Reflexiones sobre algunas lecturas psicoanalíticas.
Ana O, Emmy de N, Isabel de R, Catalina, Dora: Nombres
de mujeres, primeros casos de Freud. Desarrollo de una técnica, encuentro
histórico con el inconsciente.
Casos de los inicios, de esa cita que Freud tenía con
el psicoanálisis. Año 1885 en adelante. Leer esos textos es como ir de su mano
para encontrar, pasos a paso, como él iba encontrando y escribiendo,
seguramente sorprendido como se encuentra uno cuando no sólo lee sino que algo
ya puede escuchar. Dolores en las piernas, imposibilidad para andar, dolores de
cabeza, afonía, abulia y muchas otras mostraciones de lo que hay, y lo que hay
es de la histeria. Cuerpos aquejados.
La queja, según el Diccionario Comprensivo de la
Lengua Española es definida como: Expresión de dolor o pena. Motivo de
resentimiento, querella, acusación.
La queja es una expresión, algo de mostrar.
Resentimiento, sentimiento dos veces. La querella es del disgusto y el reclamo
de lo perdido. La acusación es de la culpa del otro que descarga la propia. Un
doble dolor, un disgusto, una pérdida, una culpa. Un Síntoma. Conexión de significantes olvidados que se muestran en el
cuerpo. De la repetición, de un goce al que no se le puede poner límite porque se
desconoce.
En Emmy de N., Freud nos habla, entre otras cosas, de
los síntomas somáticos de la histeria. En la señorita Isabel de R., de los
sentimientos amorosos, la disociación, la inhibición. En Mis Lucy, nos muestra
cómo va desistiendo de la hipnosis y encontrando la asociación libre. Nos dice
del afecto retenido, de la falta de saber lo sabido y el enlace que hacen estos
sentimientos actuales a afectos y recuerdos del pasado. En Catalina dice:
La
sintomatología histérica puede compararse a una escritura jeroglífica que
hubiéramos llegado a comprender después del descubrimiento de algunos
documentos bilingües.
Catalina sufre de vómitos y angustia, allí confirma la
sospecha de que las relaciones sexuales hacen surgir en sujetos virginales un
afecto angustioso. Dora, su historial. Un texto para dejar un legado a aquellos
que lo quieran tomar y entender cómo opera el trabajo analítico, las trampas de
la transferencia y la posición del sujeto.
Y todo este trabajo de Freud se hace más comprensible
con la lectura que de él hace Jacques Lacan. La posibilidad que tuvo el primero de
hacer ese hallazgo y la del otro, de leerlo y acercarnos a lo que realmente
quería decir para proseguir y perfeccionar la técnica, hace que al leerlos a
ambos, se encuentre un camino más expedito, más posible a la cura de ese dolor,
dolor de la neurosis, que hace que muchos toquemos puertas buscando un remedio.
Pero en este caso sabiendo que no es la panacea, Freud lo decía así:
Mucho se
habrá ganado si logramos transformar el sentimiento intenso de la histeria en
simple infelicidad.
Lacan lo dice de otra manera:
El
psicoanálisis es una práctica delirante, pero es lo mejor de que se dispone
actualmente para hacerle tener paciencia a esa incómoda situación de ser
hombre.
Subversión del sujeto nombra Lacan a la imposibilidad,
que por lo menos ya no es impotencia. La impotencia, esa dificultad de que nos
habla Freud cuando describe al neurótico:
Los
neuróticos son aquellos hombres que poseyendo una organización desfavorable,
llevan a cabo bajo el influjo de las exigencias culturales, una inhibición
aparente y en el fondo fracasada de sus pulsiones y que por ello sólo con un
enorme gasto de energía y sufriendo un profundo empobrecimiento interior,
pueden sostener su colaboración con la obra cultural o tienen que abandonarla
temporalmente por enfermedad.
Los Actos fallidos, La psicopatología de la vida
cotidiana, El chiste y su relación con lo inconsciente, Los sueños: allí
encuentra Freud una respuesta. Formaciones del inconsciente que muestran que
ese Yo racional, ese Yo que piensa y que dicen que comanda, es escindido. Una
respuesta que acerca a entender por qué ese sujeto que quiere encontrar algo,
más se le escabulle, cuando quiere recordar más olvida, y mientras más
repetitivo es en estos actos, muestra que más sujeto está a ese Otro que lo comanda.
Repetición inconsciente de algo que no puede
recordar, atado a un sufrimiento padece la vida. Muchas veces ni siquiera se
pregunta, sólo sufre y se queja, algunos buscan, se preguntan. Freud debió ser
uno de ellos, por algo dice Lacan: Ser
neurótico puede ser útil para llegar a ser un buen psicoanalista.
Freud nos habló también del deseo y descubrió que el
sueño es una realización de deseos. Lo muestra en el sueño de la Bella
Carnicera, un texto pícaro pero con la elegancia de que era capaz para decir
aquellas cosas que no resultan fáciles de escuchar.
Lacan lo trabaja, nos muestra y confirma los deseos
que de alguna forma y sin saberlo, mueven los personajes. La Bella Carnicera,
su marido, el pintor y la amiga. Otra cuadrilla parecida a la de Dora en la que
se cruzan identificaciones, inhibiciones, afectos, angustia e impotencia. Allí
la sexualidad juega el tiempo que le toca, mueve las fichas. Lacan, no tan
elegante como Freud y sí más irónico nos lo pone ante los ojos.
Personajes de Freud a través de los cuales nos enseña
el psicoanálisis y el trabajo analítico. Historiales que lacan retoma para a
partir de ahí decir algo más. Personajes de la repetición que se mueven en el
engranaje del deseo del Otro, del deseo ajeno, porque el suyo se encuentra
perdido, presos del narcisismo que los hace girar siempre de la misma forma.
Por eso dice Freud:
El neurótico
aunque no ha roto las relaciones con las personas y las cosas, sólo las
conserva en la fantasía, sustituyendo los objetos reales por otros imaginarios
o los ha mezclado con ellos, renunciando a realizar los actos motores
necesarios para la consecución de sus fines en tales objetos.
Estos trabajos están destinados a mostrarnos la
existencia del inconsciente. En los textos anteriormente nombrados va
desarrollando conceptos y ejemplos que nos dicen cómo opera. Nos habla del
desplazamiento y la condensación refiriéndose al sueño, escribe:
Reproduce la
coherencia lógica como simultaneidad y obrando así, procede como el pintor que
al representar en un cuadro la escuela de Atenas o el Parnaso, reúne en su obra
a un grupo de filósofos o poetas que realmente no se encontraron nunca juntos
en un atrio o sobre una montaña, como el artista lo muestra, pero que
constituyen, para nuestro pensamiento una comunidad.
Freud hizo palabra con su descubrimiento y así entró
el psicoanálisis en la cultura. Y como todo lo que entra en ella, que es
palabra, está sujeto al malentendido, el avance de Lacan es retomar la
palabra, palabra plena de Freud. Retorna, redescubre lo ya dicho o vivido -como
en el análisis- para con lo mismo decir, avanzar un poco más. El malentendido
de los otros post-freudianos fue alejarse de Freud, Lacan vuelve a Freud para
seguir con él, para avanzar y así proponer en extensión algo más. Tal vez por
eso dice de la transferencia:
Cada vez que
un hombre habla a otro de modo auténtico y pleno, hay en el sentido propio del
término transferencia simbólica, algo que cambia la naturaleza de los dos que
están presentes.
El Discurso de Roma, palabra plena. Allí Lacan habla a
nombre del psicoanálisis, de lo freudiano, lo rescata y hace presencia, hace
acto para decir desde el deseo. Subversión del sujeto y avance en la
imposibilidad. Posición que abre espacios, aporta y modifica porque penetra el
discurso de la cultura. Sus críticas demoledoras a aquellos que muestran su
desconocimiento del inconsciente y las razones de Freud lo muestran. En
Instancia de la Letra dice:
El retorno al
texto de Freud muestra por el contrario la coherencia de la técnica con su
descubrimiento, al mismo tiempo que permite situar su procedimiento en el rango
que le corresponde.
Y entonces nos habla del inconsciente de una manera
que nos desespera por la dificultad para aprehenderlo, además porque esa es su
característica: ser inaprensible, sólo se puede bordear con palabras. Lacan lo
enseña en acto: Lo que hay que decir es:
no soy, allí donde soy el juguete de mi pensamiento, pienso en lo que soy, allí
donde no pienso pensarme.
Es cuando se añora la filosofía que habla desde la
razón. Es más fácil el Cogito Cartesiano: pienso luego existo. Pero él no nos
dice, no nos da respuestas, nos habla como Freud descubriéndonos una verdad que
angustia:
Los
contenidos del inconsciente no nos entregan en su decepcionante ambigüedad,
ninguna realidad más consistente en el sujeto que lo inmediato, es de la verdad
que toman su virtud y en la dimensión del ser […] los términos están en Freud.
Nada más ambiguo que la metáfora y la metonimia, por
ellas circula el sujeto, por allí circulamos, juego significante del que Lacan
va a decir: ese juego se juega hasta que
termine la partida, en su inexorable finura, allí donde no soy porque no puedo
situarme.
Por eso la posición del analista es la escucha, porque
no tiene sentido decirle al otro lo que debe hacer, no es desde la razón, pero
tampoco es la de Pilatos, no es hacerse el desentendido. El análisis se compara
con una partida de ajedrez, alguna vez lo escuché. Es un juego de cuidado
paciencia y sutileza, debió ser por todo lo leído que se me ocurrió al final
del año de lecturas del seminario lo siguiente:
Analista: abre el juego. Hace su oferta, sujeto
supuesto saber.
Analizante: despliega sus fichas (significantes).
Mueve el peón, el alfil, la torre, el caballo y a veces la dama. El rey está
escondido, protegido detrás de todos ellos.
Analista: su jugada: escucha. Espera que el rey quede al
descubierto. Mueve también sus fichas: pregunta. Es paciente, la jugada se dará
en el momento oportuno.
Analizante: Trata siempre de proteger al rey, pone al
frente a los peones, son los primeros que arriesga, tienen poca versatilidad de
movimiento. Son importantes la torre: esas escenas congeladas a las que siempre
retorna y el alfil y el caballo: metáfora y metonimia. Buenas defensas, se
mueven de un lado a otro con gran versatilidad. Pero puede suceder que un peón
bien camuflado (no escuchado) dé por terminada la partida. Se va con tablero y
todo, sobre todo con su rey. ¿Y la dama? La dama siempre lo ha protegido, por
eso es que juega. Razón de que generalmente es la última que cae.
Analista: Siempre está atento, no se puede dormir.
Sabe que no sabe cómo juega el Otro, menos cuál será su próxima jugada, alguna
puede parecer tonta, esa es la más hábil. No busca al rey, él aparece. Si lo
encuentra muy rápido puede ser una emboscada, apenas lo tocó de lado, o sólo lo
vislumbró. El rey comanda al resto, como en la guerra es con quien se da la
Touché final. Si se hace de entrada se acaba la partida. Juego sin gracia,
juego perdido, porque aunque supuestamente se ganó, se perdió, no se alcanzó a
desplegar, sólo se quiso ganar.
Analizante: se queda entonces sin tablero, se va con
sus peones, sus alfiles, sus caballos, sus torres, con su dama y con su rey, y
seguirá jugando en otro lado donde no sabe que existen.
Entonces el juego es lograr que siga jugando, a veces
con engaño, engaño en la transferencia
que no es trampa, solo una forma de poder seguir el juego. ¿Para qué? Para
lograr que caiga, no el que juega, sólo la forma como juega.
Trabajo de Isabel Prado Misas. Presentado al final de
un año de estudio en el seminario del Círculo Psicoanalítico del Litoral Caribe.
Barranquiilla 1996
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