viernes, 23 de agosto de 2013

Trabajos escritos


Reflexiones sobre algunas lecturas psicoanalíticas.

Ana O, Emmy de N, Isabel de R, Catalina, Dora: Nombres de mujeres, primeros casos de Freud. Desarrollo de una técnica, encuentro histórico con el inconsciente.
Casos de los inicios, de esa cita que Freud tenía con el psicoanálisis. Año 1885 en adelante. Leer esos textos es como ir de su mano para encontrar, pasos a paso, como él iba encontrando y escribiendo, seguramente sorprendido como se encuentra uno cuando no sólo lee sino que algo ya puede escuchar. Dolores en las piernas, imposibilidad para andar, dolores de cabeza, afonía, abulia y muchas otras mostraciones de lo que hay, y lo que hay es de la histeria. Cuerpos aquejados.

La queja, según el Diccionario Comprensivo de la Lengua Española es definida como: Expresión de dolor o pena. Motivo de resentimiento, querella, acusación.
La queja es una expresión, algo de mostrar. Resentimiento, sentimiento dos veces. La querella es del disgusto y el reclamo de lo perdido. La acusación es de la culpa del otro que descarga la propia. Un doble dolor, un disgusto, una pérdida, una culpa. Un Síntoma. Conexión de significantes olvidados que se muestran en el cuerpo. De la repetición, de un goce al que no se le puede poner límite porque se desconoce.

En Emmy de N., Freud nos habla, entre otras cosas, de los síntomas somáticos de la histeria. En la señorita Isabel de R., de los sentimientos amorosos, la disociación, la inhibición. En Mis Lucy, nos muestra cómo va desistiendo de la hipnosis y encontrando la asociación libre. Nos dice del afecto retenido, de la falta de saber lo sabido y el enlace que hacen estos sentimientos actuales a afectos y recuerdos del pasado. En Catalina dice:

La sintomatología histérica puede compararse a una escritura jeroglífica que hubiéramos llegado a comprender después del descubrimiento de algunos documentos bilingües.

Catalina sufre de vómitos y angustia, allí confirma la sospecha de que las relaciones sexuales hacen surgir en sujetos virginales un afecto angustioso. Dora, su historial. Un texto para dejar un legado a aquellos que lo quieran tomar y entender cómo opera el trabajo analítico, las trampas de la transferencia y la posición del sujeto.

Y todo este trabajo de Freud se hace más comprensible con la lectura que de él hace Jacques Lacan. La posibilidad que tuvo el primero de hacer ese hallazgo y la del otro, de leerlo y acercarnos a lo que realmente quería decir para proseguir y perfeccionar la técnica, hace que al leerlos a ambos, se encuentre un camino más expedito, más posible a la cura de ese dolor, dolor de la neurosis, que hace que muchos toquemos puertas buscando un remedio. Pero en este caso sabiendo que no es la panacea, Freud lo decía así:
Mucho se habrá ganado si logramos transformar el sentimiento intenso de la histeria en simple infelicidad.

Lacan lo dice de otra manera:
El psicoanálisis es una práctica delirante, pero es lo mejor de que se dispone actualmente para hacerle tener paciencia a esa incómoda situación de ser hombre.

Subversión del sujeto nombra Lacan a la imposibilidad, que por lo menos ya no es impotencia. La impotencia, esa dificultad de que nos habla Freud cuando describe al neurótico:

Los neuróticos son aquellos hombres que poseyendo una organización desfavorable, llevan a cabo bajo el influjo de las exigencias culturales, una inhibición aparente y en el fondo fracasada de sus pulsiones y que por ello sólo con un enorme gasto de energía y sufriendo un profundo empobrecimiento interior, pueden sostener su colaboración con la obra cultural o tienen que abandonarla temporalmente por enfermedad.
Los Actos fallidos, La psicopatología de la vida cotidiana, El chiste y su relación con lo inconsciente, Los sueños: allí encuentra Freud una respuesta. Formaciones del inconsciente que muestran que ese Yo racional, ese Yo que piensa y que dicen que comanda, es escindido. Una respuesta que acerca a entender por qué ese sujeto que quiere encontrar algo, más se le escabulle, cuando quiere recordar más olvida, y mientras más repetitivo es en estos actos, muestra que más sujeto está  a ese Otro que lo comanda.

Repetición inconsciente de algo que no puede recordar, atado a un sufrimiento padece la vida. Muchas veces ni siquiera se pregunta, sólo sufre y se queja, algunos buscan, se preguntan. Freud debió ser uno de ellos, por algo dice Lacan: Ser neurótico puede ser útil para llegar a ser un buen psicoanalista.     
Freud nos habló también del deseo y descubrió que el sueño es una realización de deseos. Lo muestra en el sueño de la Bella Carnicera, un texto pícaro pero con la elegancia de que era capaz para decir aquellas cosas que no resultan fáciles de escuchar.
Lacan lo trabaja, nos muestra y confirma los deseos que de alguna forma y sin saberlo, mueven los personajes. La Bella Carnicera, su marido, el pintor y la amiga. Otra cuadrilla parecida a la de Dora en la que se cruzan identificaciones, inhibiciones, afectos, angustia e impotencia. Allí la sexualidad juega el tiempo que le toca, mueve las fichas. Lacan, no tan elegante como Freud y sí más irónico nos lo pone ante los ojos.

Personajes de Freud a través de los cuales nos enseña el psicoanálisis y el trabajo analítico. Historiales que lacan retoma para a partir de ahí decir algo más. Personajes de la repetición que se mueven en el engranaje del deseo del Otro, del deseo ajeno, porque el suyo se encuentra perdido, presos del narcisismo que los hace girar siempre de la misma forma. Por eso dice Freud:





El neurótico aunque no ha roto las relaciones con las personas y las cosas, sólo las conserva en la fantasía, sustituyendo los objetos reales por otros imaginarios o los ha mezclado con ellos, renunciando a realizar los actos motores necesarios para la consecución de sus fines en tales objetos.

Estos trabajos están destinados a mostrarnos la existencia del inconsciente. En los textos anteriormente nombrados va desarrollando conceptos y ejemplos que nos dicen cómo opera. Nos habla del desplazamiento y la condensación refiriéndose al  sueño, escribe:

Reproduce la coherencia lógica como simultaneidad y obrando así, procede como el pintor que al representar en un cuadro la escuela de Atenas o el Parnaso, reúne en su obra a un grupo de filósofos o poetas que realmente no se encontraron nunca juntos en un atrio o sobre una montaña, como el artista lo muestra, pero que constituyen, para nuestro pensamiento una comunidad.
Freud hizo palabra con su descubrimiento y así entró el psicoanálisis en la cultura. Y como todo lo que entra en ella, que es palabra, está sujeto al malentendido, el avance de Lacan es retomar la palabra, palabra plena de Freud. Retorna, redescubre lo ya dicho o vivido -como en el análisis- para con lo mismo decir, avanzar un poco más. El malentendido de los otros post-freudianos fue alejarse de Freud, Lacan vuelve a Freud para seguir con él, para avanzar y así proponer en extensión algo más. Tal vez por eso dice de la transferencia:

Cada vez que un hombre habla a otro de modo auténtico y pleno, hay en el sentido propio del término transferencia simbólica, algo que cambia la naturaleza de los dos que están presentes.
El Discurso de Roma, palabra plena. Allí Lacan habla a nombre del psicoanálisis, de lo freudiano, lo rescata y hace presencia, hace acto para decir desde el deseo. Subversión del sujeto y avance en la imposibilidad. Posición que abre espacios, aporta y modifica porque penetra el discurso de la cultura. Sus críticas demoledoras a aquellos que muestran su desconocimiento del inconsciente y las razones de Freud lo muestran. En Instancia de la Letra dice:

El retorno al texto de Freud muestra por el contrario la coherencia de la técnica con su descubrimiento, al mismo tiempo que permite situar su procedimiento en el rango que le corresponde.

Y entonces nos habla del inconsciente de una manera que nos desespera por la dificultad para aprehenderlo, además porque esa es su característica: ser inaprensible, sólo se puede bordear con palabras. Lacan lo enseña en acto: Lo que hay que decir es: no soy, allí donde soy el juguete de mi pensamiento, pienso en lo que soy, allí donde no pienso pensarme.
Es cuando se añora la filosofía que habla desde la razón. Es más fácil el Cogito Cartesiano: pienso luego existo. Pero él no nos dice, no nos da respuestas, nos habla como Freud descubriéndonos una verdad que angustia:

Los contenidos del inconsciente no nos entregan en su decepcionante ambigüedad, ninguna realidad más consistente en el sujeto que lo inmediato, es de la verdad que toman su virtud y en la dimensión del ser […] los términos están en Freud.
Nada más ambiguo que la metáfora y la metonimia, por ellas circula el sujeto, por allí circulamos, juego significante del que Lacan va a decir: ese juego se juega hasta que termine la partida, en su inexorable finura, allí donde no soy porque no puedo situarme.

Por eso la posición del analista es la escucha, porque no tiene sentido decirle al otro lo que debe hacer, no es desde la razón, pero tampoco es la de Pilatos, no es hacerse el desentendido. El análisis se compara con una partida de ajedrez, alguna vez lo escuché. Es un juego de cuidado paciencia y sutileza, debió ser por todo lo leído que se me ocurrió al final del año de lecturas del seminario lo siguiente:
Analista: abre el juego. Hace su oferta, sujeto supuesto saber.

Analizante: despliega sus fichas (significantes). Mueve el peón, el alfil, la torre, el caballo y a veces la dama. El rey está escondido, protegido detrás de todos ellos.

Analista: su jugada: escucha. Espera que el rey quede al descubierto. Mueve también sus fichas: pregunta. Es paciente, la jugada se dará en el momento oportuno.

Analizante: Trata siempre de proteger al rey, pone al frente a los peones, son los primeros que arriesga, tienen poca versatilidad de movimiento. Son importantes la torre: esas escenas congeladas a las que siempre retorna y el alfil y el caballo: metáfora y metonimia. Buenas defensas, se mueven de un lado a otro con gran versatilidad. Pero puede suceder que un peón bien camuflado (no escuchado) dé por terminada la partida. Se va con tablero y todo, sobre todo con su rey. ¿Y la dama? La dama siempre lo ha protegido, por eso es que juega. Razón de que generalmente es la última que cae.
Analista: Siempre está atento, no se puede dormir. Sabe que no sabe cómo juega el Otro, menos cuál será su próxima jugada, alguna puede parecer tonta, esa es la más hábil. No busca al rey, él aparece. Si lo encuentra muy rápido puede ser una emboscada, apenas lo tocó de lado, o sólo lo vislumbró. El rey comanda al resto, como en la guerra es con quien se da la Touché final. Si se hace de entrada se acaba la partida. Juego sin gracia, juego perdido, porque aunque supuestamente se ganó, se perdió, no se alcanzó a desplegar, sólo se quiso ganar.

Analizante: se queda entonces sin tablero, se va con sus peones, sus alfiles, sus caballos, sus torres, con su dama y con su rey, y seguirá jugando en otro lado donde no sabe que existen.
Entonces el juego es lograr que siga jugando, a veces con engaño, engaño en la transferencia que no es trampa, solo una forma de poder seguir el juego. ¿Para qué? Para lograr que caiga, no el que juega, sólo la forma como juega.

Trabajo de Isabel Prado Misas. Presentado al final de un año de estudio en el seminario del Círculo Psicoanalítico del Litoral Caribe. Barranquiilla 1996


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