Entrevista a Alexander Kojève
por Gilles Lapouge | |||
Era sobrino de Kandinsky, especialista en Hegel y
en textos sánscritos, libertino y ex víctima de la policía secreta leninista.
Entre 1933 y 1939 dictó un seminario al que iban Breton, Lacan, Bataille,
Merleau-Ponty, Aron, Caillois y Klossowski. Cuando murió, en 1968, Lacan irrumpe
en el domicilio del filósofo, para apoderarse del ejemplar de la Fenomenología
con anotaciones manuscritas. Dominique Auffret especula que también se habría
llevado un original sobre Hegel y Freud. Fue espía para Moscú durante treinta
años.
No es muy frecuente que Kojève escriba un libro, pero la
aparición de alguna de sus obras siempre deja huellas perdurables. Una sola,
publicada hace veintidós años, lo consagró como "el lector" de Hegel. Después de
eso, lo ha acompañado una curiosa gloria. Gloria a la vez universal y rara,
lejana y reverencial, inquebrantable. Hoy nadie se internaría en los caminos de
Hegel sin la brújula de Kojève. Kojève ocupa Hegel como se ocupa un territorio.
Resulta intimidatorio interrogar a Kojève en ocasión a la
aparición de un nuevo texto [1]. su vertiginosa lectura de los
presocráticos nos deja un poco empequeñecidos. ¿Y qué cara podría tener este
Señor Filósofo, a fuerza de codearse con Parménides y Hegel? Me lo imagino como
los sabios pintados por Rembrandt, con larga barba y el rostro surcado de
arrugas, meditando apartado del mundo.
Pero no es así. Sin barba ni arrugas, sabemos que Kojève tiene
66 años sólo por su biografía. Este filósofo tiene un increíble rostro de
funcionario.
Elegancia en el vestir, lentes que ocultan la malicia de la
mirada, vigor y soltura en el cuerpo, modales refinados. Uno de esos hombres que
surcan el mundo y que habitan los palacios internacionales. No como en
Rembrandt.
Lo romántico está perimido. Kojève es más formal: tiene el
rostro que conviene a su empleo: el más profundo lector de Hegel -el más
legítimo, en suma- un "gran empleado" del estado. Su vida transcurre entre los
sombríos corredores de Branly y las capitales del mundo, donde se ocupa de
quejosos y aburridos asuntos económicos. Lo que lo enorgullece no poco. Hay en
Kojève un extraño desplazamiento de la vanidad: el mundo lo admira porque lee a
Hegel como quien lee Tintin y él se enorgullece de haber inventado un sistema de
preferencias tarifarias y de haber logrado imponerlo.
Todo esto, desdichadamente, pertenece al pasado. Alexandre
Kojève murió súbitamente algunos días después de esta entrevista. No había
concedido otras. Esta había sido la última.
Kojóve está aquí. Sonríe, bromea, desliza risas sardónicas e
indulgentes. Es provocador, petulante, subversivo, lleno de paradojas, grave y
profundo, sagaz, ingenuo.
Y como sus lentes brillan, creo que está confundiéndome y se
esconde. Y como la verdad no es lo que dice, invento otra: su mayor dicha, como
funcionario, es pertenecer a ese equipo de hombres que se reúnen en Roma, Nueva
Delhi o Ginebra y que poseen el verdadero poder, lejos de los efectos
superficiales de la política. Lo que es seguro es que le encanta hablar de
economía política. De modo que, habiéndome dispuesto para aprender todo sobre
Anaximandro, me veo amenazado a hablar sobre la tasa al valor agregado.
Debo reaccionar con urgencia. Apelar, por ejemplo, a su
memoria. En la vida de Kojève hay un episodio que siempre me fascinó: los
seminarios sobre Hegel que dictó entre 1933 y 1939 en la Ecole de Hautes Etudes.
Entre los asistentes, no muy numerosos, se encontraban Jacques Lacan, Maurice
Merleau-Ponty, Raymond Queneau, Georges Bataille, Raymond Aron, el Padre
Fessard, Robert Marjolin, a veces André Breton.
A. K.: -¡Ah, sí! Fue muy bueno, lo de la Ecole de Hautes
Etudes. Allí fue donde introduje la costumbre de fumar en clase. Y luego íbamos
a comer con Lacan, Queneau y Bataille a un restorán griego del barrio que
todavía existe, el Athénes. Pero la historia de eso comienza más atrás.
-Hegel vio a Napoleón a caballo
-Más atrás quiere decir hasta el año 1770 que vió nacer en
Stuttgart a Georg Friedrich Wilhelm Hegel. Y si no, hasta el 13 de octubre de
1806, cuando el mismo Hegel vio pasar a Napoleón, a caballo, bajo su ventana. Y
sino, hasta 1902, que Kojève eligió para venir al mundo en Moscú. Dieciocho años
más tarde, en 1920, deja Rusia y desembarca en Alemania.
-¿Por qué? Yo era comunista. No había razón para huir de Rusia.
Pero sabía que el establecimiento del comunismo significaba 30 años terribles. A
veces pienso esas cosas. Un día dije a mi madre: "Después de todo. si me hubiera
quedado en Rusia.". Y ella respondió: "Te hubieran fusilado por lo menos dos
veces". Puede ser. Mikoyan, sin embargo.
-En Alemania pasa por Heidelberg y Berlín. En esa época había
un profesor de filosofía, llamado Husserl, que no carecía de cierto talento.
-No. Evité voluntariamente a Husserl. Cursé con otro profesor,
que era muy estúpido, y luego con Jaspers. Perdí el tiempo aprendiendo
sánscrito, tibetano, chino. El budismo me interesaba por su radicalismo. Es la
única religión atea. Pero profundizando más, me di cuenta de que iba por el
camino equivocado. Comprendí que algo había pasado en Grecia, hace ya 25 siglos,
y que ésa era la fuente y la llave de todo. Allí fue pronunciado el comienzo de
la frase.
-Hablar ante Breton, Bataille, Lacan, Queneau
-Traté de leer a Hegel. Leí cuatro veces, íntegra, la
Fenomenología del Espíritu. No entendía una palabra. Años después, en París, un
tío comerciante en quesos murió y quedé en la ruina. Un día, en 1933, Koyré, que
dictaba cursos sobre Hegel, debió interrumpirlos y me ofrecieron reemplazarlo.
Acepté. Releí la Fenomenología y al llegar al capítulo IV comprendí que la clave
era Napoleón. Empecé mis clases. No las planificaba. Leía y comentaba, pero todo
Hegel se había vuelto luminoso. Experimenté un placer intelectual excepcional.
Es que era excepcional hablar de Hegel ante Breton, Bataille,
Lacan, Queneau. Había un señor a quien nadie conocía, que asistía con su mujer y
ostentaba una condecoración. Vino durante tres años. Un día me anunció que
dejaría París y me dio su tarjeta. Supe, ese día, que había enseñado Hegel a un
Contralmirante de la flota.
Seis años. Hasta que comenzó la guerra. Pura coincidencia.
Casualmente terminé la lectura de la Fenomenología cuando estalló la guerra. Fui
movilizado y recibí mi fascículo azul de soldado de segunda clase. Durante
algunos días me paseé aún por el Quartier Latin y un día en un café del
Boulevard Saint-Michel uno de mis alumnos, indochino, se me acercó y me dijo
afablemente, señalando mi uniforme: "Bien, Sr. Profesor, veo que ha pasado usted
finalmente a la acción".
|
miércoles, 25 de septiembre de 2013
Entrevistas
miércoles, 18 de septiembre de 2013
Libros
"Marlon Brando. Cuando el deseo se hace
hombre"
Eva Gerace
Un trabajo sobre la biografía de Marlon Brando, nos permite seguir el movimiento que produce no solamente una de las más destacadas figuras del cine contemporáneo, sino la creación de un estilo propio. Brando que como todo hombre llega al mundo vestido por esas palabras que heredamos y que luego nos habitan, para bien o para mal, encuentra un modo de quebrar aquello que podía haber escrito un destino de fracaso.
Eva Gerace
Un trabajo sobre la biografía de Marlon Brando, nos permite seguir el movimiento que produce no solamente una de las más destacadas figuras del cine contemporáneo, sino la creación de un estilo propio. Brando que como todo hombre llega al mundo vestido por esas palabras que heredamos y que luego nos habitan, para bien o para mal, encuentra un modo de quebrar aquello que podía haber escrito un destino de fracaso.
Un ensayo escrito hace
algún tiempo se transformó en libro, impensadamente. Existen ciertos personajes
que nos apasionan. Un día llegó a mí encuentro el entusiasmo por conocer
fragmentos de vida de uno de los hombres que marcó la historia del cine
contemporáneo y fue icono de una época. Actor consistente, capaz de entrar en
el alma del otro para dar vida a los personajes más dispares. Tal espesor lleva
a algunos críticos a: “¡Hosannarlo!”, aclamándolo como el mejor actor de todos
los tiempos. Para entender el prestigio de Marlon Brando es significativa una
célebre exclamación de Al Pacino: “¡Es como actuar con Dios!”.
Cuando leí esta frase me
pregunté: ¿y si volviera sobre la historia para reencontrar al hombre que está
detrás del mito? Así nació este ensayo, para una conferencia sobre disturbios
alimentarios, con el nombre: La
comida siempre ha sido una buena amiga.
Parafraseando a Borges, sería útil recordar que somos todo el pasado, somos nuestra sangre, somos la gente que hemos visto morir, somos los libros que nos han mejorado, somos gratamente los otros.
Parafraseando a Borges, sería útil recordar que somos todo el pasado, somos nuestra sangre, somos la gente que hemos visto morir, somos los libros que nos han mejorado, somos gratamente los otros.
Dirigí mí interés en la
investigación biográfica sobre Marlon Brando, siguiendo este recorrido,
preguntándome si ello podría posibilitar reconocer una estructuración subjetiva.
Freud inaugura un estilo cuando escribe sus historiales y
muestra en el caso de Elisabeth Von R .la íntima relación que existe
entre la historia de aquella paciente y sus síntomas. Lo que tan tempranamente
formula es el nexo entre la historia de un sujeto y el síntoma, demostrando la
sobre determinación de éste. El síntoma, esa palabra amordazada que cada
análisis intenta desanudar, es el timón que Freud enseguida intuyó. Vehículo
fundamental para poder alcanzar al sujeto.
Al exponer sus
descubrimientos, construyendo y escribiendo un historial clínico, nos muestra
que hay una especificidad en relación a
la literatura y una diferencia con respecto al género biográfica. La literatura trabaja con las historias
dando vida a cuentos, relatos o romances; las biografías catalogan de
diferentes formas los datos de una vida o de una parte de ella, relatándolas.
Las autobiografías eligen en el recuerdo las escenas que nosotros los lectores,
sabemos que son significativas para el autor. El analista lee o construye un
caso clínico que lo arriesga al agujero
privilegiado de su oreja, la que no puede tapar.
Marlon Brando no es un
paciente y ni un caso inventado, es un personaje público que marcó la historia
del cine moderno. El actor cuenta y hace escribir parte de su vida y con eso
nos viabiliza una lectura posible desde el psicoanálisis. La biografía que
toca la estructura del hombre-mito, da así la posibilidad de construir una
historia hecha de frases y escenas. Gracias a su sensibilidad, Brando es el
mejor lector de sí mismo. Es él, quien a través de las conjunciones de los
datos así organizados, nos regala un argumento, donde el narrador no está aquí
con nosotros… ¿No está con nosotros?
Voy a trabajar en
principio con el relato de un relato, pues Brando le pidió a Robert Lindsey, en
1988, que escribiera un libro
sobre un período de su vida en el que creía que alguien le había hecho un mal
terrible a alguien que él amaba. Narra su historia y luego Lindsey nos la
cuenta. ¿Qué nos muestra este libro desde el comienzo? Que ante lo que llamamos
realidad, la única forma que tenemos de acceder a ella es a través de la
ficción.
Ahora
dejemos que sea Marlon Brando quien hable de sí. Como en una narración, lo
invito para que hable en primera persona. Vamos a escuchar lo que él antes se
escuchó a sí mismo.
¿Qué
fue lo primero que le dijo Brando a Robert Lindsey, el periodista que iba a
redactar una de sus biografías? Que le podía preguntar sobre el tema que
quisiera excepto de sus matrimonios y de sus hijos. Promesa que mantuvieron. El
biógrafo lo presenta como al "hombre más
curioso que jamás
haya conocido". Esta curiosidad irrefrenable es lo que caracteriza a
Brando; su deseo de conocer le da la posibilidad de preguntar. Sabe interrogar.
¿Cuál es el sueño de
todo neurótico? Retornar al Otro Primordial. Esto quiere decir que dicho sujeto
vive demandando que lo amen, que lo cuiden, que le den.
Marlon considera a la
comida como una buena amiga, su relación a la comida pasa a ser una cuestión de
existencia.
Inicio a tejer con
algunos hilos esta construcción. En psicoanálisis decimos que se produjo un
cambio en la posición subjetiva cuando el sujeto deja de demandar y se
constituye como sujeto deseante. Éste aparece cuando logra atravesar la
experiencia de una falta. Cuando se da cuenta de que el sueño del paraíso feliz
era sólo eso, un sueño, que nunca ha sido todo para el Otro, que desde siempre
somos seres faltantes. En
términos freudianos, sujeto sería aquél que logra atravesar la experiencia de
la castración [7].
Estamos nombrando al
sujeto en su esencia, cuya constitución se hace alrededor de una falta. A esa
falta la llamamos deseo.
Il desiderio, per quel che
ancora le parole significano,
rimanda alle stelle: de-sidera.
rimanda alle stelle: de-sidera.
Es
necesario que algo se pierda, que el objeto esté perdido, para que pueda surgir
la función causa del deseo. Se puede desear
porque algo faltó. El deseo funda al sujeto. ¿Y este sujeto cómo se colocará?
Debe ubicarse como consecuencia de aquella pérdida. Esto conviene que suceda,
para así propiciar en el sujeto, un "saber" de aquello que le falta.
Elaboración necesaria para que el sujeto se encarrile en las vías de su deseo, cuestión que he
tratado de indagar en Brando. ¿El actor habrá logrado partir en el tranvía llamado deseo?
martes, 10 de septiembre de 2013
miércoles, 4 de septiembre de 2013
Entrevista
Jean Allouch
Si fuera escritor le
daría la espalda a Freud
Por Silvia Fendrik
En tu libro
la Erótica del duelo… le das una
enorme importancia al libro de Kenzaburo Oé, ¿por qué?
Creo que hay una gran dimensión
de coraje; para decir ciertas cosas hace falta cierto coraje, y ese coraje, la
literatura nos lo da. Por ejemplo ese libro de K. Oé da existencia a los
fantasmas, da existencia a los muertos, designa un lugar donde están los
muertos, y ese lugar no es “psíquico”. Decir que los muertos intervienen en la
vida de los vivos, esto es algo que para nada está en Duelo y melancolía, el
famoso texto de Freud que ha guiado por 70 años a los psicoanalistas en lo que
se conoce como “elaboración del duelo”. Sin duda me era necesario atravesar
cierta reticencia para decir algo que no estaba previsto. La literatura no sólo
da los elementos que permiten decir “miren los muertos existen”, sino que
también da coraje para el acto teórico, para plantear una cierta posición
teórica. A ese texto de K. Oé, el hecho de que sea ficción le permite
precisamente plantear una serie de metáforas que le dan cuerpo a la existencia
de los muertos. De ese modo uno los encuentra, existen de cierto modo en la
literatura.
Decir “la”
literatura es demasiado amplio, recuerdo un texto de Freud, “El Poeta y la Fantasía”
donde él dice que la “verdadera”
literatura es una heredera del juego infantil, porque el juego infantil recrea
la materia, el objeto, a diferencia del fantaseo que es autorreferente, que no
recrea ningún objeto, y que, trasladado a la literatura, sólo puede dar lugar a
una literatura menor, la que hoy llamaríamos fácil, masiva, la literatura del
best –seller. Yo creo que Freud allí esboza una diferencia sobre la que vale la
pena reflexionar entre una literatura “fácil”, donde el protagonista es una
proyección de las fantasías narcisísticas del escritor y a la que Freud le da
la misma trascendencia que al fantaseo, o sea ninguna. Por otra parte estaría
la literatura que recrea la materia, la heredera del juego infantil. ¿De este
lado podríamos poner a los clásicos? Homero recrea leyendas…nunca es un puro
fantaseo del poeta.
Lo que estás diciendo en parte
coincide con una visión que hoy en día se tiene, de que hay más invención en la
literatura clásica, en Racine, en Corneille, en Moliere, de lo que se había
pensado, desde esta perspectiva tal vez se nos había escapado su originalidad.
Es
originalidad, es invención, pero a partir de una materia que ya estaba, es un
trabajo de reinvención, de escritura.
Pienso que en la literatura
contemporánea nos encontramos con verdaderos atravesamientos, Belle du Seigneur, por ejemplo, nos
enseña algo sobre el amor que no encontramos en ninguna otra parte. El fabuloso comienzo de las relaciones
amorosas donde el protagonista le pregunta a la mujer: “¿Si tuviera un solo
diente me amarías tanto?”, el modo en que esta cuestión se desarrolla a lo
largo de la historia es una verdadera creación ex nihilo. Bergougnoux, otro importante escritor francés
contemporáneo, escribe retomando elementos antiguos, pero hay en él una
verdadera invención sobre lo que es la relación entre generaciones, que no
encontramos en los escritos psicoanalíticos, aún en los de aquellos analistas
que han trabajado mucho sobre el tema de las generaciones. Bergougnoux escribió,
por ejemplo un libro que se llama El
huérfano, donde cuenta cómo han sido las cosas entre la guerra del 14 y la
guerra del 39 para la gente que ha perdido a su padre en la primera guerra,
como le sucedió a él, y cómo han enfrentado esta situación. Lo que él pudo
hallar y decir a partir de eso no lo encontramos en ninguna otra parte. Mi
interés por la literatura contemporánea incluye también ese lado informativo.
Bergougnoux en El huérfano me enseñó cosas sobre mí y al mismo tiempo
sobre algo que se produjo y de lo que el presente es un derivado. Eso interviene
en el modo en que, como analista, yo puedo escuchar tal o cual cosa. Thomas
Bernhardt es otro escritor que también me permite situarme de otro modo en
relación a ciertos prejuicios que tenía. Prejuicios que ni siquiera reconocía
como prejuicios. Por ejemplo, cuando él relata que a los catorce años un buen
día en lugar de girar a la derecha para ir a la escuela, giró a la izquierda y
fue a pedirle trabajo a una asistente social, la cual obviamente le indicó que
volviera a la escuela o a su casa. Pero sin embargo luego de un rato, al verlo
tan decidido, la asistente social le da su acuerdo, y le indica un lugar donde
podrá conseguir trabajo. Leyendo eso y lo que ocurre a continuación pude
comprender que la idea de una fuga es una idea falsa. Yo no lo sabía. Antes de
leer este libro creía que la fuga existía en la adolescencia. Ahora cuando
alguien me habla de una fuga yo no lo escucho de la misma manera. La cuestión
que ahora me planteo es por qué finalmente alguien que se ha “fugado” no
continuó, no prolongó ese movimiento hasta hacer con él, como en el caso de
Bernhardt, algo trascendente para su vida. El día en que en lugar de girar a la
derecha, él giró a la izquierda, se produjo algo determinante para su vida,
incluso para constituirse a partir de ese momento en escritor. Lo que hubiera
sido una “fuga” si él hubiera regresado con el rabo entre las piernas a su
casa, fue en cambio determinante para el resto de su vida. Por qué alguien se
fuga sin que esto tenga consecuencias es algo que me planteo sólo después de
haber leído a Thomas Bernhardt. Antes no lo había pensado ni desde la teoría ni
desde mi práctica clínica.
Freud decía
al final de su análisis de la Gradiva de Jensen, al comparar el método del escritor
con el del psicoanalista, que cuando por distintos caminos ambos llegan a lo
mismo, quiere decir que, o bien los dos se equivocaron o bien ambos tienen
razón, solo que han utilizado distintos métodos. Le atribuye al poeta una
relación mucha más directa con su inconsciente, que es la que le habría permitido
a Jensen, por ejemplo, descubrir que los sueños de Hanold, el joven arqueólogo
protagonista de la Gradiva van señalando distintos “tiempos” de su delirio.
Para los psicoanalistas en cambio esto está mediado, explicado por la teoría,
como si la teoría los colocara un paso atrás de los literatos.
Yo creo que en Freud hay una
dimensión de “recuperar” la literatura por medio del psicoanálisis, y esa
“humildad” de Freud frente al hombre de letras, al poeta, que “nos da grandes
lecciones” o “confirma nuestras trabajosas teorías”, o “buscamos lo mismo” es
una suerte de estrategia. O bien recuperar la literatura para el psicoanálisis,
o bien asociarlas –los dos tienen razón o los dos se equivocan juntos- me
parece en el límite de la deshonestidad.
Sin embargo
la relación de Freud con la literatura y con la obra de arte en general es
mucho más rica y compleja que la de una mera cuestión estratégica o una táctica
de seducción.
Lo digo en el sentido de un señor
que buscaba hacerse un lugar bajo el sol recurriendo a la aprobación de la
literatura. Si yo fuera un escritor le daría la espalda.
De hecho
muchos escritores lo hicieron, empezando por Jensen el autor de la Gradiva que
al parecer se indignó bastante y les dio la espalda a los psicoanalistas que
pretendieron indagar sobre “sus” razones inconscientes. Sin embargo al
escucharte, también pareciera que en lo que decís hay una admiración de tu
parte y una especie de “humildad” del psicoanalista frente a la capacidad del
literato. ¿Cuál sería la diferencia entre tu postura y la de Freud?
Yo no pretendo que exista esa
solidaridad entre literatura y psicoanálisis, jamás diría algo así como que el
psicoanálisis y el hombre de letras fracasan juntos, o llegan juntos a lo
mismo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)