, hasta el 13 de octubre de 1806, cuando el mismo Hegel vio pasar a Napoleón, a caballo, bajo su ventana. Y sino, hasta 1902, que Kojève eligió para venir al mundo en Moscú. Dieciocho años más tarde, en 1920, deja Rusia y desembarca en Alemania.
 
-¿Por qué? Yo era comunista. No había razón para huir de Rusia. Pero sabía que el establecimiento del comunismo significaba 30 años terribles. A veces pienso esas cosas. Un día dije a mi madre: "Después de todo. si me hubiera quedado en Rusia.". Y ella respondió: "Te hubieran fusilado por lo menos dos veces". Puede ser. Mikoyan, sin embargo.
 
-En Alemania pasa por Heidelberg y Berlín. En esa época había un profesor de filosofía, llamado Husserl, que no carecía de cierto talento.
 
-No. Evité voluntariamente a Husserl. Cursé con otro profesor, que era muy estúpido, y luego con Jaspers. Perdí el tiempo aprendiendo sánscrito, tibetano, chino. El budismo me interesaba por su radicalismo. Es la única religión atea. Pero profundizando más, me di cuenta de que iba por el camino equivocado. Comprendí que algo había pasado en Grecia, hace ya 25 siglos, y que ésa era la fuente y la llave de todo. Allí fue pronunciado el comienzo de la frase.
 
-Hablar ante Breton, Bataille, Lacan, Queneau
 
-Traté de leer a Hegel. Leí cuatro veces, íntegra, la Fenomenología del Espíritu. No entendía una palabra. Años después, en París, un tío comerciante en quesos murió y quedé en la ruina. Un día, en 1933, Koyré, que dictaba cursos sobre Hegel, debió interrumpirlos y me ofrecieron reemplazarlo. Acepté. Releí la Fenomenología y al llegar al capítulo IV comprendí que la clave era Napoleón. Empecé mis clases. No las planificaba. Leía y comentaba, pero todo Hegel se había vuelto luminoso. Experimenté un placer intelectual excepcional.
 
Es que era excepcional hablar de Hegel ante Breton, Bataille, Lacan, Queneau. Había un señor a quien nadie conocía, que asistía con su mujer y ostentaba una condecoración. Vino durante tres años. Un día me anunció que dejaría París y me dio su tarjeta. Supe, ese día, que había enseñado Hegel a un Contralmirante de la flota.
 
Seis años. Hasta que comenzó la guerra. Pura coincidencia. Casualmente terminé la lectura de la Fenomenología cuando estalló la guerra. Fui movilizado y recibí mi fascículo azul de soldado de segunda clase. Durante algunos días me paseé aún por el Quartier Latin y un día en un café del Boulevard Saint-Michel uno de mis alumnos, indochino, se me acercó y me dijo afablemente, señalando mi uniforme: "Bien, Sr. Profesor, veo que ha pasado usted finalmente a la acción".

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Libros


"Marlon Brando. Cuando el deseo se hace hombre"
Eva Gerace
  
Un trabajo sobre la biografía de Marlon Brando, nos permite seguir el movimiento que produce no solamente una de las más destacadas figuras del cine contemporáneo, sino la creación de un estilo propio. Brando que como todo hombre llega al mundo vestido por esas palabras que heredamos y que luego nos habitan, para bien o para mal, encuentra un modo de quebrar aquello que podía haber escrito un destino de fracaso. 

Un ensayo escrito hace algún tiempo se transformó en libro, impensadamente. Existen ciertos personajes que nos apasionan. Un día llegó a mí encuentro el entusiasmo por conocer fragmentos de vida de uno de los hombres que marcó la historia del cine contemporáneo y fue icono de una época. Actor consistente, capaz de entrar en el alma del otro para dar vida a los personajes más dispares. Tal espesor lleva a algunos críticos a: “¡Hosannarlo!”, aclamándolo como el mejor actor de todos los tiempos. Para entender el prestigio de Marlon Brando es significativa una célebre exclamación de Al Pacino: “¡Es como actuar con Dios!”.
Cuando leí esta frase me pregunté: ¿y si volviera sobre la historia para reencontrar al hombre que está detrás del mito? Así nació este ensayo, para una conferencia sobre disturbios alimentarios, con el nombre: La comida siempre ha sido una buena amiga.

Parafraseando a Borges, sería útil recordar que somos todo el pasado, somos nuestra sangre, somos la gente que hemos visto morir, somos los libros que nos han mejorado, somos gratamente los otros.
Dirigí mí interés en la investigación biográfica sobre Marlon Brando, siguiendo este recorrido, preguntándome  si ello  podría posibilitar  reconocer una estructuración subjetiva.
Freud inaugura un estilo cuando escribe sus historiales y muestra en el caso de Elisabeth Von R .la íntima relación que existe entre la historia de aquella paciente y sus síntomas. Lo que tan tempranamente formula es el nexo entre la historia de un sujeto y el síntoma, demostrando la sobre determinación de éste. El síntoma, esa palabra amordazada que cada análisis intenta desanudar, es el timón que Freud enseguida intuyó. Vehículo fundamental para poder alcanzar al sujeto.
Al exponer sus descubrimientos, construyendo y escribiendo un historial clínico, nos muestra que hay una especificidad en relación a la literatura y una diferencia con respecto al género biográfica. La literatura trabaja con las historias dando vida a cuentos, relatos o romances; las biografías catalogan de diferentes formas los datos de una vida o de una parte de ella, relatándolas. Las autobiografías eligen en el recuerdo las escenas que nosotros los lectores, sabemos que son significativas para el autor. El analista lee o construye un caso clínico que lo arriesga al agujero privilegiado de su oreja, la que no puede tapar.
Marlon Brando no es un paciente y ni un caso inventado, es un personaje público que marcó la historia del cine moderno. El actor cuenta y hace escribir parte de su vida y con eso nos viabiliza una lectura posible desde el psicoanálisis. La biografía que toca la estructura del hombre-mito, da así la posibilidad de construir una historia hecha de frases y escenas. Gracias a su sensibilidad, Brando es el mejor lector de sí mismo. Es él, quien a través de las conjunciones de los datos así organizados, nos regala un argumento, donde el narrador no está aquí con nosotros… ¿No está con nosotros?
Voy a trabajar en principio con el relato de un relato, pues Brando le pidió a Robert Lindsey, en 1988, que escribiera un libro sobre un período de su vida en el que creía que alguien le había hecho un mal terrible a alguien que él amaba. Narra su historia y luego Lindsey nos la cuenta. ¿Qué nos muestra este libro desde el comienzo? Que ante lo que llamamos realidad, la única forma que tenemos de acceder a ella es a través de la ficción.
Ahora dejemos que sea Marlon Brando quien hable de sí. Como en una narración, lo invito para que hable en primera persona. Vamos a escuchar lo que él antes se escuchó a sí mismo. 
¿Qué fue lo primero que le dijo Brando a Robert Lindsey, el periodista que iba a redactar una de sus biografías? Que le podía preguntar sobre el tema que quisiera excepto de sus matrimonios y de sus hijos. Promesa que mantuvieron. El biógrafo lo presenta como al "hombre más curioso que jamás haya conocido". Esta curiosidad irrefrenable es lo que caracteriza a Brando; su deseo de conocer le da la posibilidad de preguntar. Sabe interrogar.
¿Cuál es el sueño de todo neurótico? Retornar al Otro Primordial. Esto quiere decir que dicho sujeto vive demandando que lo amen, que lo cuiden, que le den.
Marlon considera a la comida como una buena amiga, su relación a la comida pasa a ser una cuestión de existencia.
Inicio a tejer con algunos hilos esta construcción. En psicoanálisis decimos que se produjo un cambio en la posición subjetiva cuando el sujeto deja de demandar y se constituye como sujeto deseante. Éste aparece cuando logra atravesar la experiencia de una falta. Cuando se da cuenta de que el sueño del paraíso feliz era sólo eso, un sueño, que nunca ha sido todo para el Otro, que desde siempre somos seres faltantes. En términos freudianos, sujeto sería aquél que logra atravesar la experiencia de la castración [7].
Estamos nombrando al sujeto en su esencia, cuya constitución se hace alrededor de una falta. A esa falta la llamamos deseo.
Il desiderio, per quel che ancora le parole significano,
rimanda alle stelle: de-sidera
.
Es necesario que algo se pierda, que el objeto esté perdido, para que pueda surgir la función causa del deseo. Se puede desear porque algo faltó. El deseo funda al sujeto. ¿Y este sujeto cómo se colocará? Debe ubicarse como consecuencia de aquella pérdida. Esto conviene que suceda, para así propiciar en el sujeto, un "saber" de aquello que le falta. Elaboración necesaria para que el sujeto se encarrile en las vías de su deseo, cuestión que he tratado de indagar en Brando. ¿El actor habrá logrado partir en el tranvía llamado deseo?


martes, 10 de septiembre de 2013

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Entrevista

Jean Allouch                                                                                                                           
Si fuera escritor le
daría la espalda a Freud
Por Silvia Fendrik

En tu libro la Erótica del duelo… le das una enorme importancia al libro de Kenzaburo Oé, ¿por qué?
Creo que hay una gran dimensión de coraje; para decir ciertas cosas hace falta cierto coraje, y ese coraje, la literatura nos lo da. Por ejemplo ese libro de K. Oé da existencia a los fantasmas, da existencia a los muertos, designa un lugar donde están los muertos, y ese lugar no es “psíquico”. Decir que los muertos intervienen en la vida de los vivos, esto es algo que para nada está en Duelo y melancolía, el famoso texto de Freud que ha guiado por 70 años a los psicoanalistas en lo que se conoce como “elaboración del duelo”. Sin duda me era necesario atravesar cierta reticencia para decir algo que no estaba previsto. La literatura no sólo da los elementos que permiten decir “miren los muertos existen”, sino que también da coraje para el acto teórico, para plantear una cierta posición teórica. A ese texto de K. Oé, el hecho de que sea ficción le permite precisamente plantear una serie de metáforas que le dan cuerpo a la existencia de los muertos. De ese modo uno los encuentra, existen de cierto modo en la literatura.
  Decir “la” literatura es demasiado amplio, recuerdo un texto de Freud, “El Poeta y la Fantasía” donde él  dice que la “verdadera” literatura es una heredera del juego infantil, porque el juego infantil recrea la materia, el objeto, a diferencia del fantaseo que es autorreferente, que no recrea ningún objeto, y que, trasladado a la literatura, sólo puede dar lugar a una literatura menor, la que hoy llamaríamos fácil, masiva, la literatura del best –seller. Yo creo que Freud allí esboza una diferencia sobre la que vale la pena reflexionar entre una literatura “fácil”, donde el protagonista es una proyección de las fantasías narcisísticas del escritor y a la que Freud le da la misma trascendencia que al fantaseo, o sea ninguna. Por otra parte estaría la literatura que recrea la materia, la heredera del juego infantil. ¿De este lado podríamos poner a los clásicos? Homero recrea leyendas…nunca es un puro fantaseo del poeta.
Lo que estás diciendo en parte coincide con una visión que hoy en día se tiene, de que hay más invención en la literatura clásica, en Racine, en Corneille, en Moliere, de lo que se había pensado, desde esta perspectiva tal vez se nos había escapado su originalidad.
 
 Es originalidad, es invención, pero a partir de una materia que ya estaba, es un trabajo de reinvención, de escritura.
Pienso que en la literatura contemporánea nos encontramos con verdaderos atravesamientos, Belle du Seigneur, por ejemplo, nos enseña algo sobre el amor que no encontramos en ninguna otra  parte. El fabuloso comienzo de las relaciones amorosas donde el protagonista le pregunta a la mujer: “¿Si tuviera un solo diente me amarías tanto?”, el modo en que esta cuestión se desarrolla a lo largo de la historia es una verdadera creación ex nihilo.  Bergougnoux, otro importante escritor francés contemporáneo, escribe retomando elementos antiguos, pero hay en él una verdadera invención sobre lo que es la relación entre generaciones, que no encontramos en los escritos psicoanalíticos, aún en los de aquellos analistas que han trabajado mucho sobre el tema de las generaciones. Bergougnoux escribió, por ejemplo un libro que se llama El huérfano, donde cuenta cómo han sido las cosas entre la guerra del 14 y la guerra del 39 para la gente que ha perdido a su padre en la primera guerra, como le sucedió a él, y cómo han enfrentado esta situación. Lo que él pudo hallar y decir a partir de eso no lo encontramos en ninguna otra parte. Mi interés por la literatura contemporánea incluye también ese lado informativo. Bergougnoux  en El huérfano  me enseñó cosas sobre mí y al mismo tiempo sobre algo que se produjo y de lo que el presente es un derivado. Eso interviene en el modo en que, como analista, yo puedo escuchar tal o cual cosa. Thomas Bernhardt es otro escritor que también me permite situarme de otro modo en relación a ciertos prejuicios que tenía. Prejuicios que ni siquiera reconocía como prejuicios. Por ejemplo, cuando él relata que a los catorce años un buen día en lugar de girar a la derecha para ir a la escuela, giró a la izquierda y fue a pedirle trabajo a una asistente social, la cual obviamente le indicó que volviera a la escuela o a su casa. Pero sin embargo luego de un rato, al verlo tan decidido, la asistente social le da su acuerdo, y le indica un lugar donde podrá conseguir trabajo. Leyendo eso y lo que ocurre a continuación pude comprender que la idea de una fuga es una idea falsa. Yo no lo sabía. Antes de leer este libro creía que la fuga existía en la adolescencia. Ahora cuando alguien me habla de una fuga yo no lo escucho de la misma manera. La cuestión que ahora me planteo es por qué finalmente alguien que se ha “fugado” no continuó, no prolongó ese movimiento hasta hacer con él, como en el caso de Bernhardt, algo trascendente para su vida. El día en que en lugar de girar a la derecha, él giró a la izquierda, se produjo algo determinante para su vida, incluso para constituirse a partir de ese momento en escritor. Lo que hubiera sido una “fuga” si él hubiera regresado con el rabo entre las piernas a su casa, fue en cambio determinante para el resto de su vida. Por qué alguien se fuga sin que esto tenga consecuencias es algo que me planteo sólo después de haber leído a Thomas Bernhardt. Antes no lo había pensado ni desde la teoría ni desde mi práctica clínica.
 
 Freud decía al final de su análisis de la Gradiva de Jensen, al comparar el método del escritor con el del psicoanalista, que cuando por distintos caminos ambos llegan a lo mismo, quiere decir que, o bien los dos se equivocaron o bien ambos tienen razón, solo que han utilizado distintos métodos. Le atribuye al poeta una relación mucha más directa con su inconsciente, que es la que le habría permitido a Jensen, por ejemplo, descubrir que los sueños de Hanold, el joven arqueólogo protagonista de la Gradiva van señalando distintos “tiempos” de su delirio. Para los psicoanalistas en cambio esto está mediado, explicado por la teoría, como si la teoría los colocara un paso atrás de los literatos.
Yo creo que en Freud hay una dimensión de “recuperar” la literatura por medio del psicoanálisis, y esa “humildad” de Freud frente al hombre de letras, al poeta, que “nos da grandes lecciones” o “confirma nuestras trabajosas teorías”, o “buscamos lo mismo” es una suerte de estrategia. O bien recuperar la literatura para el psicoanálisis, o bien asociarlas –los dos tienen razón o los dos se equivocan juntos- me parece en el límite de la deshonestidad.
 
 Sin embargo la relación de Freud con la literatura y con la obra de arte en general es mucho más rica y compleja que la de una mera cuestión estratégica o una táctica de seducción.
Lo digo en el sentido de un señor que buscaba hacerse un lugar bajo el sol recurriendo a la aprobación de la literatura. Si yo fuera un escritor le daría la espalda.
 
 De hecho muchos escritores lo hicieron, empezando por Jensen el autor de la Gradiva que al parecer se indignó bastante y les dio la espalda a los psicoanalistas que pretendieron indagar sobre “sus” razones inconscientes. Sin embargo al escucharte, también pareciera que en lo que decís hay una admiración de tu parte y una especie de “humildad” del psicoanalista frente a la capacidad del literato. ¿Cuál sería la diferencia entre tu postura y la de Freud?
Yo no pretendo que exista esa solidaridad entre literatura y psicoanálisis, jamás diría algo así como que el psicoanálisis y el hombre de letras fracasan juntos, o llegan juntos a lo mismo.