Del amor
Le recordó que los débiles no entrarían jamás en el reino del amor, que es un reino inclemente y mezquino.
Esto lo dice García Márquez en El Amor en los Tiempos del Cólera que, como buen escritor, tiene la virtud de hacer escuchar lo insoportable. Porque cuando se habla del amor tendemos a idealizarlo, a ponderarlo, pero nuestro autor nos habla de lo que no se dice, que es de lo se tratan en sus vericuetos.
Es un reino inclemente y mezquino, y no podemos negarlo. Porque no hay clemencia alguna cuando aparece el abandono y es mezquino cuando queremos apoderarnos del otro como un objeto. Y cómo no hacerlo si es la forma que tenemos de desear, que eso amado sea de nuestra propiedad, que algunos exageran.
Sí, es necesario no ser débil, por lo mucho que exige de nuestra parte, porque si es difícil vivir con uno mismo, más lo será vivir con otro. Pero afortunadamente sucede y como se puede, cada uno a su manera, ciego como Eros entra en él para gozar sus mieles. Una ceguera que no debería incluir fantasías de medias naranjas que se completan, ni de “fueron felices para siempre” como en los cuentos de hadas, porque la vida no está hecha así, por eso un poco de realidad siempre es necesaria.
Una realidad para darse cuenta de que lo que le falta al otro es lo que nosotros le pusimos, porque cuando llegó vino completo con sus defectos que minimizamos y sus virtudes que exageramos. Una falta que luego se le imputa y reclama, al no encontrar lo que sin su auspicio habíamos imaginado.
Un reino que no es sólo inclemente y mezquino, también es tramposo, porque nos hace ver lo que no hay y desconocer lo que hay. Sin embargo es lo mejor que nos puede pasar porque no sólo es el espacio donde la vida se juega sino que permite generar otra vida para seguir amando.
A veces los escritores parecen crueles, debe ser porque develan realidades que preferiríamos dejar a oscuras, sin embargo, saberlo nos hace más advertidos, menos ingenuos y con más posibilidad para apreciar lo que se tiene, porque como dice Serrat: Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
¿A partir de qué punto se diferencia el amor de un acto mezquino y enfermizo? Si acaso ese supuesto punto no "depende del contexto".
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