martes, 9 de febrero de 2010

De que nada se sabe





La luna ignora que es tranquila y clara
Y ni siquiera sabe que es la luna;
La arena, que es la arena. 
No habrá una Cosa que sepa
que su forma es rara.

Las piezas de marfil son tan ajenas
Al abstracto ajedrez como la mano
Que las rige. Quizá el destino humano
De breves dichas y de largas penas

Es instrumento de otro. Lo ignoramos;
Darle nombre de Dios no nos ayuda.
Vanos también son el temor, la duda

Y la trunca plegaria que iniciamos.
¿Qué arco habrá arrojado esta saeta
que soy? ¿Qué cumbre puede ser la meta?
Es lo que dice Borges.


El ser consciente de sí,transparente a sí mismo, que la teoría clásica coloca en el centro de la eperiencia humana, aparece[...]como una forma de situar, en el mundo de los objetos, ese ser de deseo que no puede verse como tal, salvo en su falta. En esa falta de ser se percata de que el ser le falta, y de que el ser está ahí, en todas las cosas que no se saben ser. Y se imagina como un objeto más, porque no ve otra diferencia. Dice: Yo soy aquel que sabe que soy. Por desdicha, si bien sabe quizá que es, no sabe absolutamente nada de lo que es. Esto es lo que falta en todo ser. Es lo que dice Lacan.


¿Y no es fascinante encontrar cómo la poesía y el psicoanálisis se encuentran? Tal vez lo que no es tan fascinante es soportar esa falta, algo que al parecer Borges podía intuir muy bien. ¿Tendrá esto que ver con una frase escuchada alguna vez, de que no existe la respuesta equivocada porque no existe la respuesta correcta?

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